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domingo, 18 de marzo de 2018

Pisando piedras



Buena parte de la mitad norte de la provincia oscense está atravesada por una formación que los geólogos denominan flysh. Esta se ve erosionada por diferentes cursos fluviales que antes o después, consiguen romper sus perfectas capas de materiales duros calizos alternados con otras capas de materiales blandos como son las margas. Una vez rasgadas dichas capas, el agua las continúa rompiendo y arrastra todos estos materiales cauce abajo. Es allí donde los habitantes de estas tierras han acudido habitualmente para recoger esos materiales y emplearlos en la construcción tanto de las viviendas habituales como las construcciones auxiliares. Todas en su conjunto, conforman los numerosos pueblos repartidos a lo largo y ancho del norte oscense que comparten este tipo de material.

Detalle de la colocación de las piedras, en este caso adoptando una forma en espigada, en el suelo de Casa Malláu de Susin
Pero esta vez no hablaré de esas piedras paralepípedas rectas de tamaño mediano y grande. Me centraré en esas otras mucho más pequeñas donde la erosión, propiciada tanto por el hielo como por el agua, ha conseguido moldearlas dotándolas de formas redondeadas y pequeño tamaño. Estas características de entrada y por sí solas, podrían ser motivo más que suficiente para desechar su empleo en la construcción de estas casas tradicionales. Sin embargo no es así. La arquitectura tradicional altoaragonesa ha sabido sacar también partido a estas piedras, consiguiendo con su uso unos resultados más que interesantes y originales. Así puede comprobarse en los suelos de algunas casas altoaragonesas diseminadas por esta provincia. No se trata de un uso habitual y común pues la ejecución de esta técnica siempre resultó ser cara, y por tanto, sólo estuvo al alcance de aquellas casas con más recursos. Por eso mismo, la presencia de estos suelos empedrados formando bonitos diseños resultaba ser, al fin y al cabo, una forma más de dar a conocer a quienes se adentraban en esas casas, la solvencia económica de las mismas.
Empedrado mixto a base de cantos rodados pequeños que marcan la zona de tránsito y losones a ambos lados en el patio de entrada a Casa Malláu de Susin
Estos suelos generalmente se ubicaban en el patio o planta baja de las casas aunque también hay casos en los que esta técnica se empleó en suelos de la planta primera. En este segundo caso se colocaba una buena capa de barro o buro sobre las tablas de madera que conformaban la base del suelo, las cuales a su vez se apoyaban sobre los gruesos troncos de pino que delimitaban cada planta. Después, con algo de paciencia, el albañil iba colocando una a una las piedras conformando así dibujos con diferentes motivos geométricos o florales. Cuando estos suelos decorativos se asentaban sobre plantas bajas, el buro se colocaba directamente sobre el suelo allanándolo previamente de forma manual. En la comarca del Alto Gállego todavía persisten suelos de estas características que afortunadamente han conseguido llegar hasta nuestros días. Prácticamente todos ellos han sido restaurados y la mayor parte del buro que inicialmente ejerció de amalgama, en la actualidad ha sido sustituido por cemento que proporciona más solidez y una resistencia casi total al pisoteo.
 
Suelo a base losones en una de las estancias de Casa Batanero de El Puente, donde se encuentra el Museo Ángel Orensanz y Artes Populares de Serrablo

Pero no todas las casas pudieron permitirse contar con unos suelos tan profusamente decorados. A pesar de que el elemento base era barato pues tan sólo debían acudir a recogerlo al lecho de los ríos y barrancos de la zona, la elaboración propiamente dicha suponía un extra de mano de obra que no podían asumir. Por este motivo abundan mucho más los ejemplos de suelos en los que directamente fueron empleadas piedras de gran tamaño o losones cuyo origen también debemos buscarlo en el ya mentado flysh. Hay que señalar que estos han sido los suelos más abundantes para patios y primeras plantas de la mayoría de casas tradicionales del norte de Huesca. Ejemplos de estos suelos tampoco faltan en la actualidad a pesar que muchos de ellos ya han sido sustituidos por materiales más ligeros y resistentes como la cerámica, terrazo o gres.
Plantilla extraida del libro Arquitectura Popular de Serrablo y porción análoga de una porción del patio de Casa Galindo de Senegüé

Similar composición pero en este caso se trata de una porción del magnífico suelo empedrado del patio de Casa Miguelpériz de Sorripas

Aunque debo decir que también hubo casos intermedios. Es decir, suelos que sin llegar a estar ocupados por completo con dibujos deliciosos a base de pequeños cantos rodados, se combinaron con otras piedras de mayor tamaño. Con el uso de las mismas, el tiempo necesario para completar el suelo se reducía en una buena proporción consiguiendo igualmente un resultado original y diferente que en definitiva era lo que buscaba el amo de la casa. 

