domingo, 18 de mayo de 2014

El pasado forestal de Daroca



            En este post, y sin que sirva de precedente, abandonaré el escenario pirenaico habitual del blog para dar cuenta de los trabajos forestales realizados durante el primer cuarto del siglo XX en la cuenca del río Jalón. La importancia de los mismos bien se merece esta excepción para así poder contar y mostrar algo de cuanto allí se trabajó. Al igual que los trabajos acometidos en la ribera del río Gállego ya descritos en las primeras entradas de este blog, los que se explicarán a continuación también fueron ejecutados por la 6ª División Hidrológico Forestal pues la misma abarcaba practicamente toda la cuenca hidrográfica del río Ebro.
Para hacerse una idea de las nefastas consecuencias de aquella situación, basta la imagen de este nogal semienterrado tras un episodio de fuertes arrastres provocado por la Rambla de Valdeguarén.
           La necesidad de su ejecución, al igual que ocurrió en el caso pirenaico referido, estaba justificada por los graves daños ocasionados en diferentes crecidas tal cual fue el caso de la acaecida en 1916. Los destrozos producidos tanto por el cauce del Jalón como por los de sus afluentes Navarrete y Pancrudo, así como por las más de sesenta ramblas que desaguaban en ellos, fueron valorados nada menos que en un millón de pesetas de la época. Se inundaron varios pueblos, incluido Daroca y quedaron temporalmente inutilizadas algunas de las vías de comunicación más importantes de la zona así como unas 2.500 Ha de regadío de primera calidad. Pero la crecida del año referido fue una más de las que periódicamente venían sufriendo los habitantes de esa comarca. Su memoria y la información escrita reflejada en crónicas antiquísimas, señalan un buen puñado de años con crecidas y daños importantes: 1551, 1575, 1711, 1854, 1865, 1877 o 1902 fueron algunas de esa fechas desgraciadas (1).
       Vista de Daroca hacia 1922-23 y al fondo las laderas del cerro de San Valero totalmente ahoyadas y listas para ser repobladas. Foto: Archivo Cartagra
Aspecto que presenta en la actualidad el mismo paraje de Daroca. Foto: Archivo Cartagra

          Este largo historial permitió que el Director General de Agricultura, Industria y Comercio propusiera, ya en 1909, la declaración de utilidad pública de las diferentes obras forestales previstas en esta comarca "...no sólo por el carácter torrencial de todos los cursos de agua que la surcan en crecido número, si no en la gran denudación de sus laderas, lo que unido a la constitución de los terrenos que las forman, es causa de que se aumenten en los cauces de los torrentes grandes cantidades de agua en épocas de lluvias y tormentas, originando con sus arrastres los desbordamientos del río Jiloca y sus afluentes que tantos daños causan, no sólo en la ciudad y pueblos próximos, si no en sus fértiles y extensas vegas e importantes vías de comunicación". Para ello se aprobó en ese mismo año la elaboración de un estudio completo donde quedó delimitada la zona afectada así como los terrenos que habrían de ser expropiados para poder ejecutar tales trabajos. Ese estudio fue remitido en abril de 1910 al Gobierno Civil de Zaragoza quien a su vez puso en conocimiento de todos los alcaldes afectados las intenciones del Ministerio de Agricultura. Los municipios afectados según aquél documento habrían de ser Daroca, Retascón, Nombrevilla, Anento, Villanueva de Jiloca, Valconchán, Orcajo, Atea, Murero y Manchones. Finalmente, esta declaración de utilidad pública quedó aprobada por medio del R. D. de 9 de diciembre de 1910. 
Apertura hacia 1920 de un nuevo camino sobre la margen izquierda de la Rambla de la Falcona y canalización de su cauce. Foto: Archivo Cartagra

