domingo, 22 de enero de 2017

Memoria de Papel (12)



El Pirineo Español


       Pocos libros de cuantos abordan la temática pirenaica tienen la solera y la personalidad del que ahora nos ocupa. Su autor, Ramón Violant i Simorra, reconocido etnógrafo y folclorista catalán, dedicó prácticamente toda su vida a recorrer y conocer los valles pirenaicos, sus habitantes y sus costumbres. A pesar de ser sastre de oficio, acabó trabajando como conservador en el museo etnográfico de Barcelona. Se involucró de lleno tanto en su papel de conservador como en el de recopilador de ingente cantidad de información, escrita y gráfica. Tras muchos años de trabajo, toda ella acabó conformando el magnífico contenido del libro que ahora nos ocupa. Este libro lo dedicó al filólogo y romanista de Hamburgo Fritz Krüger, otro ilustre que recorrió esta cadena montañosa a principios del siglo XX y a quien profesó una gran admiración y afecto. Fue publicado por la Editorial Plus Ultra de Madrid en 1949 y a partir de allí, la gran acogida que tuvo el mismo, hizo que se reeditara sucesivamente en 1985, 1989, 1997 y 2003.

Portada de la edición original
         En las cerca de setecientas páginas de su última edición se incluyen un total de trece capítulos en los que se va desmenuzando la ardua labor de campo realizada por este hombre. Tras una introducción general a la cadena pirenaica, su autor pasa a hablar de la economía; los habitantes; la vivienda; el hogar y la vida doméstica; nacimiento, matrimonio y muerte; organización social y pecuaria; la caza y la pesca; la vida pastoral; la vida agrícola; creencias, mitos y supersticiones; fiestas populares y representaciones, danzas y deportes. Sus páginas van salpicadas de magníficas fotografías que con el paso de los años se han convertido en unos documentos gráficos de incalculable valor. Recogen escenas cotidianas de diferentes valles pirenaicos, habitantes de los mismos ataviados con unas prendas hace días desaparecidas, construcciones típicas adaptadas a los recursos naturales de cada valle y paisajes casi irreconocibles en la actualidad. Incluye también un gran número de láminas en las que aparecen fielmente dibujados infinidad de aperos y herramientas agrícolas, útiles domésticos, tipos de chimeneas pirenaicas o útiles para la caza y la pesca. En definitiva, estamos ante uno de esos libros que sin temor a equivocarnos, bien puede calificarse como básico e imprescindible en cualquier biblioteca perinenca que se precie.


Civilización Pirenaica


          Estamos ante un título más que sugerente y que de entrada llega a resultar muy ambicioso. Luego al ojear su contenido ya comprobamos que su ámbito se reduce bastante pues se refiere básicamente a la Ball de Benás. Su autor es Ángel Ballarín Cornel quien en el momento de publicar este libro, allá por febrero de 1972, ya contaba en su poder con otras publicaciones anteriores, centradas igualmente en este espacio perinenco. Una se tituló El Valle de Benasque y la otra Vocabulario de Benasque con lo que resulta más que evidente el interés que el autor profesaba por esta zona. No en vano era oriundo del mismo Benasque y una vez jubilado se dedicó a recopilar cuanto había aprendido y conocido a lo largo de su vida. Según este autor, toda civilización reposa sobre tres elementos principales: el medio, la raza y la lengua. Así pues, el contenido del presente libro se encarga de desgranar todas las cuestiones que giran alrededor de esas tres grandes materias. 