Empedrado del patio de Casa Hilario de Oliván, sencillo pero con un efecto bien logrado
  Si algún día tenéis ocasión de visitar en directo alguno de estos suelos, seguro que os resultará una experiencia interesante. Podréis comprobar cómo se trata de un trabajo muy minucioso o también la imaginación que tuvo que echarle el albañil de turno para conseguir obtener un diseño tan original como armónico y compensado. Aunque para conseguir ver uno de esos suelos en directo requerirá que previamente deberéis interactuar durante un buen rato con él amo de la casa en cuestión. Os tocará charrar, por ejemplo, desde cómo está el tiempo o cuantos habitantes viven en el pueblo a cualquier otra cuestión más. Desde luego no estará de más establecer tal conversación pues cada día compruebo como son mayoría los visitantes que llegan a los pueblos y ni tan siquiera se comunican con sus vecinos. En más de una ocasión hasta han pasado a mi lado y no han sido capaces de saludar.


                                                                     A plantar fuertes tod@s






Nota: Quien desee conocer más detalles sobre esta técnica decorativa u otras propias de la arquitectura popular de Serrablo deberá consultar el libro Arquitectura Popular de Serrablo escrito en 1988 por José Garcés Romeo, Julio Gavín Moya y Enrique Satué Oliván y publicado por el Instituto de Estudios Altoaragoneses.


domingo, 18 de febrero de 2018

Y s'en fueron a servir...


           Siempre me ha atraído conocer algo más sobre cuál fue la trayectoria de aquellas mozas oscenses que abandonaron sus pueblos de orígen sindo bien jovenes y marcharon a alguna capital para trabajar en el servicio doméstico. La gran mayoría de las que salieron de los pueblos del norte de la provincia de Huesca acabaron racalando en Barcelona y en menor medida en Zaragoza. Lo debieron hacer forzadas por la difícil situación de sus casas donde, aun a pesar del inestimable trabajo que desempeñaban, no dejaban de ser al fin y al cabo, una boca más que alimentar. Ante aquella coyuntura, a instancias de la propia familia o bien por iniciativa propia, los precedentes apuntaban que marchar a trabajar en el servicio doméstico era quizás la única opción que tenían. Seguramente que ya conocían alguna otra mujer, bien de la propia familia o de alguna casa vecina, quien ya había tomado el mismo camino y con idénticas intenciones la cual podría servirles de ayuda. Así fue como decenas de mozas oscenses emigraron hasta tierras catalanas y comenzaron a trabajar en el servicio doméstico de familias acomodadas tanto de Barcelona como de otras ciudades de su cinturón industrial. Será de la mano de una de aquellas mozas que hoy tiene nada menos que 97 años, la mejor forma de conocer algo más de aquella etapa tan desconocida como apasionante.
Dos mozas aragonesas que fueron a servir a Barcelona en una fotografía de estudio tomada en Barcelona hacia 1947. La de la derecha es Martina González Orós, nacida en Orós Bajo y casada en Sorripas (Alto Gállego). Foto: Archivo Cartaga

          Carmen Casaus Duaso nació en Ayerbe de Broto un 30 de marzo de 1921. Hasta los diez años aproximadamente, estuvo trabajando en su casa. Cuando contaba con unos 11 años ya marchó a servir a Casa Solana de Víu donde permaneció un año aproximadamente. Después la mandaron a Sarvisé, concretamente a Casa Muro. Cuando estalló la guerra estaba trabajando ya en otro lugar, concretamente en Casa Coma de Fiscal. Guarda mal recuerdo pues en ese tiempo mataron al amo de la casa y a tres de sus hijos. Sólamente sobrevivió uno de los cuatro hermanos que era ciego. Llegó a haber hasta un intento de amañar el matrimonio de Carmen con él pero Carmen no lo aceptó.