Aspecto de la misma ladera una vez concluida su repoblación hacia 1922-23. Foto: Archivo Cartagra
               Vista que presenta esta ladera en la actualidad cuya senda es conocida como el Camino Azúl, el cual aparece casi oculto por el arbolado plantado hace casi un siglo. Foto: Archivo Cartagra
            Los primeros trabajos se ejecutaron en 1907 y consistieron principalmente en la construcción de muretes, faginas y cerca de trescientos diques tanto de mampostería como de gaviones. Ese mismo año, el Estado ordenó la redacción del primer estudio hidrológico-forestal de la cuenca del río Jiloca. Al poco de su conclusión ya se realizaron las primeras repoblaciones  en las laderas de la Rambla del Reventón donde la especie empleada fue el pino negral. Los trabajos continuaron ejecutándose en años posteriores de forma irregular pues las dotaciones presupuestarias anuales no siempre contemplaron partidas para estos trabajos. Parece ser que hacia 1920 ya había unas 700 Ha repobladas en los alrededores de Daroca, en las cuales además del negral, también se usó el pino piñonero y carrasco. Toda la planta necesaria para acometer aquellos trabajos era obtenida en la propia zona pues así se tenían mayores garantías de que la planta se adaptaría al terreno sin apenas problemas. De hecho, en las afueras de Daroca todavía se conserva uno de los viveros construidos en ese momento y que se le conoce como el Vivero Olazábal, junto al que se levanta una sencilla pero coqueta casa forestal. Este vivero está dedicado a Lucas de Olazábal, un insigne ingeniero de montes vasco del siglo XIX. Otro vivero que funcionó durante esa época era conocido como Vivero Carmencita. En total se actuó, tanto con repoblaciones como con la construcción de diques y muretes, en hasta ocho torrentes o ramblas diferentes. Si bien, repasando los que aparecen en la documentación consultada (1) superan dicha cifra: El Castañar, La Paridera, El Punzón, La Falcona, Valmartín, Valdeguarén, El Moral, Valdeviñas, La Mina, Nazaret, Manchones, El Sebo o Valconchán son los que se mencionan en la misma.
              Vista de la casa forestal levantada junto al Vivero Olazábal y Guarda Forestal hacia 1920.
         Foto: Archivo Cartagra


     Aspecto que presenta en la actualidad tanto la casa forestal como su vivero anexo, convertido ahora en una chopera. Foto: Archivo Cartagra
            En abril de 1923 se redactó un completo Anteproyecto General de la Sección 2ª de la Cuenca del Río Jalón. Dividió toda la zona en cinco perímetros diferentes y para cada uno de ellos contempló diferentes y detalladas actuaciones que se resumen en el siguiente cuadro (2):


Trabajos Forestales
Trabajos de Corrección
Trabajos Auxiliares
Gastos Generales
Perímetro 1
92.300 Pts
--
35.000 Pts
20.000 Pts
Perímetro 2
415.541 Pts
3.000 Pts
51.000 Pts
40.000 Pts
Perímetro 3
150.287 Pts
3.000 Pts
29.000 Pts
15.000 Pts
Perímetro 4
153.357 Pts
43.000 Pts
43.500 Pts
15.000 Pts
Perímetro 5
251.183 Pts
43.000 Pts
23.000 Pts
15.000 Pts
TOTALES
1.062.668 Pts
92.000 Pts
181.500 Pts
105.000 Pts


