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martes, 12 de noviembre de 2013

El factor humano (II)



       El siguiente colectivo al que me referiré en este post es el conformado por los Guardas Forestales. Se trata de un colectivo por el cual siento especial afinidad pues no en vano desde hace más de veintitantos años tengo la suerte de formar parte del mismo. Esos hombres jugaron un papel muy activo en todas las obras de hidrología que se realizaron en el Pirineo aragonés. Se trató en la práctica totalidad de los casos de hombres que vivían, si no a pie del tajo, sí muy próximos al lugar donde se ejecutaban los trabajos. Esa circunstancia siempre les supuso un doble compromiso. 
Aspecto de algunos Guardas Forestales de Huesca del primer tercio del siglo XX. Foto: Archivo Cartagra
          Por un lado, su residencia tan próxima al punto donde se ejecutaban los trabajos, le suponía una mayor responsabilidad en el caso de que surgiera cualquier problema. De suceder así, él debía estar informado lo antes posible de cualquier incidencia así como saber en todo momento como debía actuar. Por otro lado, esa misma proximidad a la obra, era la que hacía que su responsabilidad todavía fuera mayor frente al ingeniero. Estos hombres, en ausencia del ingeniero director de la obra, se convertían en los ojos de aquél. Debían comunicar rápidamente cualquier incidencia y lo tenían que hacer por escrito. Así pues, mientras le llegaban las nuevas instrucciones, también por escrito, él debía tener un plan alternativo en el que emplear al personal a su cargo para intentar minimizar el retraso.

Viejos teléfonos forestales en deshuso. Foto: Archivo Cartagra
           La ausencia de teléfonos durante la primera mitad del siglo XX les obligó en muchas ocasiones a tener que improvisar. Eso suponía que todos los que ocuparan el puesto de Guarda debían saber tanto leer como escribir. Hay que precisar que, remontándonos al periodo antes referido, en el medio rural todavía era relativamente común la existencia de personas analfabetas. Sobre una cuartilla de papel y dotados en muchos casos de una caligrafía casi ilegible, conseguían dar parte sobre el estado de las obras en cuestión. Eran cartas poco extensas, que apenas entraban en el detalle de las cosas y donde la líneas de texto no siempre aparecían horizontales ni equidistantes. En cambio, las cartas que recibían del puño del ingeniero presentaban un aspecto más pulido y una letra regular que ponían en evidencia la formación de unos y otros. La llegada de los teléfonos al mundo forestal supuso toda una serie de ventajas para el personal forestal. Alguno de los primeros aparatos fueron instalados en la casa forestal de Biescas. Pero su capacidad para saber escribir también les sirvió para llevar al día el libro de operaciones. Se trataba de una especie de libro diario en el que tenían que anotar el cometido del servicio realizado día a día. Ese libro era revisado periódicamente por el Ingeniero de Montes quien, a la vista del mismo, le hacía cuantas sugerencias creía oportunas. Seguro que no debieron faltar casos en los que se les recomendaría una mejor caligrafía.

Seguro que el caballo del malo era algo más lozano que
 el de este Guarda Forestal. Foto: Archivo Cartagra

     Pero donde aquellos hombres eran verdaderamente capaces de demostrar su valía era generalmente lejos de la pluma y del tintero. Pocos debían ser los ingenieros que una vez que echaban a andar, sobre todo si era ladera arriba, pudieran seguirles el paso. Sabedores de ese extremo y de su poca costumbre para caminar por tortuosos caminos, los ingenieros casi siempre solían desplazarse en alguna caballería local. El temple y la capacidad de esfuerzo siempre se encontraron entre las principales aptitudes de los guardas pues sin la primera condición era difícil que se diera la segunda. Algunos, los más afortunados, llegaron a disponer de una caballería, algún macho o yegua de escaso porte, que les facilitaba enormemente los desplazamientos. En algunos casos hasta se les llegó a pagar una pequeña cantidad de dinero para el mantenimiento de la caballería. La gran mayoría sin embargo siempre se desplazaron durante aquellos años a pie. Eso sí, acompañados de su tercerola o su carabina, un arma larga que durante el primer tercio del siglo XX se constituyó en una parte indisoluble de la imagen del Guarda Forestal por estos montes pirenaicos.

        A pie o a caballo, recorrieron tantas veces como fue necesario caminos y sendas que les llevaban hasta donde se realizaban las obras, hasta los viveros volantes instalados en medio del monte o hasta los lugares que fuera menester. Hablando de viveros hay que decir que en muchos casos alguno de estos hombres fue también el responsable del correcto funcionamiento de esta instalación. Esto quiere decir que él era el encargado de buscar la mano de obra necesaria para conseguir la optima preparación de la tierra del vivero, de la tierra de las eras o de la siembra en la época adecuada. En muchos casos también les tocó ir a buscar, solos o acompañados, semillas por los bosques de los alrededores. La obtención de planta suficiente para afrontar las repoblaciones previstas se debía en gran medida a la diligencia del Guarda Forestal de turno encargado de dicha instalación.
Guardas Forestales frente a las eras de un vivero de abeto en el monte de Canfranc. Foto: Archivo Cartagra
           Pero además de cuanto hasta ahora se ha señalado, los Guardas Forestales también participaban en otras fases de los trabajos de corrección hidrológico-forestal. Debían saber en qué parte del monte había buenos troncos de boj o de cajico así como salzeras largas para confeccionar los enfajinados; dónde poder extraer planchas de tasca para preparar encespedamientos sin provocar procesos erosivos irreversibles o dónde extraer buena piedra y con el menor esfuerzo posible. Todo este tipo de actuaciones que los ingenieros incluían en sus proyectos previos, de poco habrían servido si luego todo el material necesario hubieran tenido que traerlo desde lejos pues los presupuestos previstos habrían quedado rápidamente desfasados. Así pues, el conocimiento detallado que aquellos hombres solían tener del cuartel o montes que tenían asignados, resultó ser siempre una ventaja para la buena marcha de los trabajos.  