Carátula del libro comentado
           A lo largo de sus páginas el autor va desglosando un contenido que divide en cuatro claras partes. La primera la denominó Vestigios Ancestrales y en ella habla de la supervivencia de determinadas cuestiones en ese valle que son las que han conseguido darle a lo largo de los siglos esa idiosincrasia propia que le distingue de otros valles pirenaicos. La primera parte nos habla de cuestiones relacionadas con los animales y con las personas. También del transporte con la ayuda de animales, del calzado o de la legua propia del valle que resulta ser uno de sus rasgos más carismáticos. En la segunda parte se centra básicamente en la toponimia del valle e incluye relaciones del nombre autóctono de todos los pueblos del valle, los nombres de las casas y del origen y significado de muchas de esas palabras. La tercera parte la dedica a abordar les diferentes leyendas que recopiló y que se centraron en la de San Marcial, la Virgen de Guayente o la del rebaño petrificado. En la última incluye  una recopilación de refranes, adivinanzas y dichos de Benasque así como los motes aplicados a los diferentes pueblos del valle y a sus habitantes.









viernes, 13 de enero de 2017

El proceso de compra-venta de los montes en Huesca (II)



            Pero junto a los dos claros planteamientos a los que me referí en el anterior post de esta Memoria Forestal aún hay que señalar, aunque sea con carácter temporal, la existencia de otro nuevo grupo. Se trata de aquellos amos que tras escuchar los argumentos de unos y otros siguieron sin definir su postura. Debe indicarse que llegó a existir un buen número de indecisos, los cuales en más de un caso, acabaron siendo los que en última instancia permitirían que la balanza se inclinara hacia un lado u otro. Por este motivo fue el colectivo que más preocupó a los ingenieros de montes de la Brigada Aragón del PFE. Estos fueron conscientes desde el primer momento que si les conseguían poner de su lado acabarían logrando la adquisición completa de más de un nuevo pueblo. Así es como no dudaron en desplazarse las ocasiones que fueran necesarias a alguna de las reuniones informativas convocadas por los ayuntamientos respectivos o incluso a instancias de los mismos propietarios. 
           Quien primero supo jugar aquél trascendental papel fue el ingeniero de montes Miguel Navarro Garnica quien siempre estuvo dispuesto a viajar y a reunirse en cuantos pueblos hiciera falta. También hubo ocasiones en las que fue él mismo quien tomó la iniciativa sobre este particular. Uno de los primeros desplazamientos que he podido constatar fue al pueblo de Casbas (Comarca del Alto Gállego) en la primavera de 1952 pues allí se dio una de estas situaciones de indecisión entre sus vecinos (1). Varias de las personas con las que en su día pude hablar sobre las repoblaciones forestales han coincidido en señalar, al contrario de lo que inicialmente pudiera pensarse, en el talante abierto y dialogante de este ingeniero. Hay que decir que en aquellos años Navarro Garnica era el responsable de la Brigada Aragón del PFE en esta región y estaba destinado en Zaragoza, lugar donde radicaban las oficinas de este organismo forestal. Su gran labor acabó viéndose compensada años más tarde con su nombramiento como director del mismísimo PFE y su traslado a la sede central en Madrid.

Berbusa, en el Alto Gállego, uno de los primeros pueblos adquiridos por el PFE

      Tras agotarse todas las vías de negociación sin haber conseguido cambiar la opinión de los escépticos, al PFE aún le quedó una carta por jugar. Esta estrategia fue aplicada ya no sólo por los ingenieros del PFE sino también por los de la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) en sus expropiaciones de terrenos para la construcción de al menos el embalse de Mediano. Su carta en la manga para convencer a aquellos propietarios más reticentes fue, como última opción insisto, ofrecerles una plaza como colono en alguno de los nuevos pueblos de colonización que el Instituto Nacional de Colonización (INC) estaba construyendo en varios puntos del sur de la provincia oscense. Esta opción sólo fue empleada en las adquisiciones de una minoría de pueblos que bien debe calificarse, si no excepcional, sí atípica. Esta situación se ha podido constatar en la compra de al menos Basarán en 1954 y Cillas en 1961 (2).
 