            Si visitamos tanto el núcleo de Daroca como los montes de sus alrededores, nos resultará bien fácil determinar la ubicación de los pinares repoblados en esos años. Muchos de los plantados inicialmente murieron debido al suelo empobrecido sobre el que fueron plantados. Muchas zonas requirieron la obligada reposición de marras tan habitual en dichos suelos. Tras aquellos denodados esfuerzos tanto de forestales como de los obreros que intervinieron en los mismos, los nuevos pinares dan un fresco toque verde a la comarca. En la actualidad, los bosques de coníferas creados artificialmente por la mano del hombre, llevan ya afortunadamente muchísimos años ofreciéndole la tranquilidad que tantas generaciones del campo de Daroca añoraron. Muchos de los diques que se construyeron hace tiempo que quedaron colmatados por los arrastres que retuvieron. Pero esa colmatación no ha supuesto ningún problema porque los árboles de más de un siglo que cubren esas laderas, y el suelo creado por los mismos durante todo ese tiempo, consiguen absorber y retener sin problemas el agua que precipita sobre las mismas. Ahora aún queda una importante labor que hacer para garantizar que esto siga siendo así. Hay que evitar que evitar a toda cosa que el fuego eche por tierra el trabajo y el sacrificio que tantos ha costado. La sensibilización y la prevención de la población habrán de ser las herramientas a usar en las próximas décadas. Buenos profesionales tenemos para ello, sólo queda que las dotaciones presupuestarias lleguen de la mano del convencimiento de esa necesidad por parte de nuestro políticos.



Fuentes y bibliografía:

(1): Las inundaciones y la repoblación forestal en España; Ricardo García Cañada; Madrid, 1920.

(2): Archivo Servicio Provincial Agricultura, Ganadería y Medio Ambiente de Huesca.

domingo, 11 de mayo de 2014

Un perinenco en California

            La semana pasada me llegaron malas noticias del otro lado del Atlántico. El amigo Carlos Barcos me comunicó la muerte de uno de los aragoneses que entrevisté en 2008 durante la realización del documental Borregueros. Desde que concluí aquél documental ya han muerto, desgraciadamente, varios de estos hombres. Entre ellos hay que incluir también la del padre de mi informante, Ángel Barcos, quien murió nada menos que a los 101 años. Casualmente Ángel e Isidro hicieron el viaje de España a California juntos. Pero en esta ocasión, conocer la muerte de Isidro Puyo de Casa Zamarras de Fago, me ha afectado más de lo que yo mismo esperaba. Aunque al mismo tiempo, debo reconocer que la noticia tampoco me ha sorprendido del todo pues la intuición me decía que debido a su avanzada edad, tal circunstancia no tardaría mucho en producirse.
Isidro durante la entrevista que le realicé en 2008 en el jardín de su casa en Dixon (California) para el documental Borregueros.  Foto: Archivo Cartagra

            Isidro murió con 95 años  en la ciudad de Dixon (California) donde vivía desde hacía bastantes años en compañía de su mujer Efigenia, también fagotana. Llevaba ya más de sesenta años viviendo en tierras americanas, y como otros aragoneses en esa época, emigró a este país forzado por las circunstancias. Inmersos en plena etapa de la posguerra caracterizada por una complicada situación económica y social, salir adelante en un pueblo como Fago no debía ser nada fácil. En esa coyuntura fue como un buen día recibió una carta de su tía que residía en California. Se llamaba Marta y había emigrado durante el gran flujo migratorio de principios del siglo XX, concretamente en 1916. En esa carta su tía le proponía ir a trabajar de pastor a tierras californianas. Marta se había casado con un navarro que también había emigrado a tierras americanas. Parece que las cosas le habían ido bien pues entonces tenía un rebaño de unas dos mil ovejas y necesitaba contratar pastores de confianza. Tras la lógica duda inicial y animado por su madre, finalmente Isidro decidió marchar a probar suerte. La temprana muerte de su padre hizo que, al ser el mayor de dos hermanos, sobre su espalda recayera la responsabilidad de garantizar la subsistencia de su casa de Fago. El dinero que habría de mandar desde el otro continente resultaría imprescindible para ello.

