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domingo, 20 de abril de 2014

Lanuza

          En este nuevo post recurro a otra fotografía realizada por Julio Soler Santaló, perteneciente al archivo fotográfico del Centre Excursionista de Catalunya. Nada más compararla con la realizada por mi, una sensación agridulce recorre todo mi cuerpo. Ambas tomas están separadas por alrededor del centenar de años, aunque ciertamente, lo que en verdad contribuyó a desfigurar por completo el aspecto original, no hace tanto tiempo que sucedió. Se trata como más de uno ya se habrá imaginado a esta altura del párrafo, de la construcción del Embalse de Lanuza. Este acabó inundando todo el fondo del valle por donde discurría el Río Gállego, así como los fértiles campos de Suscalar, al sur de Sallént de Gállego. En total se inundaron unas 114 Ha que permiten a este embalse retener un máximo de 16,86 m³ de agua pirenaica cien por cien. Se trata de las aguas captadas por las cabeceras del Río Gállego y la del Río Aguaslimpias.


         Las expropiaciones forzosas de los terrenos a inundar se iniciaron en 1961 y obligaron que en los años siguientes abandonaran el pueblo de Lanuza cerca de 150 habitantes que ocupaban más de una veintena de diferentes casas. Todos ellos acabaron diseminándose por diferentes localidades de la provincia de Huesca principalmente. Los últimos vecinos en abandonar Lanuza lo hicieron en 1978 pues a principios de mayo de 1976, se cerraron las compuertas de fondo de esta presa. A partir de ese momento el nivel del agua embalsada ya no dejó de subir hasta inundar un buen número de construcciones de la parte inferior de este pueblo. Inicialmente, la oposición de los vecinos de Sallent de Gállego pues su cementerio también iba a ser inundado, demoró temporalmente el llenado completo dentro de los plazos previstos. Finalmente,como siempre ha pasado en esta país en estos casos, el embalse fue inaugurado a bombo y platillo en 1980. Tras el llenado total de mismo, en 1988 se inició un largo proceso de reversion iniciado a instancias de los antiguos vecinos de Lanuza. Aquél proceso y las consecuencias del mismo serán tratados en un futuro post pues bien merecen ser contados con algo más de detalle que una simple mención de pasada.  La regulación del cauce del Río Gállego por medio de este embalse, así como por el construido aguas abajo en Búbal o el de La Peña, se conformaron en la piedra angular para el sistema de riegos de la parte central e inferior de la provincia oscense. Sobra decir aquí que, desgraciadamente, esta ha sido siempre la política estatal: agua pal llano a costa del paisano (el de la montaña).
Aspecto que presentaba a principios de Siglo XX el valle entre Sallént de Gállego y Lanuza. Foto: Julio Soler Santaló perteneciente al fondo de la Fototeca de la Diputación Provincial de Huesca. El original está depositado en el Archivo Fotográfico del Centre Excursionista de Catalunya

        Qué poco se imaginaban los vecinos de Lanuza y Sallent que este embalse acabaría convirtiéndose con el paso de los años en un reclamo publicitario para atraer turistas al Valle de Tena. La imagen de las aguas retenidas del Embalse de Lanuza en primer plano custodiadas por la pétrea cumbre de la Peña Foratata, ha sido utilizada de forma masiva por diferentes administraciones así como por empresas ligadas al sector servicios, hostelería o turismo. Seguro que tampoco ninguno de esos vecinos llegaría a pensar en ningún momento que la orilla de este embalse sería el lugar escogido para instalar el escenario flotante del festival veraniego conocido como Pirineos Sur. Desde sus inicios allá por 1992, por el mismo han pasado infinidad de grupos y artistas musicales de todo el mundo ofreciendo al público estilos y géneros musicales de lo más dispares. Tampoco han faltado críticas de los vecinos de Lanuza por el dinero invertido en construir un graderío fijo para el público en vez de dedicarlo a ayudar en la rehabilitación final del pueblo de Lanuza o en la mejora sus servicios.
 Interpretación de la misma toma en la actualidad donde pueden apreciarse algunos cambios muy evidentes mientras que otros requieren algo más de observación

           Seguramente que tampoco llegarían a pensar que algún día podrían subir hasta los pastos y tascales de Sierraplana con un vehículo a motor gracias de una larga pista forestal construida en la segunda mitad del pasado siglo. Habría que preguntárselo a las mujeres de Lanuza quienes debían subir caminando hasta este paraje diariamente para ordeñar las vacas que allí pastaban. Despúes, una vez concluido el ordeño les tocaba bajar de nuevo hasta Lanuza con la lechera a cuestas. Sólo de pensarlo me duelen las piernas...Y aún imaginarían menos que allí arriba construirían una gran torre metálica que facilitaría a casi todos los vecinos de la Bal de Tena, todo tipo de telecomunicaciones como diferentes frecuencias de radio, de televisión y telefonía digital. Cómo iban a pensar aquellos hombres y mujeres en estas historias digitales cuando ellos sólo conocían que la tecnología manual, bastante tenían con cumplir con las obligaciones rutinarias del día a día. 
Aspecto que presenta la cubeta del Embalse de Lanuza en la actualidad donde se intuye claramente el nivel máximo que alcanza el agua embalsada

          La presencia prácticamente continua de una lámina de agua, que en su cota de máxima profundidad llega a alcanzar cerca de 70 metros, ha permitido la desaparición de toda la vegetación que crecía en los campos y márgenes de la zona de Suscalar. El nivel bajo del agua nos permite intuir la ubicación de los antiguos campos así como contemplar el color de la tierra pelada. En nada se parece a la escena con los numerosos fajos de cereal que aparecen en la foto original de Soler Santaló, diseminados en varios campos y listos para ser llevados a la trilladora. Si damos un paseo por la cola del embalse en estas condiciones, aún podremos observar algún que otro tocón medio descompuesto perteneciente a los abundantes chopos que se muestran en la foto del catalán. En cambio, la vegetación que ha quedado fuera del alcance del agua y también al margen de la intervención humana, ha seguido creciendo y extendiéndose. Este es el caso del bosque de abedules que crece en la ladera frente a Lanuza, asentado sobre antiguos campos que dejaron de ser aprovechados hace más de una treintena de años. Los muros de piedra que delimitaban todas esas fincas se han venido abajo en su mayoría aunque los más sólidos y robustos todavía logran mantenerse en pie a pesar del paso del tiempo y del embite del agua.

            Son ya demasiados años sin que nadie se haya ocupado de reparar paredes y portillos, de cortar hierba y secarla al sol o de atar fajos de cereal con vencejos en los campos de Suscalar. A pesar de eso, cada vez que desaparece temporalmente la lamina de agua y contemplo lo que oculta la misma, siempre tengo la sensación de que tanto la hierba como los árboles siguen allí esperando una nueva oportunidad para volver a medrar con todo vigor y esplendor. Será que echo a faltar el color verde, o quizás sea mi subconsciente traicionero que preferiría seguir viendo este valle como antaño...

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