      Una vez que se hubieron despejado las posibles dudas de algunos de los propietarios, las posiciones entre todos ellos ya quedaron bien clarificadas. Lo cierto es que llegados a este punto es muy difícil resumir cual fue la reacción de los pueblos ante aquella situación sutilmente impuesta. No todos los pueblos y sus respectivos propietarios respondieron de igual forma pues en esa respuesta intervinieron en gran medida las particularidades propias de cada uno de los pueblos afectados. En esencia puede decirse que se presentaron hasta tres situaciones diferentes aunque a continuación hay que decir que todas ellas acabaron reduciéndose a una única postura que fue la que se decantó finalmente por la venta. Cabe recordar en ese punto nuevamente que la legislación vigente al respecto en esos momentos, como ya se apuntó en algún post anterior, apostó claramente por defender los intereses de la administración forestal y por tanto del régimen dictatorial del momento, en detrimento de los propietarios particulares.­­ Una de las disposiciones que permitieron al gobierno del momento llevar a la práctica su política forestal de una forma más clara fue la Ley de 19 de diciembre de 1951. Esta disposición se complementó perfectamente con otras ya en vigor como fue la que dispuso la creación del mismísimo PFE y sus competencias.

Encabezado de la Ley sobre Repoblación Forestal y Ordenación de Cultivos Agrícolas sobre la que se sustentó buena parte de la política repobladora del PFE en nuestro país.

      La primera de ellas y quizás la más habitual, fue la situación que resultaba más favorable para los intereses del PFE. Es decir, todos los vecinos del pueblo acabaron manifestándose a favor de vender sus propiedades y en esta tesitura se encontraron inicialmente la mayoría de los pueblos. En esa situación el siguiente paso a dar por su parte era sencillamente acordar los detalles de la venta y las condiciones del pago en la correspondiente escritura de compra-venta. Otra situación diferente, la segunda, fue aquella en la que quienes se negaban a vender supusieron una mayoría de vecinos respecto a los que sí querían vender. Aquí fue cuando los ingenieros del PFE tuvieron que emplearse a fondo tanto echando mano puntualmente de las seductoras plazas de colonos referidas como recurriendo a amenazas más o menos veladas y de diferente calado en función de la situación y la tensión existente en cada caso. La tercera posibilidad se dio cuando los que querían vender eran numéricamente inferiores a los que se negaban. Sin embargo y hablando porcentualmente, esa minoría unida representaba más del 51% del total de la superficie del pueblo en cuestión. Esta situación tiene una fácil explicación pues se dio cuando varias casas fuertes de un mismo pueblo se aliaban y decidían apostar por la venta. Llegados a ese escenario quienes no querían vender acabaron teniendo que ceder, seguramente a regañadientes, a los intereses de la otra posición pues porcentualmente representaban mayor superficie. 
           En este tipo de casos se presentaron tensas situaciones sociales que dieron mucho que hablar en más de una comarca altoaragonesa. Con ello se extendió la sensación, no sin motivo, de que las casas pudientes se vieron una vez más favorecidas por aquella situación de dictadura pues acabaron imponiendo su criterio frente al de las casas más humildes.Tampoco faltaron casos en los que el PFE echó mano de recursos poco ortodoxos que generaron situaciones de tensión social que dieron mucho que hablar. Fueron muchas de esas situaciones las que permitieron que aún hoy en día se siga persistiendo en muchas zonas de la geografía altoaragonesa una reacción de rechazo al hablar del PFE. Tras ese proceso previo y una vez que todos los propietarios, de una forma voluntaria o  impuesta en mayor o menor medida acordaron vender al PFE. A partir de ese momento se inició la fase de compra-venta propiamente dicha. Tal cual dejó estipulado el Art. 61 del Reglamento del PFE, los propietarios debían presentar a este organismo una oferta de venta por escrito. Esta debía de incluir además del importe total que solicitaban por dicha venta, la firma de la totalidad de los propietarios de las fincas. 
           Tras revisar las ofertas escritas de prácticamente la totalidad de pueblos comprados por el PFE en esta provincia, llama también la atención una cuestión de orden menor. Me refiero al relativamente elevado número de propietarios analfabetos que existían en esas fechas pues las firmas caligráficas debieron ser sustituidas por una sencilla huella digital de tinta y su correspondiente aclara firma en la parte inferior. En este punto del procedimiento también se presentaron otras situaciones atípicas como cuando alguno de los propietarios llevaban tiempo viviendo fuera del pueblo. En algunos casos hacía ya años que habían emigrado, en más de un caso conocido incluso a la vecina Francia, por lo que fue necesario contactar con sus parientes conocidos más próximos. Estas situaciones acabaron solucionándose y simplemente lograron retrasar temporalmente la firma final de la venta (3).





