La Organización
Nada
más concluir la guerra, el Patrimonio Forestal del Estado (PFE) comenzó a poner
en funcionamiento su complejo engranaje. Tanto la ley de su creación como el
reglamento en el que había de ampararse la aplicación de la misma, resultaron
ser extensos y proporcionales a la ambición e importancia que el gobierno
depositó en la creación de este organismo. El PFE quedó adscrito dentro de la
Dirección General de Montes, Caza y Pesca Fluvial del Ministerio de
Agricultura.
Aspecto de una de las numerosas repoblaciones forestales acometidas por el PFE. Foto: Archivo Cartagra |
Inicialmente
el PFE estuvo regido por un Consejo de Dirección al frente del cual hubo un
Director General que necesariamente habría de ser un ingeniero de montes. El
resto de personal de los servicios centrales estaba compuesto por un Subdirector,
Secretario General, cuatro Jefes de Sección encabezadas también por ingenieros
de montes, una sección de asesoría jurídica y otra de contabilidad. En esa
primera etapa se crearon seis Jefaturas Regionales aunque años más tarde se
verían incrementadas. La primeras seis se repartieron geográficamente del
siguiente modo: 1ª) la cuatro provincias gallegas más la de Oviedo; 2ª) País
Vasco, Santander, Logroño, Navarra, Soria y Burgos; 3ª) Aragón, Cataluña y
Baleares; 4ª) Valencia, Murcia, Castilla la Nueva y Badajoz; 5ª) Andalucía e
Islas Canarias; 6ª) Cáceres, Ávila, Segovia, León, Zamora, Salamanca,
Valladolid y Palencia. Entre estas seis jefaturas se repartieron a su vez hasta
23 Brigadas mayormente uniprovinciales salvo las de Logroño-Navarra y la de Ciudad
Real-Toledo. Esta nueva estructura territorial debía de coordinarse a su vez
con las respectivas organizaciones de otros organismos con competencias
forestales de nuestro país como eran los Distritos Forestales, las Divisiones
Hidrológico-Forestales, las Confederaciones Hidrográficas, las Diputaciones
Provinciales, el Instituto Nacional de Colonización y el Instituto Forestal de Investigaciones y
Experiencias. En total, debería coordinarse nada menos que con hasta 90 servicios diferentes. Muestra del empeño que se depositó en este nuevo organismo fue el
hecho de que se le dotara por medio de dos leyes, una en 1941 y otra en 1944,
con hasta 780 millones de pesetas en créditos. Este importe se iría entregando mediante
subvenciones anuales en función de las propuestas de trabajos que resultaran
aprobadas. Cabe señalar aquí que en estas cuestiones económicas intervinieron directamente tanto el
Ministerio de Agricultura como el de Hacienda.
Labor a desarrollar
El
principal objetivo que se encomendó al PFE desde el mismo momento de su
creación fue proceder a la restauración de la cubierta forestal española
mediante la realización de cuantas repoblaciones forestales fueran necesarias.
Para ello, el primer paso que dio fue la creación de una comisión de técnicos
quien debía de estudiar y proponer un Plan General de Repoblación de España.
Aquél plan contempló la necesidad de repoblar en España durante los siguientes
cien años una cifra nunca antes planteada en nuestro país. Fijó como objetivo
repoblar nada menos que 5.678.625 Ha, lo que suponía una labor anual de, redondeando cifras, de 57.000 Ha. Las cifras propuestas resultaron ser
contundentes, aún más si las comparamos con las referencias europeas con las
que se contaba en esos momentos. En Francia durante el último siglo habían conseguido
repoblar en la landas unas 600.000 Ha; en Italia consideraron óptimo el ritmo
que habían alcanzado de 7.000 Ha anuales mientras que Dinamarca o Países Bajos
ni tan siquiera llegaron a esa cifra; Inglaterra consiguió poner el listón en
las 10.000 Ha anuales mientras que para 1919, en Estados Unidos, se propusieron
repoblar 710.000 Ha en ochenta años. Visto lo visto, el objetivo que se marcó
el PFE cabe calificarlo como de muy ambicioso, máxime si recordamos que España
era un país recién salido de una guerra y que debía comenzar esta obra forestal
prácticamente desde abajo.
Cuadro resúmen con las repoblaciones efectuadas por el PFE durante sus primeros catorce años de funcionamiento. Foto: Archivo Cartagra |
Para
comenzar a cumplir esos objetivos era obligatorio dotar al PFE de una
infraestructura mínima. En primer lugar hubo que solventar la disponibilidad
de cuestiones tan básicas como conseguir los terrenos sobre los que repoblar,
buscar el personal necesario para ejecutar cuantas labores se requirieran,
obtener semillas de diferentes especies o crear una red de viveros y sequeros
en los que obtener las plantas necesarias para acometer con un mínimo de
garantías tan importante volumen de plantaciones previstas.
