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domingo, 15 de junio de 2014

Una vida de madera



          Miguel Lamarca nació en mayo 1924 en Casa Albeitar de Ansó. Allí fue a la escuela hasta los 10 años y después ya comenzó a trabajar de pastor con el rebaño de ovejas de Casa Chimena, aunque también le tocó cuidar yeguas en el monte de Alanos. Hacia 1936, y cuando contaba con unos 12 años, comenzó a trabajar en la serrería de Ansó. Cuando cumplió los 24 le tocó incorporarse a filas y se fue durante año y medio a Melilla. Fue precisamente al regresar del servicio militar cuando se le presentó la oportunidad de marchar a trabajar de pastor nada menos que a California. Se enteró gracias a Pedro Aznárez, un ansotano que había emigrado a tierras americanas hacia 1920 el cual tenía ya un rebaño de ovejas propio en aquellas tierras. Después de su experiencia africana y llevado en parte por su carácter inquieto, Miguel no dudó en aceptar tal propuesta y para allá que se marchó. Estuvo unos diez años trabajando como borreguero tanto en California, la mayor parte del tiempo, como en Arizona, el último año.
Reata de seis machos arrastrando un trallo de abeto en algún lugar del monte de Ansó. Foto: Archivo Peñarroya

        Tras ese periodo de inmersión americana, Miguel regresó nuevamente a España y comenzó a trabajar durante unos dos años como peón de albañil. Como ese trabajo no le gustaba del todo entró trabajar como peón en la serrería de Ansó. Un buen día, la persona que estaba al frente del carro de la sierra enfermó y hubo que buscarle un sustituto. Parece ser que ninguno de los otros empleado de la serrería quería ocupar ese puesto pues no debía ser nada fácil manejarlo correctamente. Al final se lo propusieron a Miguel y este, un poco a regañadientes, aceptó ocupar tal puesto. Como no tenía muy claro que pudiera hacerlo bien del todo, y antes de nada, le hizo una advertencia al encargado de la sierra. Le pidió una semana de tiempo para adaptarse a la misma. Si transcurrido ese tiempo no había aprendido suficientemente el manejo de carro, lo dejaría y volvería a su puesto anterior de peón. Finalmente Miguel se adaptó bien a su nuevo cometido y ya no dejó ese puesto de trabajo en los siguientes años.

Vista de dos operarios manejando el carro y la sierra de una
 serrería similar a la de Ansó. Foto: Archivo Cartagra
        La serrería de Ansó fue durante muchísimos años una pequeña industria de transformación que dió trabajo a un buen número de vecinos de este pueblo. En su máximo esplendor, entre los diferentes puestos y categorías llegó a emplear cerca de una treintena de obreros. Fue montada y gestionada por un ingeniero de montes de Zaragoza llamado Alejandro Ramón Vinos y durante esos años de máxima actividad entraron en esta instalación una media de 12.000 m³ anuales de madera. Las especies más habituales fueron pino silvestre, haya y abeto, todas ellas procedentes de los extensos y por aquél entonces productivos bosques ansotanos. Este ingeniero zaragozano estuvo al frente de la misma más de cuarenta años transformando en sus instalaciones  durante este periodo miles de árboles.
Camión Mercedes de los hermanos Gros de Ansó cargado con madera de haya para la serrería hacia 1963
Foto: Colección Toni Añaños Terán


       Miguel recuerda con orgullo la infinidad de troncos de todas las medidas que él llegó a serrar. Recuerda que en el bosque de Oza se llegaron a cortar abetos cuyos troncos medían hasta treinta metros de largo, ahí es nada. En esos casos, una vez apeados los troncos, eran cortados con un tronzador manual en trallos de cuatro o cinco metros, según el destino final de la madera resultante. Esos trallos eran arrastrados por reatas de hasta una docena de fornidos machos y mulos hasta un cargadero. Allí ya aparecían los camiones quienes transportaban los trallos hasta la serrería. Aún recuerda Miguel las dimensiones de alguno de aquellos trallos: "...pa que te hagas a la idea, llegaban algunos trallos que cubicaban tantos metros cúbicos como largo era el trallo". Es decir, troncos de cuatro metros de longitud cubicaban otros cuatro metros cúbicos, todo un alarde de crecimiento forestal prácticamente imposible de repetirse en la actualidad. Pero las dimensiones de algunos de los abetos que se cortaron en los bosques de Ansó durante aquellos años aún fue más allá pues se dieron otros casos extremos tal cual me cuenta Miguel. Hubo casos en los que la reata de machos, los cuales por cierto pertenecían a la serrería, eran incapaces de arrastrar los trallos debido a su envergadura y a su peso. En esas situaciones se llegó a optar por hacer un agujero con una barrena manual en el culo del trallo y colocar en su interior varios cartuchos de dinamita. Luego de explosionaba y el tronco quedaba desgajado en piezas menores que ya resultaban más fáciles de manejar.

