En este nuevo post recurro a otra fotografía realizada por Julio Soler
Santaló, perteneciente al archivo fotográfico del Centre Excursionista
de Catalunya. Nada
más compararla con la realizada por mi, una sensación agridulce recorre
todo mi cuerpo. Ambas tomas están separadas por alrededor del centenar
de años,
aunque ciertamente, lo que en verdad contribuyó a desfigurar por
completo el
aspecto original, no hace tanto tiempo que sucedió. Se trata como más de
uno ya
se habrá imaginado a esta altura del párrafo, de la construcción del
Embalse de
Lanuza. Este acabó inundando todo el fondo del valle por donde discurría
el Río
Gállego, así como los fértiles campos de Suscalar,
al sur de Sallént de Gállego. En total se inundaron unas 114 Ha que permiten a
este embalse retener un máximo de 16,86 m³ de agua pirenaica cien por cien. Se trata
de las aguas captadas por las cabeceras del Río Gállego y la del Río
Aguaslimpias.
Las expropiaciones forzosas de los terrenos a
inundar se iniciaron en 1961 y obligaron que en los años siguientes abandonaran
el pueblo de Lanuza cerca de 150 habitantes que ocupaban más de una veintena de
diferentes casas. Todos ellos acabaron diseminándose por diferentes localidades
de la provincia de Huesca principalmente. Los últimos vecinos en abandonar
Lanuza lo hicieron en 1978 pues a principios de mayo de 1976, se cerraron las
compuertas de fondo de esta presa. A partir de ese momento el nivel del agua
embalsada ya no dejó de subir hasta inundar un buen número de construcciones de
la parte inferior de este pueblo. Inicialmente, la oposición de los vecinos de
Sallent de Gállego pues su cementerio también iba a ser inundado, demoró temporalmente el llenado completo dentro de los
plazos previstos. Finalmente,como
siempre ha pasado en esta país en estos casos, el embalse fue
inaugurado
a bombo y platillo en 1980. Tras el llenado total de mismo, en 1988 se
inició un largo proceso de reversion iniciado a instancias de los
antiguos vecinos de Lanuza. Aquél proceso y las consecuencias del mismo
serán tratados en un futuro post pues bien merecen ser contados con algo
más de detalle que una simple mención de pasada. La
regulación del cauce del Río Gállego por medio de este embalse, así como por el
construido aguas abajo en Búbal o el de La Peña, se conformaron en la piedra
angular para el sistema de riegos de la parte central e inferior de la
provincia oscense. Sobra decir aquí que, desgraciadamente, esta ha sido siempre la política estatal: agua pal llano a costa del paisano (el de la montaña).
Qué
poco se imaginaban los vecinos de Lanuza y Sallent que este embalse acabaría
convirtiéndose con el paso de los años en un reclamo publicitario para atraer
turistas al Valle de Tena. La imagen de las aguas retenidas del Embalse de
Lanuza en primer plano custodiadas por la pétrea cumbre de la Peña Foratata, ha
sido utilizada de forma masiva por diferentes administraciones así como por
empresas ligadas al sector servicios, hostelería o turismo. Seguro que tampoco
ninguno de esos vecinos llegaría a pensar en ningún momento que la orilla de
este embalse sería el lugar escogido para instalar el escenario flotante del
festival veraniego conocido como Pirineos Sur. Desde sus inicios allá por 1992,
por el mismo han pasado infinidad de grupos y artistas musicales de todo el
mundo ofreciendo al público estilos y géneros musicales de lo más dispares.
Tampoco han faltado críticas de los vecinos de Lanuza por el dinero
invertido en construir un graderío fijo para el público en vez de dedicarlo a ayudar en la
rehabilitación final del pueblo de Lanuza o en la mejora sus servicios.
Interpretación de la misma toma en la actualidad donde pueden apreciarse algunos cambios muy evidentes mientras que otros requieren algo más de observación |
Seguramente
que tampoco llegarían a pensar que algún día podrían subir hasta los pastos y tascales de
Sierraplana con un vehículo a
motor
gracias de una larga pista forestal construida en la segunda mitad del
pasado
siglo. Habría que preguntárselo a las mujeres de Lanuza quienes debían
subir caminando hasta este paraje diariamente para ordeñar las vacas que
allí pastaban. Despúes, una vez concluido el ordeño les tocaba bajar de
nuevo hasta Lanuza con la lechera a cuestas. Sólo de pensarlo me duelen
las piernas...Y aún imaginarían
menos que allí arriba construirían una gran torre metálica que
facilitaría a casi todos los vecinos de la Bal de Tena, todo tipo de
telecomunicaciones como diferentes frecuencias de radio, de televisión y
telefonía digital. Cómo iban a pensar aquellos hombres y mujeres en
estas historias digitales cuando ellos sólo conocían que la tecnología
manual, bastante
tenían con cumplir con las obligaciones rutinarias del día a día.
Aspecto que presenta la cubeta del Embalse de Lanuza en la actualidad donde se intuye claramente el nivel máximo que alcanza el agua embalsada |
La
presencia prácticamente continua de una lámina de agua, que en su cota de máxima
profundidad llega a alcanzar cerca de 70 metros, ha permitido la
desaparición de toda la vegetación que crecía en los campos y márgenes de la zona de Suscalar. El nivel bajo del agua nos permite intuir la ubicación de los antiguos campos así como contemplar el
color de la tierra pelada. En
nada se parece a la escena con los numerosos fajos de cereal
que aparecen en la foto original de Soler Santaló, diseminados en
varios campos y listos para ser llevados a la trilladora. Si damos un
paseo por la cola del embalse en estas condiciones, aún podremos
observar algún que otro tocón medio descompuesto perteneciente a los
abundantes chopos que se muestran en la foto del catalán. En
cambio,
la vegetación que ha quedado fuera del alcance del agua y también al
margen de
la intervención humana, ha seguido creciendo y extendiéndose. Este es el
caso del
bosque de abedules que crece en la ladera frente a Lanuza, asentado
sobre
antiguos campos que dejaron de ser aprovechados hace más de una
treintena de años. Los
muros de piedra que delimitaban todas esas fincas se han venido abajo en
su
mayoría aunque los más sólidos y robustos todavía logran mantenerse en
pie a pesar del
paso del tiempo y del embite del agua.
Son ya demasiados años sin que nadie se haya ocupado de reparar
paredes y portillos, de cortar hierba y secarla al sol o de atar fajos de cereal con vencejos en los campos de Suscalar.
A pesar de eso, cada vez que desaparece temporalmente la lamina de agua
y contemplo lo que oculta la misma, siempre tengo la sensación de que
tanto la hierba como los árboles siguen allí esperando una nueva
oportunidad para volver a medrar con todo vigor y esplendor. Será que
echo a faltar el color verde, o quizás sea mi subconsciente traicionero que preferiría seguir viendo este valle como antaño...
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