Fuentes y Bibliografía:



- (1): Pinos y Penas en tiempos del Patrimonio; Carlos Tarazona Grasa 2006.

- (2): Trabajo en preparación

- (3): Fondo Documental del Monte; Mº Agricultura y Medio Ambiente, Madrid.

domingo, 8 de enero de 2017

Una excursión a los Baños de Panticosa en el siglo XIX (Parte I)


            Suele pasar en más de una ocasión que buscando una cosa determinada acabas topando sin querer con otra que, aun sin tener nada que ver con la primera, acaba colmando tus espectativas tanto o más que aquello que perseguías inicialmente. Así fue como en su día dí con un ejemplar del periódico francés L'Ilustration. Como rezaba su subtítulo, se trataba de un periódico universal que se editaba en París allá por la segunda mitad del siglo XIX. El ejemplar localizado en concreto el nº 395 el cual corresponde a finales del mes de septiembre de 1870. Entre sus páginas se incluye una excursión por el Pirineo que desde la vertiente francesa se adentra en la provincia de Huesca. Leyendo la traducción del mismo aún podemos respirar parte de la esencia de ese pirineismo propio de ese momento donde se mezclaba la dificultad intrínseca de la alta montaña pirenaica, la falta de material específico para esa práctica, la dificultad de los accesod o el glamour que delataba la vestimenta de los hombres y mujeres que realizaron aquella travesía.
Vista parcial de la portada del periodico que incluía el artículo aquí traducido. Foto: Archivo Cartagra
          Los "Pirineos", qué de páginas y libros no se han escrito ya sobre este tema¡. Cuantos entusiastas viajeron han entretenido ya al público sobre sus caminatas en estas admirables montañas narrando orgullosamente sus proezas y descrito pomposamente los sitios más interesantes. ¡Cuántos sabios tratando el asunto desde un punto de vista más serio y útil han contado con sus laboriosas y penosas exploraciones¡. Quién no conoce hoy en día, quién no ha visitado Bagneres de Luchon, Bigorre, Cauterets y sus alrededores tan interesantes¡ quién no ha oído hablar del Pont d'Espagne, del ibón de Gaube y de Gavarnie, Gavarnie, la maravilla, el orgullo de los Pirineos¡

          Es sin embargo sobre los Pirineos que tenemos la intención de entretener a nuestros lectores, y de ponernos en la tarea de este camino tan hollado es el dese de ser útil tal vez los viajeros que quieran visitarlos después de nosotros y esto indicándoles una excursión que pocas personas hacen, y que sin embargo es de las más interesantes. Además es sobre todo a los extranjeros que durante la estación de las aguas van, sea a Eaux Bonnes o Eaux Chaudes en los bajos Pirineos, a los que nosotros nos dirigimos.

          Todos los viajeros que pernoctan durante algún tiempo en nuestros establecimientos termales de nuestro Pirineo desean en general pasar al otro lado de los Pirineos y pasar a España. Algunos, los que tienen más tiempo disponible van hasta el interior de estas tierras y hacen una verdadera visita en España bajo el pretexto de un pequeño viaje a los Pirineos; estos son los privilegiados; otros y son mayoría, se contentan con deseos que no satisfarán y vuelven a su casa sin haber visto España; otros en fin toman el tiempo justo y hacen una pequeña entrada por la frontera y por lo menos no se van de los Pirineos sin llevarse a casa alguna idea de esta tierra española tan interesante por la naturaleza de su suelo, por las costumbres de sus habitantes y por sus recuerdo históricos.