Miguel Lamarca cuenta en la actualidad con 90 años y una memoria envidiable. Foto: Archivo Cartagra
       Una vez que llegaban los trallos a la serrería, Miguel era el encargado de transformarlos en costeros, tablas o tablones. Esta operación requería gran habilidad para conseguir extraer el máximo partido a cada pieza. El primer lugar debía escuadrar el trallo lo cual consistía en quitarle las caras exteriores del tronco, también llamados costeros. A partir de allí, cada pasada del carro por la sierra suponía la obtención de una pieza cuyo grosor y anchura dependía generalmente de la demanda del momento. Miguel recuerda las subastas de madera de faus o hayas para Renfe cuyo objetivo final era la obtención de traviesas para las vías del tren. En estos casos extraía todas las tablas y tablones que permitía el tronco y la parte central del mismo era destinada a traviesa. Como dice Miguel, allí, en el centro del tronco, está el coral o corazón que es la parte más dura.


Aspecto actual de una de las dos naves de la serrería de Ansó,
 hoy totalmente abandonada. Foto: Archivo Cartagra
          Pero en la serrería de Ansó también se obtenían piezas más pequeñas pues se llegaron a serrar pequeñas tablillas cortadas a medida que eran enviadas a Valencia. Se mandaban camiones cargados de estas tablillas hasta esa provincia y allí eran clavadas y montadas hasta convertirlas en cajas para transportar naranjas. Miguel recuerda con agrado aquellas ocasiones pues luego a los obreros de la serrería les entregaban hasta un par de cajas con naranjas por cabeza. En el caso de los tablones y las tablas, estos se enviaban tanto a Zaragoza como a Pamplona que era donde se encontraban los clientes habituales de esta serrería. Hubo otras ocasiones en las que también se enviaron este tipo de productos a clientes ubicados en Madrid.


Listilla de jornales de la serrería de Ansó de 1971. En último lugar
 aparece Miguel Lamarca quien cobraba como peón especialista
un jornal diario de 136 Pts. Foto: Archivo Cartagra
   Además de la madera proveniente de los bosques de Ansó, a esta serrería también llegó madera de fuera. En una ocasión mandaron troncos de haya procedente nada menos que de Alemania. Estos troncos de haya debían serrarlos en la serrería que los hermanos Puig tenían en Pamplona pero debido a la urgencia del pedido y a que eran las fiestas de San Fermín, esa madera acabó siendo enviada a Ansó. Miguel cuenta todavía con sorpresa una característica de aquellos faus alemanes pues su madera era mucho más blanda que las hayas de Ansó. Aquella madera alemana apenas tenía coral y según palabras de Miguel "...la sierra la cortaba como si fuera calabaza". La memoria de Miguel también cuenta que hasta este rincón igualmente llegó algunos años madera francesa, en concreto madera de castaño de la cual cuenta que olía bastante mal y madera de roble. Esta última resultaba ser bastante más dura que la de haya y le obligaba a afilar muy a menudo los dientes de las sierras. Además, en la parte inferior de la caja donde giraba la cinta de la sierra, debía colocar agua para evitar que la misma se calentara demasiado. 
Miguel recordando viejos tiempos frente a las naves donde se ubicó la serrería de Ansó. Foto: Archivo Cartagra

