miércoles, 16 de diciembre de 2015

Aurelio Azón Sampietro



          Aprovechando la coyuntura que me ofrecen las últimas entradas de la sección de Memoria Forestal, he creído oportuno dar continuidad al tema pero ahora desde esta otra sección de Memoria de Piel.  Los dos últimas entradas de la Memoria Forestal estuvieron dedicadas a La Emigración Forestal y a La Compra de Pueblos y sus Montes por parte del Patrimonio Forestal del Estado. Así pues, el presente post mantiene una estrecha relación con lo contado en los post antes referidos y servirá para poner rostro y nombre a uno de los muchísimos afectados de aquellos años.
Visita familiar a Casa Franco de Ainielle a finales de los años 80 del siglo pasado. Foto: Cristina Azón
           Aurelio es una de tantas personas que nació y vivió parte de su infancia en el mismo pueblo donde lo habían hecho todas las anteriores generaciones de su familia. Pero el destino guardaba para él, al igual que para el resto de personas afectadas por la política forestal española de aquellos años, un destino bien diferente para el resto de su vidas. Aurelio nació allá por 1929 en el seno de Casa Franco de Ainielle y fue el segundo de tres hermanos. Apenas tuvo tiempo de aprender los caminos y veredas de Ainielle pues en 1951, con 12 años, ya marchó del pueblo. Mientras sus padres pasaban sus últimos años en Ainielle, su hermano Emilio marchó a Ontinar del Salz (Zaragoza) donde obtuvo un lote de tierra como colono. Al poco tiempo ya bajó hasta ese pueblo el resto de hermanos y padres, incluido Aurelio.

          Pero nuestro hombre antes de marchar al sur ya estuvo trabajando en Sabiñánigo como ayudanteven la carnicería La Montañesa. No duró mucho pues al poco tiempo se afirmó como criáu en Casa Ipiens de Biescas. Allí estuvo, junto con otros ocho empleados más, atendiendo entre otras cosas, las más de 150 mulas que por esas fechas tenían en esa casa. Allí siguió trabajando duro hasta que le tocó incorporarse al servicio militar el cual, afortunadamente para él, lo realizó en la Escuela Militar de Montaña de Jaca. A su conclusión ya no regresó a Biescas si no que lo hizo a otro pueblo más cerca de Ainielle. En concreto fue a servir a Casa Malláu de Susin donde fue contratado por Gabriel Villacampa. Poco tiempo después Aurelio decidió que ya era hora de acudir junto a los suyos y se fue para Ontinar del Salz.
Aurelio Azón durante la entrevista que le realicé en su casa de Ontinar del Salz. Foto: Archivo Cartagra

           Hasta ese pueblo de colonización habían emigrado casi de forma simultánea hasta cuatro casas diferentes de Ainielle. Según Aurelio por esas fechas trabajaba en la dependencias del Instituto Nacional de Colonización -INC- una mujer cuyos padres descendían de Casa Juan de Ainielle. Fue precisamente esa mujer la que comunicó a algún vecino de Ainielle la posibilidad de conseguir una plaza de colono en alguno de los nuevos pueblos construidos por ese organismo oficial. Aunque alguien pueda pensar que aquellas familias tuvieron mucha suerte, la realidad se encargó de mostrar lo contrario. La dureza de los primeros años como colono en aquellas tierras incultas quedó puesto de manifiesto por las malas cosechas obtenidas. La alta salinidad de las mismas o las inacabadas obras de la red de acequias de riego tuvieron mucho que ver en la marcha de hasta dos de esas familias llegadas desde Ainielle. Decidieron probar suerte en otro lado y así fue como una marchó a Monzón y otra a Sabiñánigo, donde la pujanza industrial de ambos núcleos ofrecían abundantes posibilidades de empleo en esas fechas.


