sábado, 21 de diciembre de 2013

Un onso de cuento

            La fiestas navideñas están a punto de desbordarnos y con ellas ese espíritu propio al que casi siempre se hace referencia. Ese que nos cuenta que es la época en la que todos debemos ser y estar felices -a pesar de la que está cayendo-, mostrarnos generosos para con los demás -aunque te estén puteando-, olvidar rencillas y no sé cuantas cosas más. A pesar de que uno ya empieza a pintar canas y que los cuentos navideños hace años que los dejé atrás, por esta vez y sin que sirva de precedente, me voy a dejar imbuir por el susodicho espíritu navideño. Y lo voy a hacer de tal forma que a través del presente post me voy a atrever a contaros un cuento, sí, navideño? también. La ocasión bien merece la pena, al menos así me lo parece a mí. Será porque soy parte interesada? pues seguro que sí. Pero me da igual que para eso escribo en mi blog y no tengo -por suerte- a nadie que me censure su contenido.


Carátula del documental sobre Camille
            El cuento en cuestión está basado en el contenido de mi último trabajo audiovisual, un documental titulado Camille, el último oso autóctono del Pirineo, el cual fue presentado en noviembre de 2012. Del mismo se realizó posteriormente una versión en aragonés la cual fue presentada oficialmente en Zaragoza el pasado mes de octubre de 2013, bajo el título de Camille, o zaguer onso autotono d'os Perineus. No entraré a detallar el contenido del mismo aquí pues entiendo que su título da bastantes pistas al respecto. 


      Pues resulta que por una serie de circunstancias que acabarían siendo un tanto largas de explicar aquí, este documental fue visualizado por una niña zaragozana de nueve años llamada Izarbe. Pocas fechas después de haberlo visto, en el Colegio Cesaraugusta que es donde ella estudia, convocaron el típico concurso de cuentos navideños. Izarbe, a quien conozco desde hace ya unos cuantos años, decidió presentarse al mismo con un precioso cuento en el que mezcla ese manido espíritu navideño con una increíble sensibilidad que ya quisiéramos tener cualquiera de los demás mortales adultos. Del contenido de este cuento emana también esa impronta inocente que sólo una niña de su edad es capaz de conferir a un cuento. Me consta que Pili, su madre, la ayudó a resolver alguna duda que otra conforme Izarbe iba dando forma y contenido al mismo.


            Debo confesar que cuando Nacho, el padre de Izarbe, me envió el cuento me hizo mucha gracia semejante ocurrencia. En verdad era lo último que me esperaba. Para nada había imaginado que alguien pensara en el oso Camille como protagonista de un cuento navideño. Pero conforme leía las primeras líneas, noté como la sonrisa inicial de mi rostro iba tornándose en un gesto más serio y tenso. No me duele reconocer que al final de su lectura acabé hasta emocionándome. Y podéis estar seguros que no fue porque Izarbe decidiera por su cuenta y riesgo incluirme en este cuento como personaje. Fue algo más importante y trascendente que eso. Debió ser esa mezcla de sorpresa, de ingenuidad y sensibilidad o de no sé que más, lo que provocó en mi aquella reacción. 
Izarbe tras recoger el diploma acreditativo del premio conseguido

            Espero que a todos l@s que lo leáis os provoque una reacción similar, o cuando menos, no os deje indiferentes. Aquí va el estupendo cuento de Izarbe:

 LA   NAVIDAD   CON   CAMILLE


Camille era el último oso del Pirineo. Hasta hacía pocos años vivía con su extensa familia de 30 miembros (padres, hermanos, abuelos, tíos, primos, etc). Pero todos habían ido muriendo por el frío, por el hambre y sobre todo por la persecución del hombre que se había dedicado a disparar y a colocar cepos para cazar osos. 


Eso hizo que Camille cada vez fuera más desconfiado. En cuanto olía a hombre aunque fuera a kilómetros de distancia salía despavorido.


En ese mismo Pirineo vivía, Carlos, un agente de protección de la naturaleza cuya mayor ilusión era encontrarse con el ultimo oso del Pirineo. Para eso ponía cámaras de video agarradas en los árboles y pasaba noches enteras buscando al Oso.


         El día de Navidad, Carlos antes de comer, pensó en dar una vuelta por el bosque para coger piñas para adornar la mesa. Cuando estaba a punto de volver a casa oyó un quejido lejano. Así que empezó a seguir el sonido que había escuchado, sin pensar en la hora que era (sólo faltaba una hora para que toda la familia fuera a su casa a comer).


Comenzó a subir por la Senda de Izarbe, por donde Carlos sabía que había muchos animales. Cuando ya había recorrido cinco kilómetros, vio que algo se movía entre las ramas, algo muy grande y además peludo. Así que se armó de valor y se acercó al árbol donde había visto que se movían las ramas. Cuando estaba a un paso del árbol vio a Camille, que tenía una pata sangrando agarrada en un cepo. 


Carlos tenía miedo de que al estar herido Camille le atacara, pero sorprendentemente Camille parecía que le sonreía. ¿Cómo podía ser que un oso le sonriera? ¿Estaría viendo visiones? ¿Estarían soñando? ¿Habría comido mucho turrón en Noche Buena y le habría sentado mal?.


Carlos, con mucho miedo, se acercó al él y sacó de su mochila una venda y agua oxigenada. El oso alargó la pata para que le curara. Lo que pasaba era que Carlos había estado tantas veces cerca de Camille sin saberlo, que conocía el olor de Carlos y sabía que era bueno.


Mientras tanto la familia de Carlos estaba preocupada porque no volvía, así que todos salieron a buscarlo por el monte, sus gritos llegaron hasta Carlos y Camille y el oso se asustó y salió corriendo.


Cuando la familia encontró a Carlos éste les contó lo que había pasado y todos decidieron que a partir de ese momento el día de Navidad saldrían en busca de Camille. Y Camille debió pensar lo mismo, porque desde entonces todas las Navidades se encuentran en la Senda de Izarbe, Carlos, su familia y Camille y allí comen miel (que es lo que más le gusta al oso), turrón, mazapán y dátiles. Y si vais por esa Senda el día de Navidad encontraréis una celebración Navideña muy original, donde el hombre y el oso por fin son amigos.


                                                                                Izarbe López Villellas


            Y qué me decís de la conclusión?... un lugar donde el hombre y el oso por fin sean amigos¡¡¡¡ Ójala el espíritu navideño se vendiera en cápsulas y se lo pudiéramos recetar a más de un talibán perinenco de esos que ni tan siquiera están dispuestos a hablar y reconocer lo que siempre ha venido sucediendo en el Pirineo: la convivencia "normal" entre hombres y osos. Me temo que si eso llegara a hacerse realidad dicho espíritu sería de todo menos navideño pues perdería su esencia como tal así como su capacidad de transformar a las personas.



PD:  Por cierto, Feliz Navidad y un venturoso 2014 a quienes osáis leer este blog. 
        Un abrazo de onso para tod@s.