Herramientas legales
Llegados
a este punto las intenciones teóricas previas estaban más o menos concretadas y
previstas. Era el momento pues de comenzar sobre el terreno con una serie de
cuestiones prácticas de vital importancia para que todo lo avanzado hasta este
momento comenzara a dar resultados. La más importante de todas ellas era la
consecución de los terrenos necesarios sobre los que ejecutar las repoblaciones
forestales. Esta cuestión quedó resuelta dentro del Reglamento del PFE aprobado el 30 de mayo de 1941. Sus artículos 60
y 61 dejaron bien atada la manera de conseguir esos terrenos. Esta podría ser
por compra, mediante la firma de consorcios (1) con los respectivos propietarios
de los mismos o en última instancia por expropiación forzosa.
Distribución porcentual de las repoblaciones efectuadas por el PFE durante sus primeros quince años de actividad en las diferentes provincias españolas. Foto: Archivo Cartagra |
Pero
además del reglamento anterior, el régimen franquista aprobó entre otras, una
ley a la que dotó de nuevas herramientas para conseguir los terrenos necesarios.
En diciembre de 1951 aprobó la Ley sobre
Repoblación Forestal y Ordenamiento de los Cultivos Agrícolas integrados en
los terrenos comprendidos dentro de las cuencas alimentadoras de los embalses
de regulación. Su artículo 3 creó la figura de la Zona de Interés Forestal la cual facilitó sobremanera la
consecución de esos terrenos. Esto supuso que a partir de ese momento, los propietarios de
terrenos incluidos dentro de una de esas zonas declaradas como tal, estaban obligados a hacerse
cargo de su repoblación. Si no disponían de recursos para ello se les daba la opción
de firmar un consorcio con el PFE. Tenían también la opción de vender esos
terrenos al PFE y que fuera este organismo quien se hiciera cargo de la
repoblación de los mismos. Si los propietarios no querían firmar el respectivo consorcio o la venta voluntaria, el PFE tenía la total potestad legal para proceder a la expropiación forzosa de los
terrenos en cuestión. La legislación vigente en esos momento permitió al PFE
declarar infinidad de Zonas y/o Comarcas
de Interés Forestal a lo largo y ancho de España. Tal declaración implicó además la consideración de utilidad pública de las fincas afectadas así como
la necesidad de su ocupación por el procedimiento de urgencia. Con la entrada en vigor de estas
disposiciones que defendían abiertamente los intereses del PFE, la consecución de
los terrenos necesarios para repoblar resultó ser una tarea relativamente fácil para este organismo.
Infraestructura forestal
Una
vez solventada la cuestión legal imprescindible en cualquier plan de
envergadura, el PFE tuvo que empezar prácticamente desde abajo en la creación
de una infraestructura forestal que debía responder a toda una serie de
necesidades básicas. Había que crear una completa red de viveros en los que
obtener las ingentes cantidades de plantas de diferentes especies que iban a necesitarse. Los viveros
existentes en esos momentos eran a todas luces insuficientes además de estar mal
ubicados sobre el terreno pues no siempre estaban próximos a las zonas a
repoblar. Pero para que estas instalaciones alcanzaran su máximo rendimiento
era necesario contar también con una completa red de sequeros en los que
obtener las semillas que debían sembrarse posteriormente en los viveros.
Evidentemente, para que todas esas instalaciones funcionaran de forma
eficiente, era necesario también un buen número de empleados. Además, en la
mayoría de los casos hubo que formar e instruir previamente a muchos de esos
hombres, e incluso mujeres, sobre la marcha.
Gráfico que recoge la producción de semillas tanto de resinosas como de frondosas que llevó a cabo el PFE. Foto: Archivo Cartagra |
Por
lo que se refiere al personal propio del PFE decir que estuvo conformado principalmente
por ingenieros de montes, ingenieros técnicos forestales y guardas forestales.
Su plantilla se fue completando al mismo tiempo que surgían sobre el terreno las
nuevas necesidades. La mano de obra necesaria para las repoblaciones fue
proporcionalmente la más numerosa de todas pues fueron muchísimas las
cuadrillas que se llegaron a contratar. Sus componentes se buscaron
inicialmente en las mismas zonas donde habían de acometerse las repoblaciones.
En caso de no encontrarla en número suficiente dentro del ámbito local, el PFE
tampoco dudó en traerla de fuera. Hubo muchos casos en los que el propio PFE
organizó viajes con uno o varios autobuses para ir a buscar obreros hasta zonas
con altos porcentajes de desempleo en esos momentos como Andalucía o
Extremadura.
De
todas estas cuestiones hablaré con más detenimiento en posteriores entradas.
Mientras tanto, sirvan estos párrafos como una pequeña introducción a las mismas.
Fuentes y Bibliografía:
(1) Consorcio: Fórmula por la que los propietarios cedían temporalmente sus terrenos al PFE para que este procediera a la repoblación de los mismos. Llegado el momento de la corta final del bosque una vez adulto, el reparto de los beneficios se realizaba según el porcentaje acordado en el momento de la firma del consorcio.
- Patrimonio Forestal del Estado, Memoria Resúmen 1940-1949
- Patrimonio Forestal del Estado, Memoria Resúmen 1940-1949