domingo, 19 de enero de 2014

Costa, el arbolado y las repoblaciones



            El respeto por los bosques tanto en nuestro país como en nuestra provincia, nunca han constituido por sí mismos una virtud entre los habitantes de ninguno de los dos sitios. Mucho se ha llegado a escribir a lo largo del tiempo sobre los beneficios que la presencia de los árboles nos reporta aunque los hechos han sido los que finalmente han mostrado que la realidad cierta difiere bastante de la escrita. No han sido tantas las personas que en la historia se han destacado por la defensa del árbol y del bosque. Más bien al contrario. Ambos elementos, árbol y bosque, tanto de forma aislada como en su conjunto, casi siempre han supuesto una molestia para los intereses del hombre. Buscando en las hemerotecas no resultaría complicado encontrar ejemplos en los que los árboles se han llevado la peor parte.

Retrato de época y firma de Joaquín Costa
Foto: Archivo Cartagra
            Pero lejos de centrarme en esa vertiente negativa, prefiero ser optimista y pensar en aquellos casos en los que el bosque ha sido considerado positivamente. Y para ello no hace falta irse fuera de la provincia pues aquí encontramos uno de los máximos defensores de estos vegetales. Tanto es así que en 1912 publicó un libro dedicado en exclusiva a contar y relatar los beneficios del árbol y del bosque desde muy diversas perspectivas. El Arbolado y la Patria (1) es el título del mismo y en sus páginas, el montisonense convertido años después en grausino, echa mano de infinidad de argumento con tal de demostrar su beneficio. Muchos son los párrafos de sus páginas que destacan por su expresividad o por su singularidad a la hora de defender tales favores. El libro en su conjunto demuestra una sensibilidad exquisita y a mí personalmente me parecen en gran medida planteamientos muy adelantados a su tiempo.


            La escasez o bien directamente la falta de arbolado tenía unas causas muy claras para Costa: "Las torrenteras están en razón inversa de los bosques, como las tinieblas están en oposición con el sol; son incompatibles: se descuaja al monte y al punto se abren torrentes por doquiera, y por su cauce se precipita la tierra vegetal, y los ríos se hinchan, inundan y devastan campiñas, matan hombres y animales...". En otro punto deja ya bien claro que detrás de la desaparición de los bosques se encuentra la mano del hombre como origen de la situación que describe: "Talada la selva, con el criterio de la gallina de los huevos de oro, asolado el monte bajo, acaso roturado el suelo, queda este indefenso, sin el sostén de las raíces y la protectora techumbre del ramaje, y los aguaceros lo arrastran al mar, engendrando el azote de las torrenteras, desnudan la roca, y de camino levantan con los materiales de acarreo el lecho de los barrancos y de los ríos, remueven de su asiento y se llevan la principal despensa de los pueblos, los huertos, creados en sus orillas por la labor perseverante de muchas generaciones."


Portada del libro aquí referido
Foto: Archivo Cartagra
            Costa, buen conocedor de las consecuencias de las crecidas y avenidas sufridas en diferentes ríos y ramblas del Levante español o del Sistema Ibérico, tuvo muy claro por dónde pasaba una de las posibles soluciones al problema de las crecidas: "...repuéblense los montes, y las torrenteras desaparecerán como por encanto, y las antiguas fuentes, nuevamente surtidas, vuelven a manar. A menos árboles, más torrentes; a más torrentes menos manantiales: esa es la cadena".

            Al mismo tiempo que decía lo anterior, reconocía las dificultades que implicaba abordar aquella tarea. Calculaba el número de árboles plantados por el Estado en las cunetas de las carreteras en poco más de un millón de árboles cuando según sus cálculos pensaba que lo ideal era contar con nada menos que seis millones. Puso como ejemplo en esos momentos el archipiélago canario donde según alguna estadística del momento había por término medio "...93 árboles por kilómetro". En su libro cita como la Cámara Agrícola del Alto Aragón en 1898, y la Asamblea Nacional de Productores de Zaragoza en 1899, propusieron una medida idéntica para que fuera se aplicara "...al capítulo de reforma de los caminos carreteros y de herradura de la Península". Ambos organismos propusieron que en los márgenes y cunetas se plantaran "moreras y árboles forrajeros" por parte de los niños de las escuelas. El objetivo de emplear moreras no era otro que el fomentar el cultivo de gusanos de la seda. Por su parte, el Colegio del Arte Mayor de la Seda de Valencia también se había dirigido ya a los alcaldes de esa provincia "...excitándoles a plantar moreras en los caminos vecinales de su respectiva jurisdicción". Según datos de ese colegio "Por cada mil árboles, los criadores podrían obtener 300 arrobas de capullo, o sea un producto líquido de cerca de 5.000 duros, y el ayuntamiento su parte por la venta de la hoja". La idea de usas árboles forrajeros que imagino serían del estilo del fresno o el olmo fue para "...multiplicar por todos los medios los recursos forrajeros del agricultor".


