Buena
parte de la mitad norte de la provincia oscense está atravesada por una
formación que los geólogos denominan flysh.
Esta se ve erosionada por diferentes cursos fluviales que antes o después,
consiguen romper sus perfectas capas de materiales duros calizos alternados con
otras capas de materiales blandos como son las margas. Una vez rasgadas dichas
capas, el agua las continúa rompiendo y arrastra todos estos materiales cauce
abajo. Es allí donde los habitantes de estas tierras han acudido habitualmente
para recoger esos materiales y emplearlos en la construcción tanto de las viviendas
habituales como las construcciones auxiliares. Todas en su conjunto, conforman los numerosos pueblos repartidos a lo largo y ancho del norte oscense que comparten este tipo de material.
Detalle de la colocación de las piedras, en este caso adoptando una forma en espigada, en el suelo de Casa Malláu de Susin |
Estos
suelos generalmente se ubicaban en el patio o planta baja de las casas aunque también
hay casos en los que esta técnica se empleó en suelos de la planta primera. En
este segundo caso se colocaba una buena capa de barro o buro sobre las tablas de madera que conformaban la base del suelo,
las cuales a su vez se apoyaban sobre los gruesos troncos de pino que delimitaban cada planta. Después, con
algo de paciencia, el albañil iba colocando una a una las piedras conformando
así dibujos con diferentes motivos geométricos o florales. Cuando estos suelos
decorativos se asentaban sobre plantas bajas, el buro se colocaba directamente sobre el suelo allanándolo
previamente de forma manual. En la comarca del Alto Gállego todavía persisten
suelos de estas características que afortunadamente han conseguido llegar hasta
nuestros días. Prácticamente todos ellos han sido restaurados y la mayor parte
del buro que inicialmente ejerció de
amalgama, en la actualidad ha sido sustituido por cemento que proporciona más
solidez y una resistencia casi total al pisoteo.
Suelo a base losones en una de las estancias de Casa Batanero de El Puente, donde se encuentra el Museo Ángel Orensanz y Artes Populares de Serrablo |
Pero
no todas las casas pudieron permitirse contar con unos suelos tan profusamente
decorados. A pesar de que el elemento base era barato pues tan sólo debían
acudir a recogerlo al lecho de los ríos y barrancos de la zona, la elaboración propiamente
dicha suponía un extra de mano de obra que no podían asumir. Por este motivo
abundan mucho más los ejemplos de suelos en los que directamente fueron
empleadas piedras de gran tamaño o losones
cuyo origen también debemos buscarlo en el ya mentado flysh. Hay que señalar que estos han sido los suelos más abundantes
para patios y primeras plantas de la mayoría de casas
tradicionales del norte de Huesca. Ejemplos de estos suelos tampoco faltan en
la actualidad a pesar que muchos de ellos ya han sido sustituidos por
materiales más ligeros y resistentes como la cerámica, terrazo o gres.
Aunque
debo decir que también hubo casos intermedios. Es decir, suelos que sin llegar
a estar ocupados por completo con dibujos deliciosos a base de pequeños cantos rodados, se combinaron con
otras piedras de mayor tamaño. Con el uso de las mismas,
el tiempo necesario para completar el suelo se reducía en una buena proporción consiguiendo
igualmente un resultado original y diferente que en definitiva era lo que
buscaba el amo de la casa.
Empedrado del patio de Casa Hilario de Oliván, sencillo pero con un efecto bien logrado |
A plantar fuertes tod@s
Nota: Quien desee conocer más detalles sobre esta técnica decorativa u otras propias de la arquitectura popular de Serrablo deberá consultar el libro Arquitectura Popular de Serrablo escrito en 1988 por
José Garcés Romeo, Julio Gavín Moya y Enrique Satué Oliván y publicado por el Instituto de
Estudios Altoaragoneses.