       Concluiré aportando un dato que he obtenido por mi cuenta y que Miguel ni tan siquiera llegó a insinuarlo en ningún momento de la entrevista. Con motivo de una visita de varios ingenieros de montes del Icona a la serrería de Ansó, uno de ellos que tenía experiencia en la materia, quedó gratamente sorprendido. Llegó a decirle que en las numerosas serrerías que había visitado por toda España, nunca había visto a una persona manejar el carro de la sierra con la soltura y habilidad que lo hacía él. Hay que recordar aquí que en aquellos tiempos eran carros totalmente manuales en los que el tronco debía ser girado de forma manual, que había que calzarlo bien para que no se moviera en pleno corte así como hacer un despiece "de memoria" de las posibilidades de cada tronco. En la actualidad esos carros están totalmente robotizados, giran ellos solos el tronco tantas veces como haga falta, una pinzas hidráulicas prensan firmemente el tronco y un ordenador calcula y disecciona el grosor de cada tronco con un desperdicio mínimo de madera. Al margen totalmente de todos estos adelantos, Miguel estuvo llevando el carro de la sierra de Ansó durante más de treinta y cinco años. Seguro que su primer encargado nunca imaginaría el buen rendimiento que llegaría a dar aquél joven peón primerizo.



Fuentes y Biblografía: 

- Fototeca Diputación Provincia de Huesca 
- Archivo Fotográfico Peñarroya
- Colección fotográfica de Toni Añaños Terán




viernes, 13 de junio de 2014

La vertiente forestal de la CHE

Cartel de la primera época de la CSHE con una
clara inspiración forestal. Foto: Archivo Cartagra

             Lo más habitual y normal es relacionar a la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) con el agua y los regadíos o con los ríos y embalses. De hecho es el organismo que se encarga de todos cuantos asuntos nos podamos imaginar relacionados alrededor del agua y sus diferentes aprovechamientos. Fue creada al mismo tiempo que las otras nueve confederaciones existentes en nuestro país gracias a la promulgación de un Real Decreto de 5 de marzo de 1926. Desde sus inicios la CHE ya se destacó por ser la más importante de esa decena, ya no sólo por la extensión de su cuenca, sino también por la importancia de las diferentes obras que se realizaron dentro de la misma. Esas obras fueron principalmente pantanos los cuales se construían con un doble objetivo. Por un lado modular y regular los cauces de los afluentes del río Ebro. Por otro, aprovechar de la mejor forma posible el agua retenida a través de numerosos embalses tanto para la producción hidroeléctrica como para el riego de amplias superficies de cultivos agrícolas. 


           Como consecuencia directa de la importancia con la que se dotó a este organismo desde su creación, contó con un complejo organigrama dotado de numerosas secciones. Y es aquí precisamente donde encontramos una que es básicamente la responsable del presente post. Actualmente se sigue denominando prácticamente igual que cuando fue creada la CSHE: Sección de Aplicaciones Forestales. Compuesta principalmente por técnicos formados en materias forestales tales como ingenieros de montes e ingenieros técnicos forestales. Estos contaron a su vez con la inestimable ayuda de numeroso personal de campo quienes les acompañaban siempre que salían al monte para redactar los proyectos que se les encargaba. Estos técnicos fueron básicamente los responsables de redactar los proyectos de corrección hidrológico-forestal que se aplicaron sobre numerosos cauces dentro del ámbito de actuación de este organismo. El responsable máximo de esta sección durante sus primeros años de existencia fue el ingeniero de montes Joaquín Ximénez de Embún. Los cometidos iniciales de esta sección se vieron reforzados bastantes años más tarde gracias a una Orden Ministerial de junio de 1973 la cual fijó las obligaciones de esta sección: Elaboración de estudios y trabajos de repoblación forestal, corrección hidrológico-forestal de las cuencas de los embalses y realización de los trabajos de campo necesarios para las expropiaciones que fuera menester efectuar. Desde el punto de vista estructural, esta sección ha contado desde entonces con las unidades de corrección hidrológico-forestal, viveros y plantaciones.


