sábado, 23 de julio de 2016

Burgasé


Con el presente post doy comienzo a una nueva serie de entregas que se irán centrando en los numerosos pueblos que fueron adquiridos por el Patrimonio Forestal del Estado en la provincia de Huesca. En ellos abordaré de una forma resumida parte de la información que he conseguido recopilar sobre cada uno de ellos, haciendo especial hincapié en el proceso de adquisición del mismo. Tales entradas quedarán englobadas igualmente dentro de la sección de Memoria Forestal de este blog

He decidido comenzar esta nueva serie de entregas con el pueblo de Burgasé, enclavado en la comarca a la que da nombre y en la que se asienta un número importante de pueblos adquiridos por este organismo forestal. En la actualidad en la Solana Burgasé se encuentra una mancha forestal de unas 7.000 Ha aproximadamente, cuyo origen debemos buscarlo en las repoblaciones forestales masivas propulsadas por el régimen dictatorial franquista a través del Patrimonio Forestal del Estado (PFE).

Burgasé

El conjunto del pueblo contaba según el informe elaborado por el PFE con un total de 2.309 m² destinados a vivienda y otros 653 m² destinados a construcciones auxiliares. El nombre de las diecinueve casas que se han podido recopilar son los siguientes: Casa Puyolé, Casa Clara, Casa Añoto, Casa Jacinto, Casa Serrate, Casa Ezquerra, Casa Juan, Casa Buesa, Casa Cuello, Casa Lordán, Casa Borrué, Casa Sastre, Casa Juan, Casa Cacalás, Casa Tana, Casa Ralla, Casa Vicente, Casa Méliz y Casa Villacampa. Todos los terrenos incluidos dentro de la cuenca del por aquél entonces previsto embalse de Jánovas fueron declarados en julio de 1961 como Perímetro de Repoblación Obligatoria. Obviamente, el monte de Burgasé quedó incluido dentro de esos límites.

Vista parcial del núcleo de Burgasé en 1988. Foto: Luis Buisán Villacampa.

Según los datos catastrales iniciales, su monte tenía una extensión de 308 Ha aunque los datos obtenidos tras la medición realizada por personal del PFE arrojaron nada menos que 903 Ha de superficie. La opinión del ingeniero de montes que dirigió aquellos trabajos de medición fue desde un principio totalmente favorables respecto del interés del PFE en adquirir aquél monte. Para aquellas fechas, verano de 1962, este organismo forestal ya había adquirido en la zona los pueblos de Castellar, San Felices de Campol, Tricas, Muro y Ginuábel. Por su parte, en trámites de adquisición se encontraban los pueblos de Gere, Pardina El Seto, Ceresuela, Sasé, Giral, Cajol y Campol. Otro punto de interés para la adquisición de Burgasé era que dentro de sus límites había buenos terrenos en los que instalar un vivero forestal donde producir la planta que se necesitaría para repoblar buena parte de los montes mencionados.

El inicio del proceso de adquisición comenzó un 30 de noviembre de 1961. Esa era la fecha que llevaba el escrito firmado por hasta dieciséis vecinos de este pueblo en la cual ofrecían la venta  del pueblo y el monte al PFE. Según los cálculos de los vecinos su monte tenía 850 Ha y por ellas solicitaron un precio inicial de 8.500.000 Pts. Es decir, un precio de 10.000 Pts la hectárea lo cual resultaba de entrada un precio elevado para los precios que había pagado hasta ese momento el PFE en esta zona. En noviembre de 1962 el ingeniero de montes Agustín Iturralde redactó la pertinente valoración del conjunto del monte obteniendo para el mismo un valor de 3.643.601 Pts. A principios de diciembre de 1962 el Jefe de la Sección 3ª de Adquisiciones modificó a la baja algunos parámetros de esa valoración y fijó un precio final de 3.452.851 Pts. Así fue como a finales de 1962 se notificó a los propietarios que el precio que estaba dispuesto a pagar el PFE era dicha cantidad. A pesar de la gran diferencia inicial entre las aspiraciones de una y otra parte, los vecinos presentaron un escrito fechado en Lacort un 6 de diciembre de 1962 firmado por catorce de ellos. En él aceptaban vender todas sus propiedades por 3.452.851 Pts.

El siguiente paso que dio el PFE fue preguntar al Registro de la Propiedad de Boltaña cuál era el estado registral de toda la superficie en cuestión. Desde el Registro respondieron que de las 850 Ha sólo había debidamente inscritas 38,8 Ha. Es decir, había un exceso de cabida de nada menos que 864,16 Ha. En el acto de firma de la escritura de compra-venta el PFE sólo pagó que 112.373,83 Pts entre diez de los vendedores mientras que el resto no recibieron cantidad alguna debido al exceso de cabida referido. No se ha podido concretar la fecha en la que todas las partes fueron convocadas para proceder a la firma de la escritura de Carta de Pago por las cantidades que se adeudaban. Este pago, según las leyes en vigor entonces, debía demorarse al menos dos años. Este era el periodo de tiempo establecido para que si había una segunda persona que dijera ser propietaria de los terrenos en cuestión, presentara la documentación acreditativa pertinente.