         Finalmente Aurelio se asentó también en Ontinar de Salz donde ayudó a cultivar las tierras de su hermano Emilio. En 1955 el Instituto Nacional de Colonización sacó a subasta la concesión del bar de este pueblo a la que se presentó. En ella apostó la mayor parte de sus ahorros y tuvo la suerte de que se la adjudicaron a él. Trabajó duro y con los beneficios del bar en 1959 consiguió obtener la propiedad de ese local. Fue entonces cuando aprovechó para construir en la planta superior del bar una vivienda que es donde reside actualmente. En 1960 se casó con su esposa Adoración, natural de Barbenuta (Huesca) con la que tuvo tres hijos. Entre los dos sacaron adelante un negocio al que, seguramente llevados por la añoranza de sus montañas de orígen, acabaron llamando Bar Pirineos. Trabajo y buen hacer no les faltó pues en 1980 Aurelio compró un terreno en Ontinar donde construyó una granja y comenzó a criar sus propios corderos. De esa forma pudo ofrecer carne de calidad en su bar transformado en 1991 ya en restaurante al que dotó de un hogar donde preparaban a la brasa todo tipo de carnes. Y en 1993 hasta compró un lote de tierras en el vecino núcleo de El Temple que actualmente tiene arrendado.
Aurelio y  Adoración detrás de la barra del Bar Pirineos de Ontinar del Salz. Foto: Cristina Azón

           Aurelio tiene ahora 86 años y a pesar de los achaques y la dura vida que ha llevado, no tiene ningún reparo en recordar cuanto acaeció en su intensa vida. Cuenta satisfecho y orgulloso como además de trabajar sin parar, consiguió salir adelante y criar a sus tres hijos. Su memoria ya casi ha olvidado Ainielle a donde hace ya más de veinte años que no regresa. Me cuenta que su hermano mayor cobró 75.000 Pts por la venta de sus propiedades al Patrimonio Forestal del Estado. Al ser preguntado por el episodio de la marcha de Ainielle, Aurelio responde con indiferencia y algo de resignación. Casi diría que se guarda alguna impresión de ese momento para él. Pero para qué insistir y destapar sensaciones que ya casi tenía olvidadas por completo...



PD: Mi agradecimiento tanto a Aurelio Azón como a su hija Cristina por todas las facilidades
      prestadas. 


viernes, 6 de noviembre de 2015

La mano de obra forestal



            A la conclusión de la contienda civil España quedó en una delicada situación económica y social. Se destruyeron ciudades e industrias pero también pueblos completos donde desaparecieron sus reses, sus caballerías y hasta los aperos. La vuelta a la normalidad costó proporcionalmente mucho más en el medio rural que en las ciudades donde pudieron acceder con más facilidad a los jornales que se invirtieron en su reconstrucción. Mucha gente de los pueblos desistió de recuperar sus dañadas casas y emigraron a ciudades próximas e incluso lejanas. Quienes se quedaron en los pueblos debieron comenzar prácticamente desde cero ayudando a levantar otras casas y, si disponían de recursos, emprendiendo la reconstrucción de su propia casa. Aquellos años de la posguerra resultaron ser duros de verdad en todo el país aunque especialmente en el sur de España. La falta de trabajo en los grandes latifundios permitió que durante un tiempo, grandes grupos de personas sin trabajo se agruparan diariamente en la plaza del pueblo o en algún otro punto céntrico de muchos pueblos. Allí pasaban la jornada a la espera de recibir alguna noticia de algún lugar donde necesitaran peones para el trabajo que fuera. Sin embargo, los días discurrían y esta noticia nunca llegaba por lo que la falta de un mísero jornal sólo conseguía exacerbar la paciencia de esos hombres. Aquella situación se debió prolongar en el tiempo de tal forma que los gobernantes de la época llegaron a observarla con seria preocupación pues temían que pudiera dar lugar a imprevisibles movimientos sociales, críticos ante aquella falta continuada de trabajo. Ante tal coyuntura los responsables político-militares del momento se vieron obligados a pensar alguna fórmula para mantener ocupado aquél importante flujo de desempleados para de esa manera, desactivar cuanto antes un posible y cada vez más cierto riesgo de sublevación. 
   Cuadrilla repoblando ante la atente mirada del Guarda Forestal en el monte de Castiello de Jaca.    Foto: Archivo Cartagra

