Seguramente que más de un seguidor del blog se habrá quedado sin saber muy bien del todo a qué se refiere el título de la presente entrada. No es de extrañar pues en este post hablaré de una actividad a la cual ya no se dedica prácticamente nadie. Lógicamente quienes se dedican a fabricar esquillas están obligados en una de las fases a colocarles el batajo, también conocido como badajo. Ahora mismo los sitios más próximos que yo conozca donde las hacen están en Lekumberri (Navarra) o en la bearnesa población de Bourdettes que es donde se fabrican las famosas esquillas de Nay. Quien quiera saber algo más sobre estas esquillas o sonailles de Nay, le recuerdo que en su día Enrique Satué escribió un interesante artículo en la Revista Serrablo nº 13 de junio de 1983. En esos talleres han llegado a fabricar en sus mejores momentos hasta 300 modelos diferentes de esquillas aunque en la actualidad su catálogo se ha recortado drásticamente ante la reducción del uso de estos objetos.
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Luis revisando algunas de las esquillas recién reparadas. Foto: Archivo Cartagra |
Pero no quiero hablar de quienes las fabrican, me voy a referir a aquellos que se dedican a repararlas pues, aunque parezca mentira, una esquilla debe ser reparada periódicamente pues hay diferentes motivos que acaban provocando el deterioro de las esquillas. Y como los ganaderos de antaño nunca fueron sobrados de recursos, antes de comprar una esquilla nueva, siempre estaba el recurso de llevarla a reparar. Y he tenido la suerte de conocer a una de esas personas de antaño, que en sus ratos libres y más por vocación que por obligación, se dedica entre otras cosas a reparar estos artilugios sonoros. Se llama Luis Arnal y procede de Casa Arnal de Cillas, pueblo abandonado hacia 1963 pues fue comprado por el Patrimonio Forestal del Estado. Luis vivió en Cillas hasta los veinte años, tiempo que dedicó básicamente a hacer de pastor cuidando el rebaño de ovejas y a trabajar los campos de su casa. Fueron también años suficientes para aprender y poner en práctica una autosuficiencia que no era opcional si no más bien impuesta por las circunstancias. Lo de aprender a embatajar esquillas se forjó precisamente en aquellos años.
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A la izquierda los distintos batajos de boj muestran un desgaste más que evidente, incluido el de más a la derecha de la imagen que es de hueso. En la imagen de la derecha batajos actuales de nylon con marcas claras de uso pero apenas desgastados. Foto: Archivo Cartagra |
Los badajos de las esquillas de antaño eran principalmente de madera pudiendo emplear varias clases de esta. En esta zona del norte de la provincia de Huesca el bucho (Buxus sempervirens) ha sido la especie más usada pues la alta densidad de su madera hacía posible que resistiera mucho mejor tanto el golpeteo como la exposición a la intemperie. Además, esta madera era una recurso natural muy abundante y fácil de trabajar. También he podido comprobar algún caso en el que se han empleado como batajos huesos de diferentes animales o parte de ellos, sobre todo tibias y peronés de ovino y vacuno. Pero el golpeteo continuado de esta madera o cualquier otro material hacía posible que el borde de la esquilla fuera el lugar que más fácilmente se deteriorara. Así pues, muchas veces al mismo tiempo que se reponía el badajo roto o desgastado se aprovechaba para reparar ese borde deteriorado. Otras veces la aleación de hierro y latón de la esquilla, fruto de golpes y roces contra el suelo y las piedras, acaba agrietándose o rompiéndose. Antaño este tipo de desperfectos eran más difíciles de reparar y requerían llevarlas a un ferrero pero hoy en día resulta mucho más sencillo pues hay medios y materiales antaño difíciles de conseguir como un sencillo soplete y una varilla de latón. Teóricamente y según Luis, una esquilla debería ser revisada aproximadamente cada unos cinco años.
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Madera de boj y una estral bien afilada resultan imprescindibles para dar forma al batajo.
