La semana pasada me llegaron
malas noticias del otro lado del Atlántico. El amigo Carlos Barcos me comunicó
la muerte de uno de los aragoneses que entrevisté en 2008 durante la
realización del documental Borregueros.
Desde que concluí aquél documental ya han muerto, desgraciadamente,
varios de
estos hombres. Entre ellos hay que incluir también la del padre de mi
informante, Ángel
Barcos, quien murió nada menos que a los 101 años. Casualmente Ángel e
Isidro hicieron el viaje de España a California juntos. Pero en esta
ocasión,
conocer la muerte de Isidro Puyo de Casa
Zamarras de Fago, me ha afectado más de lo que yo mismo esperaba. Aunque al
mismo tiempo, debo reconocer que la noticia tampoco me ha sorprendido del todo pues la
intuición me decía que debido a su avanzada edad, tal circunstancia no tardaría
mucho en producirse.
Isidro durante la entrevista que le realicé en 2008 en el jardín de su casa en Dixon (California) para el documental Borregueros. Foto: Archivo Cartagra |
Isidro murió con 95 años en
la ciudad de Dixon (California) donde vivía
desde hacía bastantes años en compañía de su mujer Efigenia, también
fagotana.
Llevaba ya más de sesenta años viviendo en tierras americanas, y como
otros aragoneses en esa época, emigró a este
país forzado por las circunstancias. Inmersos en plena etapa de la
posguerra
caracterizada por una complicada situación económica y social, salir
adelante en un pueblo como Fago no debía ser nada fácil. En esa
coyuntura fue como un buen día
recibió una carta de su tía que residía en California. Se llamaba Marta y
había emigrado durante el gran flujo migratorio de principios del siglo
XX,
concretamente en 1916. En esa carta su tía le proponía ir a trabajar de
pastor a tierras californianas. Marta se había casado con un navarro que
también había emigrado a tierras americanas. Parece que las cosas le
habían ido bien pues entonces tenía un rebaño de unas dos mil ovejas y
necesitaba
contratar pastores de confianza. Tras la lógica duda inicial y animado
por su madre, finalmente Isidro decidió marchar a probar suerte. La
temprana muerte de su padre hizo que, al ser el mayor de dos hermanos,
sobre su
espalda recayera la responsabilidad de garantizar la subsistencia de su
casa de Fago. El
dinero que habría de mandar desde el otro continente resultaría
imprescindible
para ello.
Isidro (izda) junto a Ángel Barcos (dcha), ambos de Fago, durante la parada que realizaron en París en su primer viaje a EE. UU. de 1952 |
Su carácter risueño y desenfadado
enseguida se dejó notar. Seguro que el motivo de la visita y lo
inesperado de
la misma algo tuvo que ver. Hizo falta preguntarle poco pues él
rápidamente
empezó a contar historias y situaciones sin parar. Su rostro se
iluminaba
cuando contaba sus primeros años de pastor por los montes de Ansó. Aún
recordaba los topónimos de los montes que fueron testigos de sus
primeras
jornadas pastoriles recorriendo aquellos puertos: Maidogui,
Aguastuertas, Acherito... No sé muy bien por qué, pero escuchar aquellos
nombres en su boca y tan lejos del Pirineo, me resultaron mucho
más acogedores que en otras ocasiones. Los recitó sin dudar y los
pronunció con un gracioso acento americano desconocido para mi. A pesar de los años
transcurridos desde su infancia y después de
tantos años en EE. UU., su memoria aún retenía como un tesoro aquellas
vivencias vitales para él. Fue a finales de noviembre de 1952 cuando Isidro pisó suelo
americano por primera vez. Y cuando él me contaba todo esto a mi fue en junio de
2008. Así pues, "sólo" habían discurrido cincuenta y
seis años, ahí es nada¡¡¡.
Pero el instante más emotivo de aquél
encuentro de poco más de tres horas fue otro. Hubo un momento en el que de
algún lado sacó un libro y me lo mostró. Yo di por hecho que sería en inglés pero
para mi sorpresa se trataba de un libro en castellano y editado nada menos que
por la Diputación Provincial de Huesca en 2006. Llevaba por título Alfonso Foradada, el Valle de Ansó en los
años cuarenta y contenía estupendas fotografías de dicho fotógrafo. Con determinación, su dedo no dejaba de señalar la foto de
portada y su voz me repetía "¡...mira,
mira... ese crío soy yo...¡". De entrada no acababa de entender bien
del todo a qué se refería ni qué tenía que ver aquél libro con nuestra
conversación. Rápidamente me aclaró que aquél libro se lo había enviado
su
hermano que vivía en Binéfar y que el joven que ocupaba la fotografía de
portada era, ni más ni menos, que él mismo. De rostro adolescente,
asiendo firme
contra su pecho un gran pan con una mano y en la otra un afilado
cuchillo. La instantánea mostraba a Isidro cuando contaba poco más de
quince años y aparece junto a una mallata
ansotana preparando el típico menú pastoril de los valles pirenaicos
occidentales: las migas.