En el momento de la firma de la escritura de Carta de Pago, al menos dos años después de firmar la venta, el destino de los antiguos moradores de Burgasé era muy variado y se repartían entre destinos por la geografía aragonesa pero también catalana. A Monzón marcharon al menos cuatro casas; a Bielsa los de una; a Zaragoza los de dos casas; a San Lorenzo del Flúmen los de otras dos casas; a Torralba de Aragón dos casas más y tan sólo una a Barcelona. Otros vecinos en fechas anteriores al de la venta ya habían emigrado a varios puntos de Francia.



Fuentes y Bibliografía:

- Archivo Fondo Documental del Monte; Ministerio Agricultura y Medio Ambiente, Madrid.
- Archivo Servicio Provincial Desarrollo Rural y Sostenibilidad del Gobierno de Aragón.








martes, 5 de julio de 2016

Memoria de Papel (11)



              Cada uno en esta vida tiene una serie de lugares que, por motivos que pueden ser de lo más variopintos, acaba considerando como sus favoritos. Pues bien, uno de esos rincones que para mi combina recuerdos entrañables y evocadores es el Balneario de Panticosa. Creo que es una mezcla de recuerdos personales en los que se combinan mis primeras excursiones por ese entorno y mis largas jornadas trabajando como pintor de brocha gorda recorriendo el interior de aquellas dependencias hosteleras decimonónicas. Así pues, dejándome llevar por esta especie de melancolía, hoy traigo a esta sección un par de libros sobre el que considero es uno de los parajes con más encanto de nuestro Pirineo. Y eso que en los últimos años ha habido quienes se han esmerado a fondo para quitárselo a costa de cualquier cosa.


Balneario de Panticosa (La época dorada)


Carátula del estupendo catálogo fotográfico del 
Balneario de Panticosa
              Estamos ante un magnífico libro -uno más- salido de la interminable factoría de la Diputación Provincial de Huesca y su magnífica fototeca. Fue editado en 1998 y en él se muestran una serie de fotografías y postales de incalculable valor gráfico pues nos muestran el aspecto de este lugar hace más de un siglo. Pero eso no es todo pues las abundantes fotografías que incluye esta publicación nos permiten, ya no sólo conocer como era este sitio hace tantos años, sino también comprobar cómo ha ido evolucionando. Entre las postales que conforman esta publicación destacan autores como Escolá, Thomas, Arribas, de las Heras o París entre los fotógrafos nacionales. Por lo que se refiere a los extranjeros pueden ser citados los hermanos Labouche de Toulouse o Gaston Nancy. ambos franceses. Entre todos ellos consiguieron inmortalizar la época de mayor esplendor de estas instalaciones.


              La mayoría de las que se incluyen corresponden a postales editadas de forma individual o formando parte de un desplegable o acordeón. Otras fueron fotografías editadas de forma individual. Muchas de ellas vieron la luz entre finales del siglo XIX y principios del XX y son una muestra clara de la importancia de este establecimiento termal en esos momentos. Debió ser, y con diferencia, del que más postales se publicaron en esos años lo cual a su vez certifica la categoría y reputación que llegaron a alcanzar aquellas aguas termales. Esta queda claramente puesta de manifiesto en muchas de las postales aquí incluidas pues nos muestran unos personajes que seguramente pertenecían a la clase alta de aquella época. Las imágenes también nos cuentan las peripecias necesarias para llegar a este paraje durante unos años en los que las comunicaciones eran más bien precarias. De este modo se incluyen imágenes de los accesos al balneario como el puente de Escarrilla o El Escalar donde en su día llegó a existir hasta una casilla para un peón caminero.



El Balneario de Panticosa (1826-1936)


              Este libro fue escrito por Octavio Montserrat Zapater en 1998 y constituye el nº 26 dentro de la Colección Estudios y Monografías publicadas por el Gobierno de Aragón. Estamos ante un ingente trabajo de investigación de casi cuatrocientas páginas que debe ser considerado, sin ningún género de dudas, como la mejor monografía publicada hasta la fecha sobre el conjunto que ahora nos ocupa. A pesar de contar con una estupenda parte gráfica final donde se recopilan fotografías de este enclave durante diferentes épocas, quizás en este caso lo más interesante sea la parte escrita dada la extensión de la misma y la cantidad de información que nos aporta. Destaca también un apartado en el que se incluyen interesantes planos datados en diferentes años de este conjunto que nos permiten comprobar cuál fue la evolución de los diferentes volúmenes que se iban construyendo, modificando e incluso eliminando. 


      
Vista del magnífico trabajo de investigación 
de Octavio Montserrat Zapater
  
Su Capítulo I está dedicado a la descripción del medio natural donde se asientan estas instalaciones balnearias. En él se habla también detenidamente de las aguas termales y de las características de las mismas según los resultados de unos análisis realizados en diferentes momentos históricos. Su Capítulo II se dedica a hablarnos del origen histórico de estos manantiales aportando cuanta información pudo recopilar su autor sobre las primeras etapas de su existencia como tal. Aporta mucha más información del periodo en el que la explotación de estas instalaciones son adjudicadas a un vecino del Valle de Tena, Nicolás Guallart y de las condiciones en que este realizó la misma. Nos habla también de las comunicaciones existentes para llegar hasta el circo glaciar en el que se asientan. Otro interesante apartado versa sobre la evolución de la arquitectura balnearia en función de las nuevas necesidades que iban surgiendo. En otro entretenido capítulo nos habla de infinidad de cuestiones que giran en torno a la salud y al ocio de los bañistas que visitaban estas instalaciones así como a los diferentes tratamiento hidroterápicos que se ofrecían a los mismos entre las distintas fuentes existentes.