            Pero la solución, más sencilla incluso de lo previsto, no tardaría en llegar. Antes del inicio de la guerra ya se había creado el Patrimonio Forestal del Estado (PFE) si bien su puesta en marcha quedó relegada debido al inicio de la Guerra Civil . Una vez concluida la misma los gobernantes del momento decidieron retomar cuanto antes su puesta en marcha y por ello, en mayo de 1941, aprobaron el reglamento que habría de concretar el funcionamiento de este organismo. Tanto la ley de creación del PFE como su propio reglamento dejaron bien clara la intención de aquél régimen dictatorial de poner en marcha una decidida política forestal. Dentro de la misma y como ya hemos ido viendo en anteriores entradas, las repoblaciones forestales iban a jugar un papel más que destacable. La numerosísima mano de obra que sería necesaria para poder realizar las plantaciones propiamente dichas, resultó determinante para dar empleo aunque sólo fuera temporalmente, a aquél elevado número de personas desempleadas. Aquellos planes se vieron favorecidos en gran medida por el hecho de que tales trabajos no podían ejecutarse de forma mecanizada sino todo lo contrario. A pesar de que la fase de apertura de fajas se hizo durante los primeros años con la ayuda de la tracción animal de las yuntas de bueyes, el resto de tareas sólo podían hacerse manualmente y estas requerían el empleo numerosa mano de obra.

            Pero aquellos trabajos forestales no afectaron por igual a todas las regiones del país, más bien al contrario. Las repoblaciones forestales se centraron en algunas áreas geográficas mientras que en otras su incidencia fue bastante menor. Aquellas circunstancias permitieron situaciones paradójicas como las presentadas durante buena parte de la década de los sesenta del siglo pasado en nuestra provincia. Aquí, durante el invierno hubo bastantes años en los que la mano de obra local disponible resultó ser insuficiente para cubrir la gran demanda que originaron las plantaciones forestales. Tal fue aquella escasez de mano de obra que los responsables del PFE tuvieron que buscar por su cuenta soluciones para paliar tal carestía. Esa demanda llegó a fijarse del orden de 200 a 300 obreros cada temporada de plantación. Finalmente su solución pasó por alquilar autobuses y fletar viajes hasta tierras andaluzas. En muchos casos se llegaron a contratar autobuses que viajaron hasta distintos puntos de provincias como Jaén o Málaga. Concretamente a Mijas (Málaga), el PFE organizó durante años sucesivos viajes en los que se desplazaban desde Huesca capital hasta dos autobuses vacíos. Una vez en Mijas acudían a la plaza del pueblo donde se concentraban más de un millar largo de hombres desempleados. Allí, con la ayuda de un manijero que solía ser una persona del pueblo que ya había trabajado la campaña anterior con el PFE, se hacía una selección de los hombres que mejor podrían adaptarse al trabajo previsto. Una vez los autobuses llenos con un centenar escaso de hombres se emprendía viaje de regreso a Huesca. Nada más llegar aquellos hombres eran repartidos entre las diferentes repoblaciones que preveían realizar ese invierno y repartidas por distintos montes de la provincia. Cabe decir aquí que la elección de Mijas para ir a buscar obreros tampoco fue casual del todo pues según ha podido saber, en aquellos años era el pueblo con la renta per cápita más baja de toda España (1).