Isidro dejó el pastoreo en
tierras perinencas para ejercitarlo, a la manera americana, en las
infinitas extensiones de los
estados americanos de California y de Nevada. Cambió el aún entonces
habitual oso pirenaico por otros enemigos naturales para el rebaño a su
cargo e incluso para él. Enemigos por otra parte que nadie le advirtió
de forma previa que se iba a encontrar y con los que tendría que
convivir habitualmente. Me refiero a los coyotes, al puma, al oso negro o
la serpiente cascabel, a los cuales debió de combatir de forma
improvisada y sin apenas
saber cómo al principio. Pero la experiencia y la capacidad de
observación propia de quien se ha
criado en el monte le ayudaron en gran medida a mantener aquellas fieras
alejadas de su rebaño. Aún recuerdo cuando me relataba un increíble
episodio en
el que él sólo consiguió abatir con la ayuda de un rifle, un gran puma
que ya
le había causado varias bajas en su rebaño. Tras unos seis años como
borreguero,
Isidro decidió buscar un empleo menos sacrificado y mejor remunerado por
lo que acabó colocándose en un empresa de Dixon. Emigró a tierras
americanas con la clara convicción de ahorrar el
máximo de dinero posible y regresar a España. Pero el transcurso del
tiempo
hizo que Isidro cambiara de opinión a los pocos años, y casi sin darse
cuenta, acabó convenciéndose de
que ya no regresaría. Tal cual me confesó abiertamente "...después de haber vivido en Estados Unidos,
España ya no te entra...".
Otra foto de Isidro pastoreando en el monte de Ansó incluida en el libro referido y tomada también por A. Foradada. Foto: A. Foradada-Fototeca Diputación Provincial de Huesca |
Sirva este post como homenaje ya
no sólo a Isidro, también a todo el resto de aragoneses que trabajaron
como
borregueros en distintos estados del Oeste americano. Durante la segunda
mitad
del siglo XX fueron cerca de medio centenar de aguerridos aragoneses los
que
cruzaron el Atlántico para trabajar cuidando ovejas cerca del Pacífico.
Se trata de un episodio de
la diáspora aragonesa que sigue siendo muy desconocido en nuestros días.
Con la
intención de dar a conocer aquél movimiento migratorio, en 2010 concluí
un
libro que aborda esta cuestión en profundidad, en el que además de un
buen
número de reseñas biográficas, también se profundiza sobre el origen de
ese movimiento
o las singularidades del desempeño de este oficio en aquellas tierras.
Lástima que a fecha
de hoy todavía no haya visto la luz por falta de una editorial decidida y
convencida en divulgar este fenómeno de la migración pastoril aragonesa.
Otras comunidades como la vasca o la navarra hace tiempo ya que lo
hicieron y cuentan con un buen número de libros que abordan en
profundidad este fenómeno migratorio.
Quien quiera ver el contenido del documental Borregueros, puede hacerlo a continuación. El testimonio de Isidro Puyo aparece a partir del minuto 16:10. En este mismo documental también podremos ver y escuchar a su compañero de viaje también fallecido, Ángel Barcos, padre de mi fuente quien reside en tierras californianas.
Quien quiera ver el contenido del documental Borregueros, puede hacerlo a continuación. El testimonio de Isidro Puyo aparece a partir del minuto 16:10. En este mismo documental también podremos ver y escuchar a su compañero de viaje también fallecido, Ángel Barcos, padre de mi fuente quien reside en tierras californianas.
Excelente trabajo Carlos. Una pena que poco a poco vayan dejándonos estos entrañables personajes. Peor todavía que se lleven toda esa sabiduría que dan los años.
ResponderEliminarHola zagal, como muy bien dices, una verdadera lástima. Isidro era el típico abuelo con el que a uno se le pasaba el tiempo volando escuchándole contar vivencias de un lado y otro del atlántico. La historia de aquellos hombres que conformaron la migración pastoril de aquellos años no tiene desperdicio alguno. Aquello fue un carrera contínua de obstáculos para todos ellos.
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