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domingo, 27 de abril de 2014

La memoria de Viadós

            Joaquín contaba ocho años cuando su padre tomó una decisión, inédita en aquellas fechas tanto para este como para el resto de valles pirenaicos, de construir un refugio para montañeros. Debemos remontarnos nada menos hasta 1952, cuando alentado por varios montañeros catalanes que frecuentaban el valle, su padre acabó convenciéndose de que dichos consejos podrían resultarle muy provechosos. Así fue como en la primavera de 1953 se inició la construcción de una obra de nueva planta que, unos tres años después, acabó convirtiéndose en lo que desde entonces se conoce como Refugio de Viadós. El escenario escogido para levantarlo no podía ser más adecuado pues el paraje de las Bordas de Viadós destila ambiente pirenaico por los cuatro costados.
Contrucción del Refugio de Viadós durante el verano de 1953. El niño que aparece a la derecha del todo es Joaquín Cazacarra y entonces tenía 8 años.

            Tras su apertura, el refugio funcionó durante muchos años solamente en verano y al frente del mismo estuvo su madre Ascensión. Su padre, también llamado Joaquín, permanecía en el pueblo de Chistén (Gistaín) encargado de atender tanto las ovejas como las vacas pues seguían siendo el sustento principal de Casa Rafel, el nombre de su casa. Al final, su madre estuvo al frente del refugio unos quince años. Durante todo ese periodo Joaquín, a pesar de ser bien joven pues empezó con diez años escasos, se encargó de hacer periódicamente los acarreos de provisiones ayudado de uno o dos machos. Además, durante todos esos años Joaquín aprendió la forma de llevar el refugio o la de atender a los cada vez más numerosos montañeros que acudían a este refugio. Joaquín se casó cuando tenía veintinueve años con Cristina, la otra alma mater de este refugio. A partir de ese momento ambos se pusieron al frente del mismo y de esa forma dieron el relevo a Ascensión. Desde entonces y hasta hace apenas un año, Joaquín ha sido el responsable de este refugio. Han sido nada menos que treinta y cinco años de forma ininterrumpida, a los que hay que añadir otros veinte años más de su época joven en la que ayudó a su madre suministrándole provisiones de todo tipo. En resumen,  prácticamente toda una vida dedicada a una profesión y a prestar un servicio público que nadie en todo el país podrá presumir de haberlo conseguido. Le ha tocado soportar frías jornadas primaverales y tempranas nevadas otoñales; superar carencias, averías e imprevistos de todo tipo; asistir a montañeros y excursionistas en mil y una circunstancias diferentes; colaborar en la búsqueda de personas desaparecidas o en el rescate de montañeros accidentados. En todos esos casos el refugio de Viadós se convirtió en un centro de operaciones que facilitó enormemente todas esas labores y durante todos estos años ha contribuido de forma activa a salvar un buen número de vidas.
Vista del Refugio de Viadós en el verano de 1961. Foto: José Azor



Aspecto que presenta el refugio en la actualidad. Foto: Archivo Cartagra
            No resulta difícil imaginar que para conseguir realizar cuanto someramente acabo de señalar, sólo se consigue con tesón y dedicación. Pero el esfuerzo y el sacrificio invertidos en este refugio por Joaquín aún van más allá pues se trata del único refugio de montaña privado existente en el Pirineo aragonés. Joaquín ha tenido que ingeniárselas él sólo para dar en todo momento el mejor servicio posible al visitante. No quedan tan lejos aquellos años en los que las provisiones debía subirlas a lomos de caballerías tras cerca de tres horas de camino. A mediados de los años  setenta  se construyó buena parte de la pista forestal actual que accede hasta el mismo refugio y eso ya facilitó mucho la labor de aprovisionamiento de cuantos víveres y materiales eran necesarios. La gran aceptación por parte del colectivo montañero hizo posible a mediados de los años ochenta la ampliación del refugio. De las dos bordas ya existentes en su finca, una la habilitó para ampliar la zona de dormitorio, la otra como almacén. En la actualidad este refugio cuenta nada menos que con 68 plazas entre todas sus habitaciones. Las telecomunicaciones también han experimentado un cambio enorme pues en todos estos años Joaquín ha pasado de la incomunicación total, a disponer de una sencilla emisora para casos de emergencia o a la actual conexión telefónica e incluso internet.


            Además de su predisposición innata a ayudar y colaborar en todo cuanto se le pide, otra cosa que también me impresiona de este hombre, es su conocimiento de las montañas del entorno. Cuando se echa los prismáticos a la cara y escudriña la ladera norte del Macizo de Posets, del Espadas, los Eristes y cualquiera de sus collados, aristas y corredores, enseguida conoce cuales son las intenciones del diminuto montañero que observa o cuál ha sido el trazado recorrido por el mismo. Por eso, si algún montañero le pregunta sobre cuál es el mejor camino o el más apropiado para sus intereses, Joaquín siempre tiene una respuesta clara que dar o en su defecto una acertada recomendación. 
Joaquín observa con los prismáticos la evolución de los montañeros que discurren sobre la vertiente norte del macizo del Posets y el Espadas. Foto: Archivo Cartaga

            En la actualidad Joaquín está recién jubilado pues hace poco más de un año decidió que era el momento de dejar paso a los más jóvenes. Durante todos estos años su esposa Cristina también ha jugado un papel decisivo en esta actividad. Siempre ha estado junto a él haciendo su trabajo silencioso en la cocina, rodeada de cazuelas y pucheros. De sus manos han salido sabrosos platos y calientes sopas que han repuesto los ánimos a miles de montañeros de todo el país y parte del extranjero. Si todo va bien, Cristina también tiene intención de jubilarse en breve. Así, en pocos meses, ambos cederán el testigo a sus dos hijas, Elena y Cristina, quienes serán las encargadas de continuar con este negocio familiar. De esta forma, sus hijas se convertirán nada menos que en la tercera generación de esta misma familia al frente del refugio de montaña. Refugio que ha sido testigo del paso o pernocta de miles de montañeros; que ha visto como infinidad de padres han inculcado a sus hijos los valores del montañismo o del respeto hacia la montaña y la naturaleza; que ha contemplado la gran evolución sufrida por el material técnico de montaña en todos estos años o cómo han aparecido nuevas modalidades y tendencias dentro del pirineísmo como la mountain bike o las carreras de montaña entre otras. 


           Joaquín nos podría contar mil y una experiencias vividas en primera persona, situaciones de lo más dispares surgidas al pie de estas puntas perinencas, y si él quisiera, más de un secreto guardado entre las laderas y bosques del espectacular entorno de Viadós. Su estupenda memoria seguro que daría de sí para deleitarnos con momentos intensos e inolvidables. Pero los secretos sólo se cuentan cuando es el momento, mientras tanto deberán ser descubiertos por uno mismo. Quizás en mi próxima conversación con Joaquín tenga suerte y consiga arrancarle alguno...

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