La Sección de Expropiaciones de la CSHE se mostró
muy activa durante los primeros años de existencia

         Y será precisamente a partir de este punto donde, tras describir el escenario general, pasaré a ocuparme de la relación concreta que históricamente ha tenido esta sección con la provincia de Huesca. La Sección de Aplicaciones Forestales de la CHE ha estado detrás de la construcción de prácticamente todos los embalses construidos en nuestra provincia. En el momento de su creación, 1926, se estaba recreciendo la presa de Arguis. En años sucesivos se construyeron los de Sta. María de Belsué (1931), Barasona (1932), Mediano (1959), Yesa (1959) (1), Canelles (1960), Santa Ana (1961), El Grado (1969), Vadiello (1971), Búbal (1971) y Lanuza (1975). Cabe recordar que para esas fechas ya estaba en funcionamiento el embalse de Sta. María de la Peña, cuyas obras se concluyeron en 1913. Fue precisamente la circunstancia de que este embalse ya llevara más de diez años construido lo que permitió comprobar el gran arrastre sólido que llevaban sus aguas. Esas primeras evidencias ya mostraban como sobre el lecho de este embalse comenzaban a verse las primeras acumulaciones de limos procedentes de las zonas erosionadas de su cabecera. De esta situación ya venía avisando desde hacía años y de forma reiterada el ilustre aragonés Joaquín Costa. Lo hizo a través de numerosas conferencias, así como artículos y libros. De alguno de ellos ya dí cuenta en este blog a principios del presente año (ver aquí).
                       

          Fue precisamente en los diferentes montes ubicados a lo largo de la cuenca de recepción del Embalse de Sta. María de la Peña donde tuvieron lugar las primeras actuaciones de la sección que nos ocupa. En 1929 la que entonces aún se conocía como Confederación Sindical Hidrográfica del Ebro (CSHE), adquirió mediante la fórmula de expropiación la Pardina Ordolés de Jaca; en 1929 también se adquirieron la Pardina Ordaniso y Blanzaco de Ena y la Pardina Fatás de Ara; en 1930 la Pardina Sabinera de Triste y la Pardina Lorés de Javierrelatre y en 1931 las Pardinas de Asqués y Bolás de Acumuer. Todas estas pardinas se expropiaron al amparo del artículo 42 del Reglamento de la Ley de Expropiación Forzosa vigente en ese momento, aprobada por el Real Decreto Ley de 23 de agosto de 1926. En años posteriores, todas estas pardinas fueron objeto de amplias repoblaciones forestales con el fin de frenar los importantes procesos erosivos detectados en numerosas laderas de todas ellas. Pero los planes inmediatos de este organismo pasaban por actuar en otras cuencas de esta provincia. Así fue como una R. O. de 21 de mayo de 1928 aprobó proyectos forestales que afectaban a las cuencas del Barranco Gabarri y Barranco Rigal en la cuenca del Embalse de Yesa; del Barranco Sarrón tributario del Embalse de Barasona; del Barranco Real en el monte de Parzán, del Barranco Foricón en montes de Plan y Gistaín; del Barranco Lasimierre en los montes de Plan y San Juan de Plan o del Barranco Glerón en monte de Arruba (La Guarguera).


Encabezado de un anuncio de expropiación 
publicado en el BOP de Huesca

       Además de las primeras repoblaciones llevadas a cabo en los anteriores montes, la CHE también ejecutó otras muchas más en otros montes de su propiedad durante los años siguientes. Entre los montes procedentes de excedentes de las expropiaciones realizadas en su momento, se repobló  total o parcialmente, en los montes de La Atalalla y Astón de Alcalá de Guerrea y Sotón-Santa Cilia, ambos en la cuenca del embalse de La Sotonera; el monte de Regué de Baldellou y en la zona urbana de Castillonroy, ambos en la cuenca del embalse de Santa Ana; en el monte de La Codera de Alcalá de Gurrea, dentro de la cuenca del embalse de Ardisa; en el monte de Gerbe y Griébal de Ainsa, incluidos en la cuenca del embalse de Mediano; monte de Murillo de Tou, también dentro de la cuenca de Mediano; en ambas orillas del embalse de Barasona incluidos en los ayuntamientos de La Puebla de  Castro y Gráus; en la cuenca del embalse de El Grado en los montes de Mipanas, Clamosa, La Penilla, Secastilla y Puy de Cinca o al pie del embalse de Vadiello. La superficie afectada por las repoblaciones forestales en cada uno de ellos no se puede precisar pues no se planto en todos los casos sobre la totalidad de la superficie. También puso en práctica una fórmula la cual le permitió repoblar en montes que no eran de su propiedad. Conocida con la denominación de Consorcio, la CHE aplicó esta modalidad en las repoblaciones que efectuó en monte de Coscojuela de Sobrarbe, Mediano o Arasanz.
Presupuesto destinado por la CSHE en 1928 a la adquisición de terrenos, instalación de viveros y repoblaciones forestales en difentes montes a su cargo, repartidos en varias cuencas oscenses.
Aspecto que presenta una de las primeras repoblaciones forestales acomentidas por la CSHE en este caso en el monte de la Pardina de Asqués y Bolás, en la cabecera del Río Aurín