Foto: Archivo Cartagra
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La voz de la experiencia también me cuenta que tras ese periodo lo más normal es que fruto del golpeteo continuado del batajo, el hierro recubierto de latón que conforma la esquilla, acabe rompiéndose. Parece mentira pero esta cuestión tiene una explicación lógica en la que nunca había parado a pensar. Cuando las vacas o las ovejas adoptan la postura de comer, es decir, inclinan la cabeza para llegar a la hierba del suelo, el batajo siempre golpea en el mismo punto del borde de la esquilla. Esto queda magníficamente demostrado si observamos batajos viejos pues comprobaremos como la pieza inicialmente circular acaba desgastándose sólo por una parte de su perímetro. Justamente la zona que golpea en el mismo sitio de la esquilla antes referido.
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Soldando el borde deteriorado de la esquilla y resultado final. Foto: Archivo Cartagra |
Así pues, la primera fase es la de soldar las roturas que pueda presentar la esquilla en sí. Los puntos más sensibles suelen ser el borde exterior que es, como ya he dicho, el lugar que sufre los impactos del batajo. Pero la esquilla también sufre golpes y roces bien de forma fortuita o bien provocada a la hora de rascarse contra piedras o árboles. Una vez que se abre una grieta por un motivo u otro, esta se suele hacer más grande con gran facilidad. Así pues, muchas esquillas que le llegan a Luis necesitan en primer lugar la reparación de esas zonas rotas. Para ello emplea unas varillas de latón, material que funde con la ayuda de un soplete justo encima de la zona afectada. Muchas esquillas requieren un cordón de soldadura prácticamente en todo su borde interior e incluso exterior. Hay que hacerlo con la ayuda de otra persona pues la esquilla acaba calentándose al máximo. Este ayudante, protegido por unos guantes, va girando la esquilla conforme se aplica la soldadura de latón al borde.
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Distintas fases de la preparación previa del batajo. Foto: Archivo Cartagra |
Une vez reparado el exterior de la esquilla es el momento de sustituir el batajo, es decir, de embatajar la esquilla. La experiencia de Luis le permite conseguir que en un instante una rama de boj adopte la forma inequívoca de un batajo. Sobre un picadero de madera apoya la rama de boj y con su otra mano comienza a dar certeros golpes con una estral bien afilada. En poco más de un minuto cambia la estral por un serrucho y corta el badajo a la distancia que determina la longitud de la esquilla donde habrá de ir alojado. Ya sólo queda realizar el foráu por donde pasar un trozo estrecho de cuero que será el encargado de unir el batajo a la esquilla. La operación de atado se convierte en algo complicada debido al escaso espacio que hay para colocar las manos dentro de la esquilla y ejecutar dicho atado pero viéndoselo hacer a Luis resulta lo más fácil del mundo. Por este motivo las esquillas de pequeño tamaño resultan ser las más complicadas de embatajar.
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La última fase del embatajao es la más complicada de todas, sobre todo si las esquillas son pequeñas.
Foto: Archivo Cartagra |
Esta operación de embatajar esquillas resulta ser, según me cuenta el propio Luis, más habitual de lo que pueda pensarse. Las esquillas que venden actualmente vienen provistas de badajos de nylon y estropean el borde de las esquillas mucho más rápido que si fueran de bucho o cualquier otra madera. A pesar de la dureza de la madera de bucho, esta acaba resultando más blanda que el nylon actual por lo que el borde de la esquilla tarda más en deteriorarse. Sólo basta con observar detenidamente algunos de los badajos viejos que conserva Luis en su pequeño taller para comprobar como ese bucho, aparentemente duro e irreductible, acaba siendo moldeado por el borde de la esquilla. Cuando visité y entrevisté a Luis en su taller este tenía más de una veintena de esquillas de todos los tamaños. Pertenecían la mayoría de ellas a dos ganaderos del valle de Broto y además de alguna soldadura, a la mayoría de ellas les ha cambiado los batajos originales de nylon por otros de bucho. Entre todas las esquillas que Luis tiene en su taller las más recias y de mejor porte son francesas y construídas en Nay predominando estas sobre otras hechas en Navarra y algún otro punto de España desconocido.
