En un anterior post titulado Un registro de embarque hice referencia a una mujer llamada Bárbara
Navarro y en él señalé que en su momento dedicaría un post a la misma. Pues
bien, ha llegado el momento de hablar con detenimiento sobre Bárbara, una mujer
de armas tomar. Ese mismo carácter fue seguramente el que le llevó con tan sólo
21 años de edad a emigrar al Oeste americano, concretamente a San Francisco.
Pero si hubiera sido por ella, habría emigrado al menos dos años antes pero
debido a su juventud su madre no se lo permitió. Finalmente emigró en noviembre
de 1920 y lo hizo acompañada de dos vecinas de Ansó: Sebastiana Vitales que
tenía 18 años y Ramona Navarro de 25 años.
Bárbara Navarro en un retrato de 1932 aproximadamente. Foto: Archivo Cartagra |
De las dos últimas no he llegado a seguir su pista
por tierras californianas. Sin embargo, sobre Bárbara sí que he conseguido obtener
mucha información sobre su trayectoria en el Oeste americano. Con motivo de la
realización del documental titulado “Borregueros” tuve ocasión de entrevistar a
su hija Mabel en 2007 en Isaba (Navarra) y en 2009 en su domicilio de Vail, en
el Estado de Colorado (EE UU). Gracias a
su testimonio pude saber que Bárbara comenzó a trabajar en el servicio
doméstico de diferentes familias acomodadas de San Francisco. Debido una vez
más a su carácter, cada vez que discutía con sus jefes optaba por coger la
maleta con sus cosas y marchar en busca de otra casa en la que trabajar. Esta
situación debió repetirse más de una vez por en su círculo más próximo la
llegaron a apodar Bárbara la maletera. Al final dio con la familia Fredriks, de orígen judío con
la que llegó a entablar una muy buena relación tanto profesional como personal.
En esa casa permaneció unos cuantos años, prácticamente hasta que se casó.
Lo hizo con otro aragonés, Pascual Aznárez, al que
conoció en San Francisco el cual era oriundo la Casa Sanbartolo de Ansó, quien
había emigrado en 1921. El encuentro de ambos en una fiesta española en San
Francisco fue más bien frío y distante. Nada más ser presentados por una
emigrante vasca ambos se reconocieron a la primera. ¡Qué casualidad volverse a reencontrar tan lejos de sus valles natales¡. Bárbara recordó al instante a Pascual y
el talante altivo de los mozos de Ansó cuando coincidían con las chicas de Fago
en las fiestas de los pueblos de esa zona. Pero aquella distancia inicial
pronto fue superada y ambos iniciaron una relación que concluyó en boda. Se
casaron nada menos que en 1934 en el mismo ayuntamiento de San Francisco. Poco tiempo
después apostaron todos sus ahorros en adquirir un rancho en Láncaster
(California) y allí comenzaron una dura etapa como rancheros.
Bárbara Navarro y Pascual Aznárez en 1934 el día de su boda. Foto: Archivo Cartagra |
Tras superar los primeros y complicados años, el
matrimonio Aznárez tuvo la necesidad de contratar pastores para cuidar un
rebaño cada vez más numeroso. Fue entonces cuando Bárbara tuvo claro que había
que recurrir a sus conocidos de Fago. Así fue como contrataron a Joaquín y
Donato Barcos de Casa Chesa de Fago. La mala suerte quiso que el mismo día que
estos llegaban al aeropuerto de San Francisco, Bárbara enviudara. Era un 12 de
junio de 1951 y la mañana de ese día, Pascual que contaba 52 años, sufrió un
infarto y falleció prácticamente en el acto.
A pesar del revés y lejos de plantearse vender el
rancho y el rebaño, Bárbara hizo gala una vez más de su temperamento y decidió seguir
adelante con el negocio de las borregas. Gracias a la ayuda de aquellos dos
pastores fagotanos el rancho salió adelante no sin pocas dificultades. Poco después llegaría nueva ayuda
desde Fago: Ángel Barcos en 1952, Ángel Corrales en 1953, Cristóbal Pérez en
1955 y Fermín Barcos en 1956. El empeño de Bárbara por mantener aquél negocio y
prosperar en él hizo posible la llegada de más pastores desde España. En 1958
llegaron Pedro Escanero y Manuel Vál Borbón, ambos de Lanaja. En 1961 Ángel
Escanero y así hasta otros ochos pastores más en los años sucesivos. En total, hasta que cesó en este negocio en 1971,
llegó a contratar hasta diecisiete pastores aragoneses.
Bárbara y Pascual a la derecha junto a otro matrimonio español hacia 1938 durante alguna de las fiestas que organizaba en su rancho para recaudar fondos. Foto: Archivo Cartagra |
Tras hablar con varios de aquellos borregueros, tanto residentes
en EE UU como en España, todos coincidieron en destacar el mal genio de Bárbara.
Pero su temperamento y coraje hacían posible que fuera ella misma quien
negociara con otros rancheros de la zona el alquiler de nuevos cada temporada. No conducía por lo que siempre se hacía acompañar
por uno de los pastores aragoneses quien únicamente hacía la función de conductor. Era ella
únicamente quien trataba las condiciones del arriendo de pastos, la forma de pago y cuantas cuestiones fueran
necesarias.
Pero al mismo tiempo, detrás de esa mujer de armas
tomar, había también una mujer muy generosa y de gran corazón. Mientras duró en España la
Guerra Civil, Bárbara organizó numerosas fiestas en su rancho a las que acudían
muchísimos invitados. Además de cobrarles entrada, organizaba bailes, subastas y rifas
en todas las fiestas. Su objetivo final no era otro que recaudar fondos que
luego ingresaba en una cuenta de la Cruz Roja Española para apoyar de esa forma la causa
republicana. Fue tal su esfuerzo que en febrero de 1938, el Presidente del
Comité Central de la Cruz Roja Española agradeció por escrito su colaboración económica y
además este organismo le otorgó el correspondiente diploma acreditativo. Así pues, la distancia tampoco
resultó ser un impedimento para que esta mujer colaborara activamente con este
organismo y luchara con tesón por unos ideales que siempre tuvo presentes y muy claros.
Fuentes y documentación
- Borregueros, Aragoneses en EE UU; Carlos Tarazona (trabajo inédito)