Fuentes y bibliografía:

- Archivo Confederación Hidrográfica del Ebro, Zaragoza.



lunes, 9 de junio de 2014

Casbas

           La foto que nos ocupa hoy muestra una escena que bien podría servirnos para revivir un día cualquiera de un pueblo de nuestro Prepirineo antes de ser abandonado de forma definitiva: casas con sus cubiertas en perfecto estado o un grupo de vaqueros con sus vacas. Pero como sucede en algunas ocasiones, las apariencias engañan. A estas alturas del post, más de uno ya habrá adivinado que estamos ante una estampa de Casbas, ubicado sobre la orilla izquierda del Barranco e Oliván. La facha en que está tomada la misma es alrededor de 1958, momento en el cual los habitantes de Casbas ya habían abandonado el mismo. Hay que recordar en este punto que Casbas fue adquirido por el Patrimonio Forestal del Estado (PFE) a mediados de 1952, concretamente fue un 18 de junio cuando todas las partes firmaron la pertinente escritura de venta. Las primeras repoblaciones forestales sobre este monte se ejecutaron ese mismo año.

           Así pues, ninguno de los hombres que aparecen en la imagen son habitantes de este pueblo. Según he podido recabar, se trata de antiguos vecinos de Berbusa durante una parada en su ruta con las vacas hacia los pastos de verano. Este pueblo tenía en la vertiente norte de Punta Oturia una excelente zona de pastos conocida como Puerto Berbusa y ese era el lugar a donde se dirigían. Y digo antiguos vecinos porque para esas fechas el pueblo de Berbusa también estaba abandonado pues había sido adquirido por el PFE. La escritura de su venta fue firmada en Biescas en mayo de 1953 y las primeras repoblaciones forestales ya fueron efectuadas ese mismo año. 
Vista de Casbas hacia 1958 y los vaqueros de Berbusa con sus vacas camino de puerto. Foto: Julio Escartín
            Esta fotografía de Julio Escartín y conservada en la Fototeca de la Diputación Provincial de Huesca, resulta ser muy interesante pues nos muestra el aspecto original que tuvo en su día Casbas. Los tejados de losa y sus todavía esbeltas chimeneas tradicionales nos dicen que estas casas habían estado habitadas hasta hacía bien poco tiempo. De derecha a izquierda la foto nos muestra Casa Maza, Casa Piquero, Casa Aínsa, Casa Abadías y hasta la iglesia, construida en honor a Santiago Apostol. Pero si nos fijamos en lo que esta foto muestra en un segundo plano, también podremos extraer nueva información. Prestemos un poco de atención sobre las pendientes laderas encima de los pueblos de Arguisal y Escuer Alto. Se intuye fácilmente un gran número de campos abancalados sobre sendas laderas lo que nos delata la presencia en esas fechas de un buen número de habitantes en ambos pueblos. Todos esos hombres y mujeres eran a su vez los encargados de cultivar aquél importante conjunto de suertes y articas que con tanto esfuerzo y sacrificio habían conseguido robar al monte. 
 Aspecto que muestra en la actualidad el mismo encuadre de la anterior fotografía con la información recabada

        En cambio, la fotografía actual resulta totalmente deprimente. Nos muestra la desaparición de un pueblo, Casbas, aunque bien podría aplicarse y extenderse a otros muchos más de nuestra geografía Prepirenaica que corrieron similar suerte. Tal cual sucede en estos casos, se trata de una muerte anunciada desde el mismo momento en el que un pueblo es abandonado por sus habitantes. Casbas fue abandonado hace más de cincuenta años y durante este largo periodo de tiempo, las secuelas del envejecimiento no han dejado de aparecer y actuar sobre él sin reparo alguno hasta llegar a su estado actual. La foto de ahora tan sólo nos permite intuir, con algo de dificultad, el lugar dónde se levantaban las casas antes mencionadas. 