Retrato de Carmen Casaus Duaso en 1941
         Acabó la guerra y en su casa se quedaron sin nada, sin casa, sin animales y sin dinero.  Con unos 18 años marcho a vivir a Yebra donde tenía unos tíos viviendo. Su intención era aprender a coser pues su tía le había recomendado que lo hiciera asi. Pero su profesora murió al poco tiempo y fue entonces cuando decidió marchar a Jaca. Fue a servir para los dueños de la Carnicería Castán, ubicada por aquél entonces en la Calle Ramón y Cajal nº 3. Trabajó durante aquél tiempo más en la casa de los dueños que en la propia carnicería. Allí estuvo unos dos años, tiempo tras el cual decidió que era momento de cambiar nuevamente de aires. Por esas fechas tenía unas primas de Ceresuela, pueblo de La Solana de Burgasé, viviendo en Barcelona. Se escribían cartas de forma habitual y al final decidió ir a trabajar a la capital catalana pues por esas fechas ganaban algo más de dinero en Barcelona que en Jaca. Confiesa que le penó más de una vez marchar pues en Jaca se encontraba muy a gusto y se sentía casi como en su casa. En Barcelona trabajó sirviendo en diferentes casas de familias pudientes. Trabajó para los dueños de Muebles Bravo, cuyo domicilio estaba en la Calle Mayor de Gracia. Allí estuvo sólo un año pues fregando un vaso roto, se cortó en un dedo que posteriormente se le infectó y por un tiempo no pudo seguir trabajando.  Después fue  a trabajar con otra familia que residía en Calle Diputación. Allí estuvo aproximadamente otro año más. Era una familia númerosa de nada menos que quince personas por lo que era mucho trabajo para ella. Además, fue por esas fechas cuando durante un tiempo padeció achaques de vesícula por lo que al final decidió regresar durante un tiempo a Ayerbe. Durante estos años era bastante habitual coincidir con otros paisanos oscenses procedentes de diferentes pueblos de la ribera del Ara.

Carmen y unas amigas en Broto
          Una vez recuperada, regresó nuevamente a Barcelona. Recuarda que se llevó consigo tanto tortas de Broto como judías secas. Eran artículos básicamente para su autoconsumo pues en esos años escaseaba mucho el dinero, incluso para comprar comida. De nuevo en Barcelona comenzó a trabajar para una nueva familia que vivía en la calle Provenza, 93. Fue por entonces cuando entabló relación formal con el que acabó siendo su marido. A este también le tocó sufrió las penalidades de la guerra. Una vez acabada y tras ser liberado de un campo de concentración donde estuvo internado durante un tiempo, marchó hasta Tortosa pues en Oto ya no tenía a nadie. Toda su familia tuvo que exiliarse a Tarbes tras la conclusión de la guerra. Llegó a esta población catalana de la mano de un buen amigo y compañero de guerra además de otras muchas otras peripecias más. Junto a él trabajó durante algún tiempo en la agricultura aunque al final fue la propia Carmen quien consiguió encontrarle un trabajo en Barcelona. Así fue como ambos se volvieron a juntar en la ciudad condal donde él comenzó a trabajar en un taller montando mesas y sillas, pintándolas, cortando y colocando mármoles así como otros elementos para montar bares. Allí trabajó toda la vida pues más o menos estuvo a gusto con aquél dueño que se apellidaba Padilla.

          A raíz de casarse en 1944, Carmen comenzó a trabajar en la oficina de ese mismo taller yendo a cobrar facturas y haciendo todo tipo de encargos. Ese taller estaba en la Calle Anselmo Clavé nº 25. En la oficina estuvo hasta que enfermó del estómago y tuvo que ser operada tras lo que debió dejar el trabajo. Después ya no volvió a incorporarse y se quedó al cargo de sus cometidos como ama de casa. Una vez casados se instalaron en la zona de Nou Barris, esquina Horta-Guinardó y en 1951 tuvo a su única hija. En aquél tiempo esa era una zona de expansión de Barcelona donde se situaban también las cocheras del tranvía. Durante aquellos años se construyeron en esta zona infinidad de nuevos edificios y fue entonces cuando se instalaron en esa zona mucha más gente procedente de numerosos pueblos del norte de Huesca. Por aquellos años Carmen recuerda que en Barcelona había mucha gente de Sobrepuerto, de Oto, Fiscal, Torla o de varios pueblos de La Solana Burgasé. Muchos de aquellos hombres y mujeres acabaron en Barcelona tras la guerra civil buscando una posibilidad de futuro que en sus lugares de origen resultaba imposible encontrar.