          Desde Eaux Bonnes, mucha gente pasando por Bayona y Biarrits van a visitar Irún y San Sebastián, es un encantador viaje que se hace prosaicamente en diligencia sobre una buena carretera. Otros menos amantes de los caminos trazados buscan más lo imprevisto y lo pintoresco. Eligen por meta de su excursión en España el establecimiento termal de Panticosa que está situado a 6 horas de camino de la frontera al sudeste de Eaux Bonnes, en la provincia de Huesca.
          Para hacer la excursión completa hay que ir de Eaux Bonnes a Panticosa, de ahi a Cauterets por Mercadau y volver de Cauterets a Bonnes atravesando el Collado de Torte. Todo ello supone por lo menos tres días o cuatro como mucho descansando un día en Cauterets que es lo más prudente. Como la vuelta es algo fatigante las damas no pueden soñar en realizarla y una condición importante también a observar es no ir un gran número. No deben ir más de cuatro personas; el guía será la quinta y tendrá bastante para cuidar de los cinco caballos y supervisar todo.

        Se sale de Bonnes por las Eaux Chaudes y Gabás (Gabás es el último puesto de aduana francés, es el final de la carretera). Para evitar desde el principio al menos dos horas de caballo sobre la carretera que todos los días los bañistas recorren paseando y que por consiguiente conocen bastante, es mejor ir en coche hasta Gabás. Será necesario haber previsto enviar antes la víspera por la tarde un guía con caballos elegidos y probados. Salidos de Bonnes a las cinco de la mañana en dos horas se llega a Gabás; se deja allí el coche; y después de haberse asegurado de pagar los derechos necesarios para poder a la vuelta entrar los caballos en Francia sin pagar tasas nos ponemos en ruta. Saliendo de Gabás se entra a izquierda en un barranco boscoso pronto a medida que nos elevamos el suelo se vuelve árido y pedregoso y caminando siempre por el país de Gabás en unas dos horas se llega a la Casa Broussette especie de albergue situado en medio de la montaña donde se para a desayunar. Los viajeros prudentes han traído de Bonnes carnes frías, pan y vino y no piden al alberguista para consolar su amor propio de cocinero más que una simple tortilla con tocino. Bien alejado aquí del montañés escocés, el indígena de los Pirineos aprovecha su territorio y aprovecha ampliamente vuestra corta visita para redondear sus ingresos.
Una de las escasas ilustraciones que acompañaban al artículo en cuestión. Foto: Archivo Cartagra
          Sobre las diez horas se vuelve a la ruta. Bestias y gentes bien cargados avanzan con coraje porque el suelo se vuelve cada vez más montuoso, la naturaleza más agreste, a cada paso nacen nuevas dificultades y a menudo hay que poner pie a tierra para pasar por verdaderas escaleras que los caballos atraviesan con un pie firme y seguro de forma prodigiosa. De vez en cuando se oye un ladrido, se busca alrededor sobre las crestas de las alturas circundantes: pronto se descubre un rebaño numeroso pegado a los flancos de la montaña; después el pastor solitario sentado sobre una roca elevada y cerca de él su magnífico perro de los Pirineos, guardián vigilante de su rebaño. Entonces nos ponemos a reflexionar sobre la existencia de estos montañeses que durante seis meses al año dejan su familia y su pueblo para ir a pastar sus rebaños sobre los llanos desiertos de las montañas al pie de galciares seculares. Cómo nos parece su destino triste a nosotros gente de ciudad que tenemos la necesidad de mundo, ruido y placeres¡ y sin embargo comprendemos el encanto de esta soledad que les seduce y les ata, comprendemos el amor que tienen por su bello país y nos sentimos tocados cuando los oímos descendiendo de la montaña esos días magníficos, decir con un tono triste y lento esta vieja canción del país: "Oh Dios de estas montañas que las ha podido dejar sin llorar, yo voy por las montañas a pasear mis animales sin tardar, como consolarme".