            La gran abundancia de vegetación espontánea que invade las antiguas calles de Casbas, gabarderas y zarzas principalmente, son el mal menor en este contexto de desolación. La ausencia continuada tanto de personas como de ganado, ha favorecido en gran medida su proliferación, y así, sobre el campo de Casa Maza que aparece en la fotografía, han crecido hasta varios fresnos. El suelo de este campo también presenta un pasto empobrecido por la falta de la acción del diente del ganado ovino o vacuno. Pero el verdadero problema, si bien este ya ha dejó de serlo hace muchos años, fue la aparición de goteras en los pesados tejados de losa. Esas goteras afectaron poco a poco a la estructura de madera que sostenía aquellas cubiertas hasta que algún costero acabó cediendo. Pocos años después, la lluvia y la nieve permitieron la rotura de nuevos costeros hasta que finalmente acabó cediendo la pieza sobre la que se apoyaban todos ellos, el cernillón. A partir de ese momento los pisos interiores, soportados igualmente por vigas de madera, seguirían los mismos pasos. Tras no muchos años, todas las casas de Casbas acabaron hundiéndose y adquiriendo un aspecto de ruina total. Por si fuera poco, a principios de los años 90 del pasado siglo, aquellas ruinas aún sufrieron un nuevo episodio que también contribuyó a su estado actual. Parte de sus ruinas fueron expoliadas por un constructor de la zona quien extrajo ilegalmente varios camiones de piedra para forrar con ellas las fachadas de algunas obras que por esas fechas se construían en el Valle de Tena. 
Más de cincuenta años separan a esta foto de la anterior
           Retomando el argumento ya mencionado de la vegetación, la foto actual todavía nos permite hacer un par de nuevas reflexiones al respecto. Los campos referidos de Arguisal y Escuer Alto ya no pueden verse en la actualidad pues están ocupados por sendas repoblaciones forestales acometidas en su día por el Patrimonio Forestal del Estado (PFE). La que mejor se aprecia es la repoblación efectuada sobre el monte Cruzola de Escuer, el cual fue repoblado por el PFE a partir de 1956 mediante la fórmula del consorcio. Por otro lado, si nos fijamos con detenimiento en la base de las tascas del puerto de Yosa o de la Punta Burrambalo, ambas en Sobremonte, también podremos comprobar el avance del bosque. En este caso se trata de un crecimiento espontáneo y natural, amparado principalmente en una disminución de la presión tanto ganadera como humana sobre esos bosques durante las últimas décadas. Quien desee conocer más información sobre las repoblaciones forestales acometidas por el PFE en esta comarca altoaragonesa puede hacerlo pinchando aquí o visualizando el documental que realicé en 2007 titulado Pinos y Penas en tiempos del Patrimonio. Para concluir decir que si he señalizado en las fotos la ubicación de dos pequeños cajicares, el de Forcons en Oliván y el de Zercosa en Escuer Alto es porque ambos se merecen un comentario. La experiencia acumulada por muchas generaciones ha permitido conservar cerca de los pueblos pequeñas manchas de arbolado en el que poderse suministrar de leña para uso doméstico. No debemos olvidar que este ha sido el único combustible que se ha empleado en el Pirineo tanto para calentarse, para cocinar, como para calentar el horno donde cocer el pan. Incluso como sucedió en los cajicares de Oliván y Berbusa, la madera de cajico también se usó para elaborar carbón vegetal.



Fuentes y bibliografía:

- Mi especial agradecimiento a Yasmina Montenegro por recabar información entre su familia tantas veces como se lo solicité. 

- Fototeca de la Diputación Provincial de Huesca.