         
Carmen en la actualidad sigue residiendo en Barcelona
          Como balance, Carmen dice que hubiera preferido haberse quedado en Jaca y no emigrar a Barcelona pues el ambiente era muy diferente. Cobraba más en Barcelona aunque le gustaba mucho más el ritmo de vida de Jaca. A pesar de lo dicho se adaptó a la ciudad y nunca se llegaron a plantear, ni ella ni su marido, regresar al valle del Ara. Después de todos estos años Carmen confiesa que entiende perfectamente el catalán aunque no lo habla pues siempre se ha movido en un ambiente castellanoparlante.

         Carmen fue una más de los cientos de mozas oscenses que, tanto antes de la guerra civil como después de la misma, acabaron emigrando a Barcelona o a cualquiera de las ciudades de su cinturón industrial. Una vez en tierras catalanas practicamente todas ellas comenzaron trabajando como empleadas en el servicio doméstico de familias adineradas. 

          Así fue, como con su esfuerzo diario hasta consiguieron ahorrar algo de dinero que  periodicamente enviaban a su familia, la cual seguía subsistiendo en cualquier pueblo del norte de Huesca. Muy poco o nada se a escrito sobre estas sacrificadas mujeres, quienes de forma discreta, consiguieron salir adelante y labrarse un futuro bastante mejor del que hubieran tenido de haberse quedado en sus pueblos de origen. Sirva esta sencilla entrada como mi modesto homenaje a todas ellas por su valor y su coraje. Su condición de mujeres en una sociedad altoaragonesa tradicionalmente machista no les facilitó nada las cosas. A pesar de ello estas mujeres, con su decisión de emigrar, consiguieron poner en duda más de una ocasión la iniciativa y capacidad de sus hermanos varones y herederos de la hacienda familiar.


PD.: Quisiera manifestar mi agradecimiento público tanto a la propia Carmen como a su hija Mari Carmen y su marido, por las facilidades dadas para poder visitarlas en su domicilio de Barcelona y poder entrevistar a la protagonista de este post.


Pilar Betés Pérez, natural de Jaca, en una 
fotografía de estudio tomada en Barcelona
 hacia 1915
 
         Al poco de colgar este post en mi Blog han comenzado a llegarme noticias de otras mozas aragonesas que a principios del siglo XX emigraron a Barcelona "a servir". Y hasta me han mandado fotos de alguna de ellas. Así pues, no me resisto a la tentación de incluir una de las fotos que me han llegado la cual me ha sido facilitada por Marco Arruej. En ella aparece su abuela Pilar Betés Pérez, nacida en Jaca en 1901. Cuando tenía catorce años marchó a servir a Barcelona donde ya por esas fechas había dos primas suyas, trabajando de sirvientas también.Del mismo modo, también me han llegado noticias de otras mozas procedentes de Fago cuyo destino y cometido fue idéntico. 

          Cabría la posibilidad de pensar que por cuestiones geográficas hubiera sido más fácil que las mozas de la Jacetania hubieran marchado a servir a Pamplona o incluso a otras capitales del País Vasco, pero la realidad demuestra que hubo una clara tendencia hacia tierras catalanas.





martes, 23 de enero de 2018

Un terremoto en la Canal de Berdún




Una vez más, la memoria que contienen las páginas de los libros nos va a permitir revivir un episodio de la historia reciente del Prepirineo aragonés del cual seguramente que pocos o ninguno recuerda. Esta vez lo haremos de la mano del libro titulado El periodo sísmico de “La Canal de Berdún” (Pirineos), escrito por el ingeniero A. Rey Pastor y publicado en en Toledo en 1931 por el Instituto Geográfico y Catastral. Obviamente, se trata de un libro imposible de conseguir en la actualidad salvo por casualidad en algún mercado de segunda mano. Yo he tenido la suerte de acceder a él gracias a mi amigo Pepe Gavín quien gentilmente me lo prestó para su lectura.
Vecinos de Berdún y Guardia Civil frente a los maderos que apuntalaban varias fachadas

              El terremoto en cuestión tuvo lugar un 10 de julio de 1923 al cual le siguieron diferentes y pequeñas réplicas los días posteriores. Todos ellos fueron registrados por diferentes observatorios sismológicos tanto españoles como extranjeros. Así sucedió en los centros de Toledo, Fabra (Barcelona), Ebro (Tortosa) o Estrasburgo (Francia). Gracias a los datos recogidos por todos ellos fue como se pudo establecer el epicentro del mismo en la Canal de Berdún.