Isidro (izda) junto a Ángel Barcos (dcha), ambos 
de Fago, durante la parada que realizaron en París
en su primer viaje a EE. UU. de 1952
       Su carácter risueño y desenfadado enseguida se dejó notar. Seguro que el motivo de la visita y lo inesperado de la misma algo tuvo que ver. Hizo falta preguntarle poco pues él rápidamente empezó a contar historias y situaciones sin parar. Su rostro se iluminaba cuando contaba sus primeros años de pastor por los montes de Ansó. Aún recordaba los topónimos de los montes que fueron testigos de sus primeras jornadas pastoriles recorriendo aquellos puertos: Maidogui, Aguastuertas, Acherito... No sé muy bien por qué, pero escuchar aquellos nombres en su boca y tan lejos del Pirineo, me resultaron mucho más acogedores que en otras ocasiones. Los recitó sin dudar y los pronunció con un gracioso acento americano desconocido para mi. A pesar de los años transcurridos desde su infancia y después de tantos años en EE. UU., su memoria aún retenía como un tesoro aquellas vivencias vitales para él. Fue a finales de noviembre de 1952 cuando Isidro pisó suelo americano por primera vez. Y cuando él me contaba todo esto a mi fue en junio de 2008. Así pues, "sólo" habían discurrido cincuenta y seis años, ahí es nada¡¡¡.


            Pero el instante más emotivo de aquél encuentro de poco más de tres horas fue otro. Hubo un momento en el que de algún lado sacó un libro y me lo mostró. Yo di por hecho que sería en inglés pero para mi sorpresa se trataba de un libro en castellano y editado nada menos que por la Diputación Provincial de Huesca en 2006. Llevaba por título Alfonso Foradada, el Valle de Ansó en los años cuarenta y contenía estupendas fotografías de dicho fotógrafo. Con determinación, su dedo no dejaba de señalar la foto de portada y su voz me repetía "¡...mira, mira... ese crío soy yo...¡". De entrada no acababa de entender bien del todo a qué se refería ni qué tenía que ver aquél libro con nuestra conversación. Rápidamente me aclaró que aquél libro se lo había enviado su hermano que vivía en Binéfar y que el joven que ocupaba la fotografía de portada era, ni más ni menos, que él mismo. De rostro adolescente, asiendo firme contra su pecho un gran pan con una mano y en la otra un afilado cuchillo. La instantánea mostraba a Isidro cuando contaba poco más de quince años y aparece junto a una mallata ansotana preparando el típico menú pastoril de los valles pirenaicos occidentales: las migas. 
Foto de Isidro Puyo que aparece en la portada del libro publicado por la Diputación Provincial de Huesca sobre la excelente colección del fotógrafo A. Foradada. Foto: A. Foradada-Fototeca Diputación Provincial de Huesca

            Isidro dejó el pastoreo en tierras perinencas para ejercitarlo, a la manera americana, en las infinitas extensiones de los estados americanos de California y de Nevada. Cambió el aún entonces habitual oso pirenaico por otros enemigos naturales para el rebaño a su cargo e incluso para él. Enemigos por otra parte que nadie le advirtió de forma previa que se iba a encontrar y con los que tendría que convivir habitualmente. Me refiero a los coyotes, al puma, al oso negro o la serpiente cascabel, a los cuales debió de combatir de forma improvisada y sin apenas saber cómo al principio. Pero la experiencia y la capacidad de observación propia de quien se ha criado en el monte le ayudaron en gran medida a mantener aquellas fieras alejadas de su rebaño. Aún recuerdo cuando me relataba un increíble episodio en el que él sólo consiguió abatir con la ayuda de un rifle, un gran puma que ya le había causado varias bajas en su rebaño. Tras unos seis años como borreguero, Isidro decidió buscar un empleo menos sacrificado y mejor remunerado por lo que acabó colocándose en un empresa de Dixon. Emigró a tierras americanas con la clara convicción de ahorrar el máximo de dinero posible y regresar a España. Pero el transcurso del tiempo hizo que Isidro cambiara de opinión a los pocos años, y casi sin darse cuenta, acabó convenciéndose de que ya no regresaría. Tal cual me confesó abiertamente "...después de haber vivido en Estados Unidos, España ya no te entra...".
Otra foto de Isidro pastoreando en el monte de Ansó incluida en el libro referido y tomada también por A. Foradada.                        Foto: A. Foradada-Fototeca Diputación Provincial de Huesca

