Un ama de casa y dos obreras. Estas fueron las profesiones que declararon tres
mujeres oscenses a la hora de embarcar en un vapor en
el puerto francés de Le Havre. Embarcaron un 9 de noviembre de 1920 en un barco que se llamaba La Touraine el cual realizaba regularmente viajes entre este puerto
europeo y el americano de Nueva York. Una se llamaba Ramona Navarro y erade Ansó; otra Barbara Navarro y era de Fago y la tercera, también de Ansó, se llamaba Sebatiana Vitales. Nuestras protagonistas subieron a bordo
del mismo y tras un largo viaje transoceánico de cerca de quince días, acabarían recalando en la capital
americana. Como era habitual en esos casos lo hicieron juntas pues era la mejor
manera de afrontar con un mínimo de seguridad y garantías tan largo viaje a un país extranjero.
Además, tal como muestra esta hoja de embarque, la mayoría del resto de
pasajeros eran de procedencias tan dispares como rumanos, italianos o
franceses lo cual hacía poco recomendable viajar solo.
Este registro de embarque fue localizado en el archivo de la Isla de Ellis
donde se guardan los listados de los más de doce millones de inmigrantes que
entre 1892 y 1954 acogió Estados Unidos. Fue durante la visita que realicé a este
archivo en 2009 con el objeto de conocer algo sobre los aragoneses que llegaron a tierras
americanas a principios del siglo XX, cuando di con ella. Tal fue el impacto de
esa elevada cifra de inmigrantes que en la actualidad cerca del 40% de los estadounidenses,
es decir, unos cien millones de ellos, pueden trazar su ascendencia a partir de
los hombres y mujeres llegados a este país por esta aduana. Esto se debió a que sobre la Isla
de Ellis se asentó durante todos esos años la única aduana que había en toda la costa Este
americana. Esta tuvo mucho más tráfico que la aduana ubicada en la costa Oeste la cual
recibió los inmigrantes del continente asiático básicamente.
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Imagen del vapor La Touraine en el que hicieron la travesía trasatlántica las tres mujeres oscenses. Foto: Archivo Cartagra |
Pero volvamos sobre el contenido de esta hoja de embarque pues proporciona
más información interesante. Hay que decir que falta otra página donde
aparecían más datos de los viajeros. Llama poderosamente la atención como las
fichas de viajeros coetáneas para las aduanas europeas fueron mucho menos
rigurosas pues solamente contenían que la información básica de nombre,
apellidos, residencia y poco más. Las autoridades americanas fueron mucho más exhaustivas pues sus registros incluían datos como la altura, raza,
color de ojos o de pelo. Sus libros de registro de gran tamaño contenían nada menos
que dos hojas tipo sabana en las cuales recogían infinidad de datos de cada uno de los inmigrantes.
Respecto a nuestras tres mujeres imagino que su primer reto debió ser conseguir el dinero suficiente para pagarse un
pasaje, seguramente de tercera, lo cual supondría para ellas trabajar duro durante bastante tiempo para ahorrar peseta
a peseta el total del importe. Es muy posible que alguna de las tres fuera a trabajar temporalmente
a las fábricas de alpargatas de Mauleón, Olorón o su entorno, donde aprenderían
mínimamente algo de francés. Otro reto para ellas debió ser atravesar Francia sólas hasta
llegar a la ciudad de Le Havre y llegar a tiempo para embarcar, superando entre las tres
cuantos imprevistos de les presentaran. Llama poderosamente la atención que a
las tres se les anotara que su provincia de origen fuera Navarra y no Huesca.
Quizás se debiera a que dos de ellas se apellidaban Navarro y esto indujera al
error. Tampoco debe considerarse como
casual que el destino final declarado por las tres fuera el mismo, San
Francisco. Las tres eran muy jóvenes pues la mayor contaba con 25 años y las
otras dos 21 y 18 años respectivamente. Las tres contaban ya por esas fechas
con familiares o conocidos en esta capital del Oeste americano quienes habían
realizado dicho trayecto unos años antes. Ramona Navarro tenía alli a su hermano; Bárbara a su amiga Sebastiana Aznárez y Sebastiana Vitales al amigo Rafaél Pujolar.
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Carta de embarque en las que aparecen las tres mujeres oscenses localizadas. Foto: Archivo Cartagra |
Las condiciones del viaje fueron poco confortables para quienes viajaban
con un pasaje de tercera. Durante la quincena aproximada de días que duraba el
viaje eran instalados en las bodegas de los vapores en unas circunstancias muy
austeras y en ocasiones con unas mínimas garantías de salubridad. En otros
casos debieron realizar todo el viaje sobre la misma cubierta soportando las
inclemencias atmosféricas como buenamente pudieron. Sólo viajaban en camarote
con unas condiciones dignas quienes llevaban pasaje de primera o segunda
categoría. Este barco en concreto tenía capacidad para 1090 pasajeros en total que según las categorías se repartín del siguiente modo: 392 pasajeros en 1ª, 98 en 2ª y otros 600 pasajeros en 3ª.
La llegada a la aduana de la Isla de Ellis tampoco estaría exenta de
tensión y temores. Allí serían examinadas nuevamente por médicos americanos
para asegurarse que estaban libres de enfermedades como el tracoma ocular o la
tuberculosis. Largas y angustiosas colas para superar los diferentes y
exhaustivos trámites que las autoridades migratorias americanas imponían y que
en más de un caso implicó la deportación de alguno de ellos. Una vez superados
eran embarcados nuevamente y llevados hasta Manhatan donde ya pisaban por
primera vez el continente americano. Allí debieron tener mucho cuidado pues los
ladrones y timadores esperaban ansiosos la llegada de los incautos inmigrantes
para intentar engañarles o hacer negocio a su costa. En el mejor de los casos
quizás pudieron contar con algún contacto español en Nueva York quienes les ayudarían
a organizar la segunda etapa de su largo viaje pues aún debían atravesar el amplio continente americano y alcanzar la
costa Oeste donde se asentaba su destino final, la gran urbe de San Francisco.
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Aspecto de la cubierta de un vapor abarrotada principalmente por pasajeros de 3ª clase. Foto: Biblioteca del Congreso de EE. UU. |
Por todo esto hay que resaltar ineludiblemente el valor de aquellas tres mujeres
por emprender semejante viaje, totalmente solas, sin conocer nada de inglés y
seguramente que bien poco de francés o por hacerlo en una época en la que las
mujeres estaban condicionadas por un montón de prejuicios. Pero estas tres mujeres tenían el carácter y la personalidad suficientes como para superar cuantos retos les presentara un viaje que resultó vital para las tres. En una futura entrada contaré con detalle cuál fue el devenir en el país americano de una de ellas, Barbara Navarro, a la cual seguí su pista por tierras californianas durante mi periplo americano.
Fuentes y bibliografía:
- Borregueros, Aragoneses en EE. UU. de Carlos Tarazona; trabajo inédito.