Joaquín contaba ocho años cuando su
padre tomó una decisión, inédita en aquellas fechas tanto para este como para
el resto de valles pirenaicos, de construir un refugio para montañeros. Debemos
remontarnos nada menos hasta 1952, cuando alentado por varios montañeros
catalanes que frecuentaban el valle,
su padre acabó convenciéndose de que dichos consejos podrían resultarle muy
provechosos. Así fue como en la primavera de 1953 se inició la construcción de
una obra de nueva planta que, unos tres años después, acabó convirtiéndose en lo que desde entonces se conoce como
Refugio de Viadós. El escenario escogido para levantarlo no podía ser más
adecuado pues el paraje de las Bordas de Viadós destila ambiente pirenaico por
los cuatro costados.
Contrucción del Refugio de Viadós durante el verano de 1953. El niño que aparece a la derecha del todo es Joaquín Cazacarra y entonces tenía 8 años. |
Tras su apertura, el refugio
funcionó durante muchos años solamente en verano y al frente del mismo estuvo
su madre Ascensión. Su padre, también llamado Joaquín, permanecía en el pueblo
de Chistén (Gistaín) encargado de atender tanto las ovejas como las vacas pues
seguían siendo el sustento principal de Casa
Rafel, el nombre de su casa. Al final, su madre estuvo al frente del
refugio unos quince años. Durante todo ese periodo Joaquín, a pesar de ser bien
joven pues empezó con diez años escasos, se encargó de hacer periódicamente los
acarreos de provisiones ayudado de uno o dos machos. Además, durante todos esos
años Joaquín aprendió la forma de llevar el refugio o la de atender a los cada
vez más numerosos montañeros que acudían a este refugio. Joaquín se casó cuando
tenía veintinueve años con Cristina, la otra alma mater de este refugio. A
partir de ese momento ambos se pusieron al frente del mismo y de esa forma
dieron el relevo a Ascensión. Desde entonces y hasta hace apenas un año,
Joaquín ha sido el responsable de este refugio. Han sido nada menos que treinta
y cinco años de forma ininterrumpida, a los que hay que añadir otros veinte
años más de su época joven en la que ayudó a su madre suministrándole
provisiones de todo tipo. En resumen, prácticamente
toda una vida dedicada a una profesión y a prestar un servicio público que
nadie en todo el país podrá presumir de haberlo conseguido. Le ha tocado
soportar frías jornadas primaverales y tempranas nevadas otoñales; superar carencias,
averías e imprevistos de todo tipo; asistir a montañeros y excursionistas en
mil y una circunstancias diferentes; colaborar en la búsqueda de personas
desaparecidas o en el rescate de montañeros accidentados. En todos esos casos
el refugio de Viadós se convirtió en un centro de operaciones que facilitó
enormemente todas esas labores y durante todos estos años ha contribuido de
forma activa a salvar un buen número de vidas.
No resulta difícil imaginar que
para conseguir realizar cuanto someramente acabo de señalar, sólo se consigue
con tesón y dedicación. Pero el esfuerzo y el sacrificio invertidos en este
refugio por Joaquín aún van más allá pues se trata del único refugio de montaña
privado existente en el Pirineo aragonés. Joaquín ha tenido que ingeniárselas
él sólo para dar en todo momento el mejor servicio posible al visitante. No
quedan tan lejos aquellos años en los que las provisiones debía subirlas a
lomos de caballerías tras cerca de tres horas de camino. A mediados de los años
setenta
se construyó buena parte de la pista
forestal actual que accede hasta el mismo refugio y eso ya facilitó mucho la
labor de aprovisionamiento de cuantos víveres y materiales eran necesarios. La
gran aceptación por parte del colectivo montañero hizo posible a mediados de
los años ochenta la ampliación del refugio. De las dos bordas ya existentes en
su finca, una la habilitó para ampliar la zona de dormitorio, la otra como
almacén. En la actualidad este refugio cuenta nada menos que con 68 plazas entre
todas sus habitaciones. Las telecomunicaciones también han experimentado un
cambio enorme pues en todos estos años Joaquín ha pasado de la incomunicación
total, a disponer de una sencilla emisora para casos de emergencia o a la
actual conexión telefónica e incluso internet.
Además de su predisposición innata
a ayudar y colaborar en todo cuanto se le pide, otra cosa que también me impresiona
de este hombre, es su conocimiento de las montañas del entorno. Cuando se echa
los prismáticos a la cara y escudriña la ladera norte del Macizo de Posets, del
Espadas, los Eristes y cualquiera de sus collados, aristas y corredores,
enseguida conoce cuales son las intenciones del diminuto montañero que observa
o cuál ha sido el trazado recorrido por el mismo. Por eso, si algún montañero
le pregunta sobre cuál es el mejor camino o el más apropiado para sus intereses,
Joaquín siempre tiene una respuesta clara que dar o en su defecto una acertada recomendación.
Joaquín observa con los prismáticos la evolución de los montañeros que discurren sobre la vertiente norte del macizo del Posets y el Espadas. Foto: Archivo Cartaga |
En la actualidad Joaquín está
recién jubilado pues hace poco más de un año decidió que era el momento de
dejar paso a los más jóvenes. Durante todos estos años su esposa Cristina
también ha jugado un papel decisivo en esta actividad. Siempre ha estado junto
a él haciendo su trabajo silencioso en la cocina, rodeada de cazuelas y
pucheros. De sus manos han salido sabrosos platos y calientes sopas que han
repuesto los ánimos a miles de montañeros de todo el país y parte del
extranjero. Si todo va bien, Cristina también tiene intención de jubilarse en
breve. Así, en pocos meses, ambos cederán el testigo a sus dos hijas, Elena y
Cristina, quienes serán las encargadas de continuar con este negocio familiar.
De esta forma, sus hijas se convertirán nada menos que en la tercera generación
de esta misma familia al frente del refugio de montaña. Refugio que ha sido
testigo del paso o pernocta de miles de montañeros; que ha visto como infinidad
de padres han inculcado a sus hijos los valores del montañismo o del respeto
hacia la montaña y la naturaleza; que ha contemplado la gran evolución sufrida
por el material técnico de montaña en todos estos años o cómo han aparecido
nuevas modalidades y tendencias dentro del pirineísmo como la mountain bike o
las carreras de montaña entre otras.
Joaquín nos podría contar mil y una
experiencias vividas en primera persona, situaciones de lo más dispares surgidas
al pie de estas puntas perinencas, y si él quisiera, más de un secreto guardado
entre las laderas y bosques del espectacular entorno de Viadós. Su estupenda
memoria seguro que daría de sí para deleitarnos con momentos intensos e
inolvidables. Pero los secretos sólo se cuentan cuando es el momento, mientras tanto deberán ser descubiertos por uno
mismo. Quizás en mi próxima conversación con Joaquín tenga suerte y consiga arrancarle alguno...