           Sirva este post como homenaje ya no sólo a Isidro, también a todo el resto de aragoneses que trabajaron como borregueros en distintos estados del Oeste americano. Durante la segunda mitad del siglo XX fueron cerca de medio centenar de aguerridos aragoneses los que cruzaron el Atlántico para trabajar cuidando ovejas cerca del Pacífico. Se trata de un episodio de la diáspora aragonesa que sigue siendo muy desconocido en nuestros días. Con la intención de dar a conocer aquél movimiento migratorio, en 2010 concluí un libro que aborda esta cuestión en profundidad, en el que además de un buen número de reseñas biográficas, también se profundiza sobre el origen de ese movimiento o las singularidades del desempeño de este oficio en aquellas tierras. Lástima que a fecha de hoy todavía no haya visto la luz por falta de una editorial decidida y convencida en divulgar este fenómeno de la migración pastoril aragonesa. Otras comunidades como la vasca o la navarra hace tiempo ya que lo hicieron y cuentan con un buen número de libros que abordan en profundidad este fenómeno migratorio.

            Quien quiera ver el contenido del documental Borregueros, puede hacerlo a continuación. El testimonio de Isidro Puyo aparece a partir del minuto 16:10. En este mismo documental también podremos ver y escuchar a su compañero de viaje también fallecido, Ángel Barcos, padre de mi fuente quien reside en tierras californianas.


 


domingo, 4 de mayo de 2014

Algunas de las primeras repoblaciones en Huesca


            La intención estatal de realizar repoblaciones forestales en la provincia de Huesca ya quedó puesta de manifiesto en el Plan de Repoblaciones para los Montes Públicos de España redactado en 1879. Finalmente, a pesar de los serios problemas que ocasionaba la falta de arbolado, la erosión y la desertización en muchas zonas de la geografía española, nada de lo contemplado en aquél documento llegó a ejecutarse. El motivo, como en otras tantas ocasiones anteriores, fue nuevamente la falta de dotación presupuestaria por parte del impulsor de aquél plan: el propio gobierno.

           En la provincia oscense encontramos una de esas comarcas, en la que desde hacía ya mucho tiempo, venían sufriendo serior problemas derivados de las causas antes apuntadas. Este era el caso de la zona de Tardienta y su entorno donde la vegetación arbolada brillaba por su ausencia. Así quedó confirmado cuando en mayo de 1888, unos nueve vecinos de este pueblo, no dudaron en enviar una carta de queja nada menos que a la mismísima reina. La desesperación de aquellos hombres era consecuencia de la prolongada sequía que sufrían y de las pésimas cosechas de los últimos años. Para intentar atajar aquella situación proponían a la reina, entre otras cuestiones, que autorizara la construcción del embalse de La Peña para garantizar el regadío de sus sembrados. Pero lo más interesante, por lo inusual de la petición para ese momento, fue que aquellos hombres también solicitaron el repoblado de los montes comunes del término de Tardienta "para favorecer las lluvias". 

Portada del proyecto original
Foto: Archivo Cartagra
     La situación debía ser ciertamente preocupante en esta comarca oscense pues hasta la propia Diputación Provincial de Huesca se dirigió por escrito sobre este particular al Ministerio de Fomento. Fechada en septiembre de 1891, la diputación solicitó la repoblación de los montes de la Sierra de Alcubierre y su entorno. Dicho ministerio puso el asunto en manos de la Dirección General de Agricultura quien a su vez lo remitió al ingeniero jefe del Distrito Forestal  de Huesca (D. F. Huesca). Desde este distrito se redactó un Plan de Trabajos para la Repoblación de la Sierra de Alcubierre. La aprobación del mismo quedó demorado por tiempo indefinido. En 1926 se aprobó un nuevo Plan de Repoblaciones al cual se le dotó de nada menos que cien millones de pesetas del momento. En él quedaron incluidas, entre otras zonas, la repoblación de esta área oscense. El proyecto específico fue redactado por el D. F. de Huesca en 1928 y contempló la repoblación de 5.000 Ha en un plazo de diez años que incluyó otros montes de esa comarca. Así, dentro de esa superficie se incluyeron terrenos pertenecientes a montes públicos de Alcubierre (2.500 Ha), Lanaja (1.800 Ha) y Robres (700 Ha), todos ellos localizados en la Sierra de Alcubierre. La especie principal a emplear habría de ser el pino carrasco por ser la más adecuada, aunque también se contempló el empleo de roble y esparto. 