En este apartado J. Costa incluyó alguna idea sobre
 la necesidad de acometer repoblaciones forestales.
Foto: Archivo Cartagra


            Resulta evidente que en el planteamiento anterior primaba la necesidad de poder obtener un beneficio directo y rápido con la plantación de árboles. Ni Costa ni la propia sociedad del momento tenían todavía asumido que las repoblaciones debían plantearse desde una planificación a medio y largo plazo así como que las mismas debían estar exentas de proporcionar ningún beneficio inmediato. Sin embargo y a pesar de lo dicho, Costa sí que llegó a apuntar de forma clara cuál habría de ser el objetivo principal de las repoblaciones forestales: "El terreno suelto e incoherente, lo fijan con sus entrelazadas raíces; el consolidado, impiden que lo disgregue y remueva la fuerza erosiva de las aguas y lo arrastre al mar la violencia de los aguaceros... Con sus raíces sujetan el suelo vegetal a la roca, y la roca a los estratos subyacentes, por encima de los cuales resbalaría aquella más de una vez (como se ha visto en Bisalibons, orillas del Isábena) llevando consigo casas y cultivos, si no lo impidiesen esos benéficos auxiliares y conservadores del orden del mundo".  


            Costa describió de esta manera un problema ya presente en España el cual se incrementó de forma considerable en los siguientes años: la erosión. El pensamiento de este aragonés sirvió en gran medida para dar a conocer y sensibilizar tanto a la sociedad del momento como a sus políticos, sobre las graves consecuencias de la falta del arbolado. Cabe recordar también que desde aproximadamente mediados del Siglo XIX nuestro país contaba con un reducido colectivo de ingenieros de montes quienes desde hacía ya bastantes años eran perfectamente conocedores de este y otros problemas forestales. En la elaboración del primer Catálogo de Montes de Utilidad Pública de nuestro país se tuvo también muy en cuenta el problema de la erosión y así lo hicieron constar aquellos profesionales forestales.

             Este mismo autor apuntó también en este libro la posibilidad de realizar plantaciones populares por parte de los niños españoles, contemplándolas como una actividad más organizada por los propios maestros en sus respectivos colegios. Según él, aquella era una actividad, que si bien era diferente de la conocida Fiesta del Árbol instaurada en Estados Unidos, sí que compartían elementos comunes como era la promoción y plantación de arbolado. Pero esto será un asunto que se abordará con más detalle en el siguiente post...



Fuentes y Bibliografía:

(1): El Arbolado y la Patria; Joaquín Costa, Madrid, 1912.



2 comentarios:

  1. Hola. Por casualidad acabo de descubrir tu blog y me ha gustado mucho. Muy didáctico y con un diseño tan atractivo. Ese árbol batido por el viento tan sugerente... Todos SOMOS como ese árbol en algún momento de nuestra vida.
    Aún me queda mucho que por leer, aprender y reflexionar. De como Costa defendía con fervor a los árboles y animaba a su plantación en las escuelas. Esto me recuerda el primer y único árbol que planté en el colegio, un pequeño abeto, que espero que sobreviviera pues nunca más lo regué. Espero leer tu siguiente post que se referirá a este tema.
    Ayer escuché en Aragón Radio que todas las personas que tienen un blog pueden hablar de él los lunes en el programa " Esta es la nuestra". Te animo a que lo hagas si no la has hecho todavía muchos blogueros te lo agradecerán. Suerte y un saludo.

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  2. Hola:
    Muchísimas gracias por tu comentario. Me resulta muy agradable leer que a un desconocido le gusta lo que escribo en mi blog Me alegra saber también que el diseño es de tu agrado. Debo decirte que me costó unas cuantas pruebas al principio hasta que conseguí dar con el actual. Al mismo tiempo, yo también te animo a que me sigas de forma habitual. En el siguiente post hablaré de plantaciones escolares y espero que cumpla tus espectativas.
    Carlos Tarazona

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