Autobús similar al que usaría el PFE para traer trabajadores
desde el sur del país. Foto: Archivo Cartagra
            De esa forma relativamente sencilla fue como se consiguió un doble efecto positivo. En muchos casos ni tan siquiera se les dotó a los obreros contratados ni tan siquiera de una azada pues en muchos fue condición previa para ser contratado la de disponer de una herramienta para picar y hacer hoyos en el suelo. Este detalle debe servirnos de pista a la hora de imaginar cuales debieron ser las condiciones en las que habrían de trabajar aquellos hombres. El alojamiento debieron buscárselo también por su cuenta allá donde iban. Fueron mayoría los casos en los que se alojaron en yerberos del pueblo más próximo al lugar del trabajo. Sin apenas ropa con la que abrigarse durante la noche, comiendo a rancho y cumpliendo duras jornadas de trabajo. Pero el verdadero problema para ellos no fueron las largas jornadas abriendo hoyos sobre suelos en ocasiones muy pedregosos. Para muchos de ellos lo verdaderamente difícil de llevar fue soportar las duras condiciones climatológicas. Se trataba de hombres del sur poco acostumbrados al frío, a temperaturas bajo cero o a las relativamente frecuentes nevadas. Debió ser aproximadamente a mediados de los años cincuenta del siglo XX cuando en la repoblación del monte de Basarán había empleada una cuadrilla de unos 90 obreros de procedencia andaluza. Pues bien, según he recabado hubo un invierno en el que cayó una gran nevada (2) que les obligó a permanecer alojados en varias de las casas recién abandonadas de ese pueblo. Allí debieron permanecer buena parte de ellos al menos cinco días pues la gran nevada les impidió  abandonar Basarán y marchar caminando valle abajo hacia Berbusa u Oliván. La falta de leña con la que calentarse hizo que la gran mayoría de puertas y ventanas de las casas de Basarán acabaran siendo quemadas por aquellos hombres para calentarse.
Yunta de bueyes abriendo fajas en el monte de Isín hacia 1960. Foto: Archivo Cartagra
            Fue en estos primeros años de actuación del PFE en tierras oscenses cuando se usaron de forma muy habitual las yuntas de bueyes para la apertura de miles de kilómetros de fajas en las laderas altoaragonesas. Aquellos bueyes tiraban de pesados brabanes cuyo manejo exigía un gran esfuerzo por parte de quien guiaba el mismo. Así mismo el boyero era quien iba delante guiando los bueyes también tenía que saber hacerlo bien. Pero muchos de aquellos hombres nunca habían hecho aquél trabajo y tuvieron que aprender prácticamente sobre la marcha tanto a manejarlos, a detectar cualquier posible enfermedad como a identificar cuando necesitaban descansar o cuando debían ser cambiadas sus herraduras. Alguno de aquellos obreros andaluces una vez que ya comenzó a tener experiencia con estos animales pues se le veía interés por conocerlos y aprender, acabó siendo nombrado encargado de esas cuadrillas que fácilmente podían estar conformadas por hasta una decena de yuntas. A estos encargados también les tocó acompañar en alguna ocasión al ingeniero de montes para comprar nuevos bueyes, aperos y aparejos pues necesitaba el criterio de alguien como más experiencia que él mismo en esta materia. El temple del buey en la cuadra o un aspecto y complexión física adecuados sólo podían ser correctamente valorados por quien pasaba largas jornadas trabajando junto con ellos. Los bueyes fueron comprados en muchas ocasiones tanto en Pamplona, Guipúzcoa como incluso en Salamanca. Cuando se comprobaba que estos animales ya no estaban en condiciones de seguir trabajando, bien por viejos, lesiones o bien por inadaptación, el propio PFE los acabó vendiendo como carne a carniceros de la provincia como fue el caso de Mayoral en Barbastro. De esa forma el PFE conseguía recuperar buena parte del dinero invertido inicialmente en su compra (3).


           






Fuentes y Bibliografía

- (1): Pinos y Penas en tiempos del Patrimonio; Carlos Tarazona Grasa, 2006.
- (2): Seguramente sería aquella ola de frío conocida como "la remonta".
- (3): Archivo Fondo Documental del Monte; Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente.