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Esquillas de Nay correspondientes a los números 5, 4, 3 y 2 luciendo batajos nuevos.
Foto: Archivo Cartagra
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Una vez concluida la reposición del batajo y tras haber soldado las posibles grietas y orificios de la esquilla ya casi está concluido el trabajo de reparación. Pero como a Luis le gusta dejar las cosas bien acabadas, antes de concluir con la reparación le gusta dar una mano de purpurina a toda la esquilla para camuflar los evidentes puntos dejados por las soldadura química empleada. Ahora sólo queda repasar las costuras del collar de cuero u otro material que es el que permite unir la esquilla al cuello de la vaca u oveja. Hasta no hace muchos años era más habitual emplear cañablas de madera cuya elaboración requería de una técnica muy elaborada que Luis también domina. En el exterior de su pequeño taller tiene varios trallos de noguera secándose a la intemperie de donde piensa obtener la madera para elaborarlas. Pero este proceso lo dejaré para un nuevo post más adelante.
PD.: Mi agradecimiento especial a Luis Arnal por su paciencia tanto a la hora de posar para mi como a la hora de repetir alguna de las fases de la reparación.
Me ha gustado más este oficio que el de embajador! ;-). Interesante, sí señor...
ResponderEliminarHola Oscar:
ResponderEliminarSeguramente que los dos competiriamos por el de embatajador. El de embajador pal que lo quiera...poco mejor por istos montes que dando tumbos por ixos paises de dios...
Lo bueno es que disfruta del arreglo de Esquillas y así no pierde hilo con sus raices en Sobrepuerto
ResponderEliminarLa familia Arnal es la ostia
Su sobrino y amigo
Rubén Barranco Arnal
Así es Rubén, tu tío se lo pasa en grande apañando esquillas, haciendo cañablas y lo que haga falta. Y lo mejor de todo, no tiene ningún reparo en enseñar y explicar cuantas veces haga falta y lo que sea necesario. Es uno de esos hombres de antes que vale un valer y que atesora un conocimiento envidiable.
EliminarAh¡¡ Muchas gracias por visitar el blog...
A plantar fuerte zagal
Carlos
Desconocía por completo esta palabra y su significado.
ResponderEliminarEs algo que no le das demasiada importancia. Piensas que los cencerros son irrompibles, inmutables al paso de los años. Pero ya veo que no, que como todo instrumento y maquinaria precisa de mantenimiento y reparación.
Oficios que se extinguen, que se irán con esta generación que tanto nos tiene que enseñar de como saber ingeniárselas frente a un medio hostil.
Ahora todo se pasa por una maquina y listo, sale como nuevo y si no se compra otro artilugio y listo. Pero todo más frío, nada que ver.
Desaparece la transmisión de generación en generación.
Preciosa entrada y un bonito homenaje a un oficio poco conocido.
Saludos.
Hola Faustino:
ResponderEliminarSe trata de un término eminentemente aragonés. No sé de dónde eres pero aquí en Aragón contamos todavía con un gran número de palabras y expresiones propias, que como el oficio de embatajador, van camino de desparecer.
Como muy bien dices ahora ya casi nada es como antaño. Que se rompe una esquilla pues lo normal es comprar otra pues hay dinero para ello. Antes debían exprimir las cosas a la fuerza pues no disponían de perras. Así de sencillo.
Me alegra saber que he contribuido a enseñarte una palabra y un oficio.
Gracias por visitar habitualmente mi blog
A plantar fuerte zagal
Carlos
Le felicito de nuevo, estas paginas para los que ya tenemos unos años son una gran alegría, al mismo tiempo nos recuerda las cosas de antaño y la forma de vivir de nuestros ancestro.
ResponderEliminarMe alegra mucho Saberlo Santigo. Muchas gracias por pasarte por mi blog. A plantar fuerte...
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