Una familia de Berdún posa delante de las
fachadas apuntaladasen una de sus calles
             La prensa local también se hizo eco de este movimiento sísmico y las noticias que publicaron al respecto destacaron en gran medida por el sensacionalismo de las mismas. Se llegó a escribir que como consecuencia de este fenómeno habían quedado arruinadas las casas de numerosos pueblos. Tal cual recoge el libro que ahora nos ocupa “…además de las conmociones sísmicas, habían tenido lugar misteriosos fenómenos meteorológicos, con incendio de montes, explosiones subterráneas, aparición de lenguas de fuego, agrietamiento del suelo, etc. considerando como muy probable la inmediata aparición de un volcán”.


 Ciertamente, aquél fenómeno debió causar seria preocupación ya no sólo a los vecinos de los pueblos afectados, también a los responsables estatales. Así fue como el Director General del Instituto Geográfico no dudó en ordenar que uno de sus ingenieros que se desplazara in situ para recopilar toda la información posible y así “…realizar un detenido estudio, encaminado al análisis de las circunstancias en que se desenvolvió el fenómeno, causas del mismo, etc.”. A este ingeniero le acompañó un arquitecto para que pudiera valorar los daños sufridos en las edificaciones “…por si el Gobierno acordase indemnizar a los perjudicados”. Ambos ingenieros se desplazaron en primer lugar hasta Huesca donde se reunieron con el Gobernador Civil quien les puso al corriente de cuáles eran los pueblos que más afecciones habían sufrido por las sacudidas sísmicas.

El campanario de Mianos también sufrió desperfectos a raíz del terremoto
              Aquella reducida comisión técnica dispuso de muy pocos días para la toma de datos que contribuyeran a fijar con la máxima precisión posible el epicentro. Durante ese tiempo visitaron doce núcleos habitados, tres caseríos, numerosos edificios aislados, casillas de peones camineros, corrales, ventas ermitas, etc. El informe que ambos elaboraron tras su visita fue remitido al propio Director General que había ordenado su desplazamiento a la zona afectada. 

Portada del libro que se ocupó de
 aquél suceso


Los datos más importantes que incluyó aquél informe señalaban que hubo un periodo sísmico doble pues el primero de ellos tuvo lugar en 1923 y su foco principal quedó fijado en el pueblo de Martes. El segundo periodo afectó a dos años, 1924-25, cuya actividad principal se desplazó hasta el núcleo de Villareal de la Canal. 

La parte central del libro que nos ocupa se dedica a cuestiones técnicas principalmente, mientras que al final del mismo se incluye un pequeño anexo donde se incluyen dibujos y fotografías. Por cierto, algunas de ellas a pesar de su escasa calidad resultan más que interesantes. 

           Confiemos que semejante suceso no vuelva a repetirse ni en la Canal de Berdún ni en ningún otro lado pues como por todos es bien conocido, las consecuencias suelen ser catastróficas. A pesar de lo dicho, los movimientos sísmicos se siguen produciendo en toda la cadena pirenaica aunque afortunadamente, hasta la fecha, todos ellos han sido de muy baja intensidad y apenas perceptibles para la población en general.

Quien desee conocer algo más sobre este suceso, merece la pena visitar el blog de Antonio Aretxabala de cuya existencia me ha informado mi amigo Marco Arruej.

Mientras tanto, esperemos y confiemos que la Canal de Berdún no vuelva a ser escenario de ningún episodio sísmico. Máxime si tenemos en cuenta que en la actualidad, en su extremo Oeste se asienta el embalse de Yesa y su faraónica obra de recrecimiento la cual está resultando muy criticada por un importante sector de la población aragonesa y navarra. Se han podido constatar movimientos de la ladera que debe sustentar el muro de la nueva presa lo cual ha generado gran alarma social, sobre todo aguas abajo de la misma donde se asientan importantes poblaciones como Sangüesa.