Guarda Forestal en el vivero de Arratiecho de 
Biescas hacia 1910. Foto: Archivo Cartagra.
          Aunque en verdad, sus cometidos iban más allá de los propios trabajos de hidrología pues de forma simultánea debían hacerse cargo de otras funciones y cometidos inherentes a su condición de agente de la autoridad. Tenían que tener un buen oído, tanto en el monte, el pueblo o en la tasca, para intentar averiguar quién había cortado unas vigas de pino escuadradas con astral que había localizado en el fondo de un barranco o de dónde había podido salir la leña con la que un fulano había recrecido el leñero de su casa. A falta de escopetas la gente siempre usó los lazos y la ausencia de cañas y vocación de pescador fino siempre se suplió con un buen tresmallo. Que los ganados locales o foráneos pastaran solamente en los lugares que podían hacerlo fue otro de sus cometidos habituales. En todas esas situaciones y otras muchas más, la perspicacia del Guarda Forestal siempre resultó vital para combatir al furtivo, el pastoreo ilegal o el robo de leñas y madera. Hubo muchos de aquellos hombres que supieron llevar aquella perspicacia mucho más allá y consiguieron llevar a la práctica aquél dicho de que el miedo guarda a la viña. Recurrieron a trucos como colocar una vieja chaqueta sobre una mata o una rama para que la meciera ligeramente el viento y bien visible desde lejos de forma que quien la localizara pensara que era el forestal en persona. Otros colocaban de forma precisa e intencionada ramas en los pasos estrechos para saber si alguien había transitado por esa senda o no.

            Y fue precisamente este cometido de carácter coercitivo el que siempre acarreó más de un problema a aquellos abnegados hombres. La incomprensión de unos, la necesidad de otros, la avaricia de unos pocos o las duras condiciones de vida durante aquellos años, siempre jugaron en su contra. En el ámbito de los trabajos de hidrología abordados hasta ahora y en la documentación consultada para su confección, no me ha aparecido ninguna situación de acoso o persecución sobre estos hombres. Pero desgraciadamente, la historia de este colectivo está salpicada de tales situaciones. También de otras aún más graves como han sido las numerosas agresiones que se han llegado a producir y que en más de un caso hasta supusieron la muerte del agredido (1). Ni la bandolera de cuero cruzada sobre su pecho en la que portaba una chapa de bronce con la inscripcción de Guarda Forestal y el organismo al que pertenecía, ni el arma larga que tenían asignada, sirvieron en algunos casos para evitar dichas agresiones.
Guardas Forestales de la 6ª División Hidrológico-Forestal destinados en Biescas. 
Foto: Colección Tomás Ayerbe

         Obviamente, y como pasa en todos los colectivos, también quienes se aprovecharon de su condición y no dudaron en abusar de ella. Hubo quienes se convirtieron en redomados furtivos que persiguieron alimañas para vender sus pieles o quienes no tuvieron ningún reparo en hacer leña donde se les antojara. Pero qué le vamos a hacer, las sombras del bosque dan cobijo a todos y dentro de él sólo cada uno es reponsable de sus actos. Pero al margen de lo dicho, la trayectoria de este colectivo ha cumplido ya más de 135 años en los que ha demostrado una dedicación y una capacidad increible. Se trata sin lugar a dudas, de uno de los colectivos más vocacionales de cuantos conozco y eso acaba dejándose notar en la labor realizada. A muchas personas el bosque no les deja ver el árbol. Estos hombres sin embrago, con su defensa del árbol siempre perseguieron como objetivo final alcanzar un aumento del bosque.
Hombres anónimos que con su abnegada labor contribuyeron a la ejecución de numerosas obras forestales.
Foto: Archivo Cartagra
          A modo de conclusión y aprovechándome de mi condición de ser parte interesada, quiero concluir este post haciendo un reconocimiento publico a la labor abnegada, constante y discreta de estos hombres. Hombres que pertenecieron a un colectivo no siempre justamente valorado y que desempeñó su cometido en unas circunstancias que en poco o nada se parecen a las actuales. Guardas Forestales que debieron serlo aun a pesar de la incomprensión de la mayoría de la población rural y de la sociedad española en general. Los más de 136 años de existencia de este colectivo bien se merecen un respeto de la actual sociedad. Esta es mi pequeña y personal aportación. Quien quiera conocer con más detalle cualquier aspecto sobre la historia de este colectivo lo tiene fácil. Puede hacerlo consultando el libro que se incluye en la reseña bibliográfica inferior, el cual dá la casualidad, lo escribí yo mismo tras más de diez años de investigación.


Fuentes y bibliografía:

- (1): La Guardería Forestal en España; Carlos Tarazona Grasa. Editorial Lumwerg; Madrid, 2.002

2 comentarios:

  1. Enhorabuena por tu nuevo blog!!
    http://historiaforestaldeillesbalears.blogspot.com.es/2013/11/el-blog-de-carlos-tarazona-esmemoriaus.html

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  2. Muchas gracias, te animo a que lo sigas y a que te suscribas como miembro del mismo. Yo haré lo propio con tu blog el cual voy visitando de vez en cuando.
    A plantar fuerte...
    Carlos

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