Memoria de Papel (15)



              Las montañas pirenaicas siempre han sido un motivo en el que infinidad de autores han buscado la inspiración para dar contenido a libros y estudios sobre géneros muy variopintos. Esa variedad se ve incrementada cuando, como en el presente caso, a ambos lados del Pirineo se abordan temáticas, si no idénticas, sí muy similares. Este es el caso de los dos libros que ocupan la Memoria de Papel presente.


Los glaciares pirenaicos aragoneses


             Estamos ante un número extraordinario del Boletín Glaciológico Aragonés al que se le ha dado, tanto por contenido como por extensión, un merecido aspecto final de libro. Aprovecho para decir que no podía ser de otra manera pues el material gráfico incluido en sus páginas, bien merece el formato y la calidad final. Esta publicación forma parte de la excelente colección Imágenes de Huesca, auspiciada por la Comisión de Cultura de la Diputación Provincial de Huesca. Cuenta además con la inestimable colaboración del Gobierno de Aragón y de la Universidad de Zaragoza a través de su Departamento de Geografía y Ordenación del Territorio. Dentro de este departamento debe destacarse el trabajo realizado por los investigadores Javier Chueca Cía y Asunción Julián Andrés. Ambos firman un magnífico artículo en el que se aporta información sobre la evolución de los glaciares aragoneses desde la pequeña edad del hielo hasta la actualidad. Merece ser destacada también la participación de Fernando Biarge en una doble faceta, quien además de coordinar este estupendo trabajo, también aportó numerosas fotografías de su extensísima colección particular las cuales dieron un valor añadido a este trabajo eminentemente gráfico. 


              Las más de trescientas páginas de este libro se distribuyen en tantos capítulos como macizos montañosos existen en la actualidad que todavía contienen o bien han contenido glaciares a lo largo y ancho de sus valles. Un capítulo está dedicado a los glaciares del Balaitus, Punta Zarre y Macizo de los Infiernos. Otro a los macizos de Viñamala, Taillón y Monte Perdido. Uno nuevo a los glaciares de Posets y Perdiguero y uno último al macizo de Maladeta. Entre todos estos capítulos se incluye un elevado número de fotografías de gran interés tanto histórico como geológico pues gracias a ellas podemos constatar una triste realidad. Realidad que nos confirme el importante retroceso del fenómeno glaciar en estas montañas aragonesas. La contemplación de muchas de las imágenes incluidas en sus páginas no dejan lugar a dudas. El hielo de los glaciares primigenios ha dejado paso a la roca desnuda que lo sostuvo durante miles de años. La consulta de unas páginas pocas veces resulta tan esclarecedora del paso del tiempo y sus consecuencias como en este libro.



Glaciers des Pyrénées


            Se trata de un magnífico libro de Editions Cairn cuyo autor es Pierre René, único glaciólogo del Pirineo francés. Desde muy joven ya comenzó a recorrer la cordillera pirenaica en la que también trabajó como guía acompañante de montaña. Tras más de una docena de años estudiando los glaciares de todo el Pirineo, Pierre René logró editar el libro que ahora nos ocupa. En formato apaisado, sus 167 páginas están repletas de magníficas fotografías que muestran como el paso del tiempo ha ido minando, reduciendo y provocando la reducción y hasta la desaparición de más de un glaciar perinenco. Como bien reza el subtítulo del libro, sus páginas condensan a través de sus fotografías y sus textos, las consecuencias del calentamiento climático. En este contexto, los glaciares son las principales víctimas de tal fenómeno global que afecta por igual a los glaciares de otros macizos montañosos del mundo. Reseñar también, que este libro vio la luz igualmente gracias al Parque Nacional de los Pirineos quien enseguida supo reconocer la calidad de su contenido.


