Pero junto a los dos claros planteamientos
a los que me referí en el anterior post aún hay que indicar, aunque sea con
carácter temporal, la existencia de otro nuevo grupo. Se trata de aquellos amos que tras escuchar los argumentos de
unos y otros siguieron sin definir su postura. Debe señalarse que llegó a
existir un buen número de indecisos, los cuales en más de un caso, acabaron
siendo los que en última instancia podían permitir que la balanza se inclinara
hacia un lado u otro. Por este motivo fue el colectivo que más preocupó a los ingenieros
de montes de la Brigada Aragón del PFE. Estos fueron conscientes desde el
primer momento que si les conseguían convencer, acabarían logrando la
adquisición completa de más de un pueblo nuevo. Así es como no dudaron en desplazarse
las ocasiones que fueran necesarias a alguna de las reuniones informativas
convocadas por los ayuntamientos respectivos o incluso a instancias de los
mismos propietarios. Quien primero supo jugar aquél trascendental papel fue el
ingeniero de montes Miguel Navarro Garnica y por ello no dudó en viajar y
reunirse en cuantos pueblos hizo falta, en más de una ocasión directamente a instancia
suya. Uno de los primeros desplazamientos que he podido constatar fue al pueblo
de Casbas (Alto Gállego) en la primavera de 1952 pues allí se dio una de estas
situaciones (1). Varias de las personas con las que en su día pude hablar sobre
las repoblaciones forestales han coincidido en señalar, al contrario de lo que
inicialmente pudiera pensarse, en el talante abierto y dialogante de este
hombre. Hay que decir que en aquellos años Navarro Garnica era el responsable
de la Brigada Aragón del PFE en esta región y estaba destinado en Zaragoza,
lugar donde radicaban las oficinas de este organismo forestal. Su gran labor
acabó viéndose compensada años más tarde con su nombramiento con director del
mismísimo PFE y su traslado a Madrid.
Ontinar de Salz, pueblo construído por el Instituto Nacional de Colonización a donde llegaron colonos provenientes de pueblos comprados por el Patrimonio Forestal del Estado. Foto: Archivo Cartagra |
Tras agotarse todas las vías de
negociación sin haber conseguido cambiar la opinión de los escépticos, al PFE
aún le quedó una carta por jugar. Esta estrategia fue aplicada ya no sólo por
los ingenieros del PFE sino también por los de la Confederación Hidrográfica
del Ebro (CHE) en su política de expropiaciones de pueblos para la construcción de al
menos el embalse de Mediano (2). Su carta en la manga para convencer a aquellos
propietarios más reticentes fue, como última opción insisto, ofrecerles una
plaza como colonos en alguno de los nuevos pueblos de colonización que el Instituto Nacional de colonización (INC) estaba construyendo en varios puntos del sur de la provincia oscense.
Esta opción sólo fue empleada en las adquisiciones de una minoría de pueblos
que bien debe calificarse, si no excepcional, sí atípica. Esta situación se ha
podido constatar en la compra de al menos Basarán en 1954, Berbusa en 1955 y Cillas en 1961 (3).
Una vez que se hubieron despejado las
posibles dudas de algunos de los propietarios, las posiciones entre todos ellos
ya quedaron bien clarificadas. Lo cierto es que es muy
difícil resumir cual fue la reacción de los pueblos ante aquella situación
impuesta. No todos los pueblos y sus respectivos propietarios respondieron de
igual forma pues en esa respuesta intervinieron en gran medida las
particularidades propias de cada uno de los pueblos. En esencia puede decirse
que llegados a este punto se presentaron hasta tres situaciones diferentes
aunque a continuación hay que decir que finalmente todas ellas terminaron
reduciéndose a una única postura final que fue la que se decantó por la venta.
Cabe recordar en ese punto nuevamente que la legislación vigente al respecto en
esos momentos, como ya se apuntó en algún post anterior, apostó claramente por defender
los intereses de la administración forestal y del gobierno a costa de sacrificar, como no podía esperarse otra cosa dado el régimen dictatorial del momento, los de los habitantes de los pueblos afectados.
Carátula de uno de los expedientes del Instituto Nacional de Colonización consultados. Foto: Archivo Cartagra |
La primera de ellas y quizás la más
habitual, fue la situación que resultaba más favorable para los intereses del
PFE. Es decir, todos los vecinos del pueblo acabaron manifestándose a favor de
vender sus propiedades y en esta tesitura se encontraron inicialmente la
mayoría de los pueblos. En tal situación el siguiente paso a dar por parte el PFE
era sencillamente acordar los detalles de la venta y las condiciones del pago que debían reflejarse
en la correspondiente escritura de compra-venta. Otra situación diferente, la
segunda, fue aquella en la que quienes se negaban a vender supusieron una mayoría
de vecinos respecto a los que sí querían vender. Aquí fue cuando los ingenieros
del PFE tuvieron que emplearse a fondo, tanto echando mano de las seductoras
plazas de colonos como recurriendo incluso a amenazas más o menos veladas y de
diferente calado, siempre en función de la situación y la tensión existente en cada momento. La tercera posibilidad
se dio cuando los que querían vender eran numéricamente inferiores a los que se
negaban a la venta. Sin embargo y hablando porcentualmente, si esa minoría unida representaba
más del 51% del total de la superficie del pueblo en cuestión, el proceso de venta continuaba adelante. Esta situación
tiene una fácil explicación pues se dio cuando varias casas fuertes de un mismo pueblo se aliaban y decidían apostar por la
venta. Llegados a ese escenario quienes no querían vender acabaron teniendo que
ceder, seguramente a regañadientes, a los intereses de la otra postura pues
porcentualmente representaban mayor superficie. En este tipo de casos se
presentaron tensas situaciones sociales que dieron mucho que hablar en más de
un pueblo y de una comarca. Con ello se extendió la sensación, no sin motivo, de que las
casas pudientes se vieron una vez más favorecidas por aquella situación de
dictadura pues acabaron imponiendo su criterio sobre las casas más humildes.
Instrucciones del PFE sobre su organización interna. Foto: Archivo Cartagra |
Fuentes y Bibliografía:
-
(1): Pinos y Penas en tiempos del Patrimonio; Carlos Tarazona Grasa 2006.
- (2): Este fue el caso de pueblos como Coscojuela de Sobrarbe, Griébal, Gerbe, Mediano o Murillo de Tou
-
(3): Archivo Histórico Provincial de Zaragoza.
-
(4): Archivo Fondo Documental del Monte; Ministerio de Agricultura y Medio Ambiente, Madrid.
No hay comentarios:
Publicar un comentario