            La formula que se escogió para acometer las mismas fue la del consorcio entre la administración forestal y los tres ayuntamiento afectados: Alcubierre, Robres y Lanaja. El D. F. de Huesca se comprometía a llevar la dirección técnica de las mismas así como a proveer de las semillas y plantas necesarias. El ingeniero de montes encargado de dirigir las mismas fue Recaredo Sáenz de Santamaría. La repoblación se debía efectuar mediante la apertura manual de hoyas aunque esta parte no fue ejecutada por la administración forestal. Esa fase se realizó mediante subastas públicas a las que se podía presentar todo el mundo que quisiera. En el tablón del ayuntamiento afectado se exponían las condiciones que debían cumplir los interesados y la forma de ejecutar los trabajos. El pliego en cuestión fijaba el número de hoyas a realizar, las zonas donde había que abrirlas o el coste individual de las mismas. A estas subastas se presentaron sobre todo vecinos de los tres pueblos afectados. El número de hoyas abiertas entre las diferentes propuestas aprobadas quedan resumidos en el siguiente cuadro:


nº monte
 Pertenencia
Fecha subasta
Nº de hoyos
Plazo ejecución
  Coste hoyo
     332
     Lanaja
20-Nov-1928
   100.000
       3 meses

     335
     Robres
Octubre 1929
     50.000
       3 meses
 12 céntimos
     330
 Alcubierre
26-Oct-1929
   100.000
       3 meses

     330
 Alcubierre
27-Ene-1930
   250.000
       4 meses
 11 céntimos

 
Vista del monte Pucero de Alcubierre con sus laderas ahoyadas manualmente. Foto: Archivo Cartagra

            Los tres montes de utilidad pública afectados, tal cual se desprende del cuadro anterior, fueron el nº 330 de Alcubierre, el nº 332 de Lanaja y el nº 335 de Robres. Para 1930 en esos tres montes se habían repoblado por el procedimiento del ahoyado manual 690 Ha, cifra que quedó finalmente bastante por debajo de las 4.000 Ha previstas inicialmente.


           Años más tarde aún se realizaron nuevas repoblaciones forestales al sur de la provincia de Huesca. Fue concretamente la Junta Administrativa del Monte La Sarda, perteneciente a Gurrea de Gállego, quien firmó un nuevo consorcio con el D. F. de Huesca. La firma tuvo lugar en abril de 1945 y contempló la plantación de 800 Ha. Las previsiones volvieron a fallar pues en 1948 sólo se habían podido repoblar 648 Ha. 
Aspecto de una ladera del monte La Sarda en 1947 tras ser ahoyado a mano. Foto: Archivo Cartagra

            En 1947 fue redactado un informe por el D. F. de Huesca en el que se proponía la declaración de interés forestal de una superficie próxima a las 6.000 Ha. Esos terrenos correspondían a los ayuntamientos de Almudévar, Tardienta y el ya mencionado de Gurrea de Gállego. Según el ingeniero de montes que redactó aquél proyecto, la zona afectada presentaba amplias superficies desprovistas completamente de arbolado y además "...es una zona de gran cantidad de obreros que constantemente están pidiendo trabajo, y siempre han sido regiones de gran paro". No se ha podido averiguar si aquél proyecto fue llevado finalmente a la práctica pues el expediente consultado no guardaba más documentación al respecto. 
Aspecto que presenta una de aquellas repoblaciones en la actualidad