              El buen trabajo de este joven glaciarista francés está refrendado a través del prólogo de otra autoridad francesa en la materia, Christian Vincent, glaciólogo e investigador del Laboratorio de Glaciología y Geofísica del Medioambiente, con sede en Grenoble. También está avalado por Serge Planton, climatólogo responsable del grupo de investigación climática de Meteo France con sede en Toulouse. Al contrario que el trabajo anterior, este aborde la cadena pirenaica en su integridad incluyendo la situación de retroceso actual de glaciares no abordados en este otro trabajo. Además, a lo largo de sus páginas habla ya no sólo de los glaciares existentes en la actualidad y de cuál ha sido su proceso de retroceso. También dedica un capítulo a aquellos glaciares que ya desaparecieron fruto del proceso de calentamiento global al cual asistimos en las últimas décadas. En otro de ellos describe la tipología de estos, su toponimia y por su puesto su ubicación. Las numerosas fotografía que incluye son obra de diferentes autores. Las más antiguas de fotógrafos como Lucien Briet, Emile Belloc, Maurice Gourdon o Abbé L. Gaurier. Las actuales son mayoritariamente de Gabriel Nogué. Estamos ante un libro que seguro no os defraudará, tanto por su texto como por sus imagenes.




lunes, 5 de octubre de 2015

La Senda Amarilla, 2015



            Un año más, y ya van nueve, la Asociación O Cumo de Oliván  celebró una nueva edición de La Senda Amarilla. Como en años anteriores, la climatología estuvo de nuestra parte y disfrutamos de un magnífico día otoñal en compañía de los más de 120 inscritos. Berbusa y Ainielle fueron testigos de nuestro paso y comprobaron como nuestro afán por recordar, aunque sea solamente por un día, a aquellos habitantes de estos pueblos que un mal día tomaron la decisión de marchar, se mantiene con el transcurso de los años. 
Cartel anunciador de la reciente edición de La Senda Amarilla 2015

          La de este año volvió a resultar una jornada redonda, y no sólo porque la climatología acompañó. También lo fue, una vez más, por la talla de los invitados de esta edición. La tarde noche del viernes se llevó a cabo la inauguración de la exposición de dibujos e ilustraciones de Chema Agustín. Artista que a pesar de su juventud puede vanagloriarse de contar con una amplia obra que bien merece la pena conocer. Os recomiendo visitar su blog personal donde podréis contemplar una buena muestra de lo que os acabo de contar. La exposición constó de dos colecciones. Una nos mostraba los dibujos e ilustraciones que realizó para conformar tanto la portada del primer Cd de Bosnerau como del completo libreto que incluye el mismo. La otra era una adelanto de una más que interesante versión aragonesa de la baraja en la que Chema, asesorado por historiadores y gente de conocimiento, ha ilustrado de una forma magistral con temas de la tierra. Si todos las planes del artista discurren sin imprevistos, esta baraja acabará teniendo en su momento una amplia difusión. De la inquietud artística de este zagal da buena cuenta una frase en aragonés que bien puede considerarse como su eslogan personal: Cal fer bella cosa (Hay que hacer alguna cosa). Así pues la cuestión es no estar parado y trabajar en una idea u otra. Me consta que esta jornada lúdico-deportivo-cultural le permitió recolectar más de una seta en forma de idea artística que acabará cuajando a buen seguro en alguna nueva obra. Quiero aprovechar estas líneas también para agradecer públicamente el gesto de Chema pues regaló para nuestra asociación una de sus obras más representativas. Se trata del dibujo que posteriormente sirvió para la portada de un cd del que más adelante os hablaré. Mil grazias zagal¡¡¡
Dibujo original usado en la portada del Cd "Plebia" que Chema nos regaló a la Asociación Cultural O Cumo de Oliván. Este mismo diseño lo usamos a su vez y con su consentimiento para la camiseta de la presente edición.
Chema Agustín dando cumplidas explicaciones sobre las obras que expuso en la sala ubicada en la antigua escuela de Oliván