          Pero mientras nosotros dejamos esta digresión, nuestra caravana sigue todavía y a medio día, después de haber atravesado un pasaje bastante difícil llamado el Port Aneu (Portalet) cerca del monte de ese nombre u homónimo, atravesamos la frontera apenas indicada por un muro bajo de piedras secas en parte caído y descendemos por una pendiente suave y fácil por el pequeño valle de la Romega al fondo del cual serpentean las aguas de un riachuelo llamago Gallego. Frente al viajero, al otro lado del valle, se levanta una cadena de montañas llamada los Monts-Rouges detrás a la derecha la punta del pico Midi d'Osseau sobresale de las montaña de Francia; a izquierda se percibe el monte Peyraleu que se levanta como un gigante amenazante; al fondo más lejos, montañas con cumbres nevadas envueltas en una tinta azulenca rematan el cuadro. Bajando el valle seguimos. Dirigiéndonos a la izquierda, el curso del Gállego a avanzamos hacia Sallent, primer pueblo español, situado en el punto de encuentro del pequeño valle de la Romega y el gran Valle de Tena (el aragonés) que avanza hacia el sur.

          Pronto encontramos a los aduaneros españoles cuyo puesto más parecido a una madriguera que a un cuerpo de guardia se encuentra más o menos a mitad de camino entre la fronte y Sallent y controla asi el valle. Verificamos los derechos de los caballos, damos a los aduaneros una pequeña gratificación y continuamos hacia Sallent donde entramos sobre las dos.     

          El pueblo de Sallent, adosao a la base del pico Peyraleu, es el sitio más pintoresco, ofrece ya una fisionomía enteramente española: las casas, los habitantes, los convoyes de mulos con elegantes arneses y cascabeles sonoros, las danzas nacionales, los vestidos, todo indica al viajero que ha pisado el suelo de España.Es imposible dejar Sallent sin tomar en la principal posada del país una taza de chocolate preparado con agua que desfruta de buena y justa reputación.

        Después de haber visitado la iglesia qie no presenta nada remarcable salvo su situación, después de haber descansado durante una hora durante la cual los caballos han comido avena, volvemos a la ruta y entramos en la parte más interesante del viaje, verdaderamente admirable. A un cuarto de hora de Sallent se atraviesa un pequeño pueblo llamado Lanuse y unos momentos después a la salida de unos estrechos desfiladeros boscosos y montuosos se descubre a sus pies el magnífico Valle de Tena. Nada más bello, más grandioso que el espectáculo que se disfruta en ese momento. Espectáculo que el lápiz no puede reproducir, es impotente de reproducir. Delante suyo estña el valle que estendiéndose hasta donde se pierde la vista, se va estrechando encerrado por altas montañas y deja percibir a lo lejos los llanos inmensos de Aragón. Destrás está el barranco Sallent que se acaba de atravesa al fondo del cual se levanta formidable, sólo en su grandeza, el Pico Peyraleu. Alli el viajero transportado por el entusiasmo contempla, olvida sus fatigas pues este momento bastará ya y más allá para sentirse satisfecho. Sin embargo hay que dejar de lado el camino de la contemplación de este magnífico cuadro pues el sol continúa en movimiento y queda camino por recorrer. Seguimos pues sobre la izquierda del valle andando a media ladera y dejando abajo a la derecha el pueblo de El Pueyo y de San Dionisio. Después la dejamos para entrar en un barranco que se abre a la izquierda y en el cual encontramos pronto el pueblo de Panticosa. Mientras que los caballos descansan un momento, hacemos la visita obligada a la iglesia donde destaca la ornamentación y los dorados de los altares que aunque han perdido su esplendor primitivo y actualmente están en bastante mal estado, forman sin embargo contraste con el aspecto general miserable del monumento y del país. 




Fuentes y documentación:

- La fidelidad de la traducción respecto al texto original no hubiera sido posible sin la implicación total de Rafaél Vidaller quien en gran medida es el principal responsable del resultado final. Mil grazias Rafelón.