            Pero la cosa no había hecho más que comenzar. Al día siguiente y con todo el grupo de afanosos excursionistas en Ainielle, llegó otro de los momentos álgidos de la jornada. Antonio García Omedes, una de las máximas autoridades del románico aragonés y también español, nos ofreció una conferencia silvestre en plenas entrañas de Ainielle. Su intervención nos abrió los ojos a muchos neófitos como yo sobre cuál fue el origen del románico en nuestro país, como surgió el románico autóctono del Alto Gállego y de cómo el mismo fue evolucionando a lo largo de los tiempos. Información detallada y concreta que sólo puede aportarla y contarla quien en verdad conoce el tema como es él. Escuchándole uno percibe rápidamente que la pasión por el románico y todo cuanto se deriva del mismo, no es casual ni ocasional. Lo vive, lo siente y le apasiona, sin más. Sólo basta visitar su blog personal Románico Aragonés para comprobarlo. Sus exhaustivos contenidos o la cifra que muestra el contador de visitantes de su blog no dejan lugar a duda alguna sobre su calidad. Por si alguien lo desconoce, debo señalar además que nuestro invitado fue nombrado Académico de la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis de Zaragoza en diciembre de 2012. Poco después, en enero de 2013 fue nombrado Académico Numerario de esta misma Real Academia en calidad de profesional dentro de la Sección de Artes de la Imagen. Ahí es nada. Quién nos iba a decir a los de O Cumo que íbamos a poder contar con un invitado así cuando comenzamos con esta iniciativa.
Antonio García Omedes dirigiéndose a un entregado auditorio durante su conferencia silvestre.

Atención total por parte del público a la magistral exposición de Antonio García Ome

           Pero esto no es todo amigos, todavía hay más. Todo cuanto he contado hasta ahora se vio adornado con los acordes de un grupo de aguerridos mosicos de Zuera. Chobens pero més espabiláus que la gana cuan aprieta. Son seis integrantes los que conforman un grupo rezién escudilláu que se claman Bosnerau. Toman el nombre de ese ser mitológico, mitad hombre mitad árbol, que vivía en los bosques de Sobrarbe y que vigilaba tanto a los rebaños como a los pastores que los guardaban. Música de raíz la que cultivan estos mesaches con el gran acierto de incluir muchas de las letras de sus canciones en aragonés. Y entre los seis, dos zagales que valen un valer, Adrián y Paco que son los compositores. Pero no hay que olvidar a los otros cuatro pues sin sus aportaciones a buen seguro que el resultado de su primer disco no hubiera sido el mismo. Mil gracias también a Oscar, Victor, Miguel Ángel y Manuel. Entre todos ellos lograron grabar su primer disco Plebia (Lluvia) que seguro recabará aplausos y buenas críticas allá donde suene. Me atrevo a decir que los sabuqueros, barzas y gabarderas que tapizan las ruinas de Ainielle se alegraron al escuchar los acordes de los temas que tocó Bosnerau. También el espíritu de Andrés o el de su mujer Sabina habrán girado su cabeza para ver sorprendidos como varias parejas bailaban llevados por el ritmo del acordeón, del violín, la gaita de boto, las guitarras o el cajón. Bastantes penas y desdichas recogen las páginas de la novela que protagonizan este matrimonio.

Parte del grupo Bosneráu durante su actuación en Ainielle.
Los muchachos de Bosnerau en plena acción ante un público que disfrutó de lo lindo
Ambiente festivo un año más en Ainielle: Mientras unos tocaban otros bailaban y otros escuchaban.


         Si puncháis en el vídeo de abjo conoceréis algo más sobre este grupo y su espléndido primer trabajo:



  A los que habéis llegando leyendo el post hasta este punto simplemente deciros que al año que viene más y mejor. Celebraremos nada menos que el décimo aniversario de A Senta Amariella y pensamos hacerlo a lo grande. Eso sí, dentro de las posibilidades de una asociación pequeña y modesta como es O Cumo. En cualquier caso os emplazamos a que nos acompañéis en la próxima edición.



PD: Por cierto, todas las copias de su disco Plebia que trajeron a Oliván se vendieron
       como  rosquillas.